_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La cultura como rearme

Tenemos que volver a aprender a plantearnos los interrogantes

Tomo prestado este título del libro de Tony Judt y me apropio también de la primera línea para comenzar a hilar estas palabras: “Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy”. Judt fue un intelectual que vivió solo 62 años (Albert Camus murió con 46), pero nos ha dejado el trabajo apasionante de desvelar interrogantes a los perplejos del mundo que vemos cómo cada día se destruye un poco más nuestro patrimonio. Un patrimonio que se ha formado en los valores culturales y cuyo crecimiento se ha empezado a romper hace menos de diez años por efecto de los que han buscado el beneficio material y han creído que el capitalismo salvaje y sin regulación sería eterno.

Inteligencia y política son hoy un oxímoron

No se trata de mirar atrás salvaguardando las esencias perdidas como quien reclama unos derechos adquiridos firmados en un contrato imaginario. Tenemos la obligación de reconquistar el déficit democrático y la confianza colectiva en un mundo asfixiado entre el dolor y la desolación que producen las imágenes que cotidianamente entran en los hogares burgueses de Occidente. Tenemos una doble obligación, política y económica, por una parte, y moral y cultural, por otra, y ambas deben permanecer unidas por el sutil hilo de la convivencia. Es este “un tiempo hostil, propicio al odio”, como escribió Ángel González en 1967 en el poema Inventario de lugares propicios para el amor; un tiempo de cambios y de irrupción de otras formas de vida y de relación, en los que la globalización está sirviendo para igualar a los que más tienen, en contra de los que buscan nuevos horizontes para desarrollarse.

Necesitamos un rearme social, y la cultura contiene los ingredientes necesarios. “La poesía es una herramienta para gestionar el dolor y la felicidad —sobre todo sus vertientes ya domésticas, la tristeza y la alegría—, una gestión de la que depende lo que se guarda de la vida pasada”, escribió Joan Margarit. En octubre de 1981, siete meses después del intento de golpe de Estado, José Hierro recogía en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. En su discurso, ante un príncipe Felipe de 13 años, dijo: “Las democracias se ponen al servicio de la cultura, la aceptan como es. En el fondo es una tarea inteligentemente política”.

Inteligencia y política son hoy un oxímoron. Vuelvo a Judt: “Tenemos que volver a aprender a plantearnos los interrogantes”. •

Miguel Munárriz es periodista cultural y poeta, fundador de la agencia literaria Dos Passos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_