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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bailando

Soraya demuestra estar enamorada de esas televisiones cuya calidad, rigor y sentido del gran espectáculo han logrado que el pueblo llano no fuera invadido por la depresión durante estos años tan ingratos

Carlos Boyero

Me informan profesionales de la calumnia sobre la feroz diligencia, control, consejos amistosos o simplemente “le haré una oferta que no podrá rechazar”, que ejerce, en lo que cuentan los siempre libres e independientes medios de comunicación, esa señora tan natural, simpática, lista, responsable y vicepresidenta en este incomprendido Gobierno empeñado en salvar a su amada España de la ruina. Y aseguran que la ruina pasó, que el vértigo desapareció, que está cercano el esplendor en la hierba, que volveremos a ser todos felices y a comer perdices. A costa de que los ricos y los riquísimos cargaran solidariamente con el peso de la crisis, de acogerse a amnistías fiscales con los millones que su descuido o su afán viajero habían depositado fuera de esa patria por la que darían la vida.

Y la tal Soraya demuestra estar enamorada de esas televisiones cuya calidad, rigor y sentido del gran espectáculo han logrado que el pueblo llano no fuera invadido por la depresión durante estos años tan ingratos. Consecuentemente, no solo les pide a sus guerreros que salgan a la calle y a la tele, compadreen con los votantes que pueden perpetuar su estatus y su nómina (de corrupción no hablamos, solo se pringó alguna manzana podrida), intenten ser tan persuasivos, guapos, limpios, templados y molones como Albert Rivera, sino que expone públicamente su desarmante humanidad al bailar con el juguetón Pablo Motos delante de las cámaras en el goloso feudo de Antena 3.

¿Y por qué no despojarse en la tele de la seriedad forzada, del discurso obvio, de las mentiras que impone el cargo? A Pablo Iglesias (qué mal se lo está montando usted, y lo tenía a huevo) lo inventaron La Sexta y Cuatro. ¿Acaso no se han despojado de sus inseparables corbatas Mas y sus huestes en nombre de la independencia? El simulacro va a ser absoluto hasta que el pueblo vote. Espero que también hilarante, que provoquen más risa que asco.

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