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La colmena donde se decide lo que leeremos

Un paseo por donde más de 500 agentes literarios negocian sobre derechos de autor y libros

Joan Tarrida (izquierda), editor de Galaxia Gutenberg, y Andrew Wylie, agente literario, charlan en la Feria del Libro de Fráncfort 2015.
Joan Tarrida (izquierda), editor de Galaxia Gutenberg, y Andrew Wylie, agente literario, charlan en la Feria del Libro de Fráncfort 2015.winston manrique (EL PAÍS)

En el paraíso de las historias de todo el mundo, que medio mundo leerá, lo que más importa es el dinero.

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Son, al menos, 1001 sherezades procedentes de los cuatro puntos cardinales que cuentan 10.001 historias con las que negocian nueve horas y media, cada día, durante cuatro días, buena parte de los libros que se leerán en los próximos meses.

No existe otro lugar en el mundo con tal concentración de agentes literarios reconvertidos en narradores orales tratando de hacer rentable la creación literaria. Una colmena de unos 9.000 metros cuadrados.

Deciden qué se publicará, dónde se publicará y, a veces, cómo se publicará. Pertenecen a unas 500 agencias literarias que cada año se reúnen en la Feria del Libro de Fráncfort. Crean la bolsa literaria mundial, donde suben y bajan los autores y sus obras, según el arte que tenga cada agente para contar el tema del libro y convencer al potencial comprador, que puede ser un editor u otro agente. Así se gesta buena parte de los 150 mil millones de euros que facturó el año pasado la industria del libro.

Es un cortejo por ambas partes. Un lento baile de sillas. Cada media hora los agentes reciben a una persona

Unos y otros han peregrinado hasta allá arriba, al hall 6.3, la tercera planta del pabellón número 6. Hasta las escaleras eléctricas que llevan hasta allí, todo es ruido en la feria, murmullo, voces en una montaña rusa y algún grito extraviado. Todo eso queda atrás, abajo del hall 6.3. Después de pasar una pequeña puerta empieza otra dimensión… un enjambre de voces encapsuladas.

Es una nave de moqueta gris, con dos amplios pasillos rojos a lo largo y otros tres a lo ancho dividiendo la zona en 12 cuadrículas. Hay 504 mesas blancas perfectamente alineadas, y muy cerca entre si, cada una con dos sillas negras por agencia literaria y otras dos delante para los clientes.

Hablan en voz baja. No, casi susurran las historias de esos libros que unos quieren vender y otros, tal vez, comprarán. Cada historia o libro se cuenta, una y otra vez, hasta la aparición de la mejor oferta económica. Aunque, a veces, el escritor ha indicado su interés de quedarse con uno u otro sello.

Es el momento de las relaciones públicas. La oportunidad de estrechar lazos. La ocasión de abrir otros negocios.

Es un cortejo por ambas partes. Un lento baile de sillas. Cada media hora los agentes reciben a una persona, desde las nueve de la mañana hasta las seis y media de la tarde. Todas las citas se piden y organizan con días y semanas de antelación. Eso sí, cada agente no siempre cuenta la misma historia a todos los clientes. Una de las claves de este arte de convertirse en temporal sherezade monetizada es que el agente debe saber sobre qué libro hablarle a cada cliente. Tiene que conocerlo bien, tener claro qué título le encaja a él y a su editorial. No se trata de contar el catálogo. Debe apostar.

Y el cliente también. El cliente sabe lo que quiere, y va por uno o dos libros.

Muchas de estas citas son simplemente la escenificación de lo ya pactado por teléfono o correo electrónico. La afinación o matización de detalles de acuerdos ya acordados que solo permite el cara a cara. Es el momento de las relaciones públicas. La oportunidad de estrechar lazos. La ocasión de abrir otros negocios. De indagar en las tendencias. Y muchas, muchas veces, no se contrata nada, pero el asomo a la literatura que vendrá ya lo tienen.

Es un purgatorio para los autores. Algunos verán la luz al cerrarse el contrato para ser publicados

Es un paraíso de historias.

Es una colmena de negocios.

Es un purgatorio para los autores. Algunos verán la luz al cerrarse el contrato para ser publicados; otros tendrán mejor suerte y podrán ser leídos en varios idiomas, pero, también, habrá varios que seguirán a media luz.

Muchas reuniones de la feria son la escenificación de lo acordado previamente por teléfono o e-mail.
Muchas reuniones de la feria son la escenificación de lo acordado previamente por teléfono o e-mail.Winston Manrique

No todo el mercado de compra y venta de libros de las agencias literarias está en la colmena 6.3. La abeja reina del negocio tiene un panal propio y muy grande, una planta más abajo. Es The Wylie Agency. Es la empresa del llamado Chacal, Andrew Wylie, con una cartera de casi un millar de autores. Esta vez ha impreso un libro-catálogo de 272 páginas que hablan de 135 escritores que tiene o tendrán novedad literaria y que a él le interesa promover este año en Fráncfort.

El panal Wylie está rodeado de editoriales, muchas de las cuales en esas y en otras plantas manejan también los derechos de sus autores, por lo que negocian todo directamente en sus stands. Lo hacen pequeñas escudras de agentes de grupos como Hachette, Penguin Random House y Planeta, más reducidos en Gallimard o Bloomsbury, y casi individual en otros sellos como Anagrama o Tusquets.

Esas editoriales-agencias están dispersas por los cuatro pabellones de la feria. En cambio, la colmena 6.3 es solo zumbido. Hay 26 de las 27 agencias españolas. A una de ellas se ha rendido homenaje: a la Agencia Carmen Balcells, fallecida en septiembre. Es el primer año sin la Mamá grande, la mujer que casi inventó este negocio aliada con el Boom latinoamericano. Este año el equipo de seis agentes lo ha presidido su hijo y responsable de la agencia, Luis Miquel Palomares Balcells. Allí ha despachado con agentes, editores y autores en cuatro mesas. Ha apoyado a escritores emergentes e incluso abierto conversaciones para editar a García Márquez en Mongolia.

Las puertas de la feria se cierran a las 6.30 horas. Algunos agentes celebran los tratos cerrados con cerveza o champán.
Las puertas de la feria se cierran a las 6.30 horas. Algunos agentes celebran los tratos cerrados con cerveza o champán.Winston Manrique

El equipo de agentes españoles lo completan agencias como las de Antonia Kerrigan, Silvia Bastos, Guillermo Schavelzon, Mercedes Casanovas y Claudia Bernaldo de Quirós. La agencia número 27, Dos Passos, está dentro de la feria en un espacio más privado.

Después de las cinco de la tarde, el zumbido de la colmena empieza a transformarse en silencio. Las citas casi han terminado. Se ven mesas y sillas vacías. Agentes y clientes empiezan a marchar. A las 6 y 25 suena una campana. Una voz en alemán primero, luego en inglés, anuncia que quedan cinco minutos para cerrar, y agradece la visita.

La pequeña puerta de entrada se cierra. Quedan unos pocos agentes y vendedores y clientes. Algunos sacan unas cervezas, otros abren vinos o champán. Algún acuerdo hay que celebrar. Una media hora después solo quedan hileras de mesas blancas y alguna silla negra dispersa o desparejada. Clac…. y la luz se apaga.

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