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CRÍTICA | 3 CORAZONES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La magia del destiempo

El director francés Benoît Jacquot huye del naturalismo para abrazar un estado del espíritu, casi un dolor

Javier Ocaña
Charlotte Gainsbourg y Benoît Poelvoorde, en '3 corazones'.
Charlotte Gainsbourg y Benoît Poelvoorde, en '3 corazones'.

¿Puede una única nota musical conformar el tono de una película? Así de arriesgado, de poco dogmático, resulta a veces el cine y, por extensión, el arte: recursos que en otro contexto estaríamos criticando, se convierten en paradigma de lo que el autor quiere contar. Como en el caso de 3 corazones, con la que el director francés Benoît Jacquot huye del naturalismo para abrazar un estado del espíritu, casi un dolor, previo paso por la casualidad, ejercitando el azar no como recurso narrativo sino como pura síntesis vital.

3 CORAZONES

Dirección: Benoît Jacquot.

Intérpretes: Benoît Poelvoorde, Charlotte Gainsbourg, Chiara Mastroianni, Catherine Deneuve.

Género: drama. Francia, 2014.

Duración: 106 minutos.

El compositor Bruno Coulais (Los chicos del coro, Los mundos de Coraline...) gira desde la delicadeza hasta el abismo con una banda sonora vehemente, que se implica, que pretende, que subraya, asentada en una única nota reiterativa, aplicada por todas las cuerdas y los vientos de la orquesta con la pasión del bombeo del corazón de su magnífico triángulo amoroso. Un terceto que protagoniza un viaje al fondo de la burguesía de provincias, allí donde las pequeñas ciudades, llegada una hora de la noche, son asfaltos de desesperanza en los que si alguien se atreve a salir es porque busca algo, quizá unas palabras, puede que el amor, probablemente a sí mismo.

Como con la música, Jacquot se aparta de la narrativa convencional y hasta introduce cerca de la hora de metraje un narrador omnisciente de poderosa voz en off que, más que entrar a destiempo, te traslada a otra dimensión, la de la pureza del amor y los corazones rotos en dos. "Amo a las mujeres", así, en plural, dice el personaje masculino, interpretado por el siempre magnífico Benoît Poelvoorde, aquí alejado de sus guiños payasos, más serio que nunca. ¿Un enamorado del amor? No exactamente, aunque sí un buscador de la mujer de su vida que acaba encontrando dos, aunque ambas demasiado cerca la una de la otra.

El que pretenda ver la película con las gafas de la verosimilitud, acabará rascándose la oreja demasiadas veces. Pero el que busque un estado de excitación, no sexual sino emocional, puede que termine encontrando la exquisita sensación de la magia del destiempo.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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