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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mapa de la izquierda

En tiempos de crisis, la legitimidad carismática de la nueva izquierda derrota a la legitimidad legal-racional de los líderes de la izquierda enlatada

Víctor Lapuente

La izquierda que despunta en Europa es variopinta. Las jóvenes estrellas en Italia y Francia, Matteo Renzi y Emmanuel Macron, proponen reformas radicales, incluyendo la eliminación del estatus de funcionario para los empleados públicos. Los estandartes de la nueva izquierda en Reino Unido, Grecia o España, de Jeremy Corbyn a Alexis Tsipras, pasando por Manuela Carmena y muchos de los líderes del independentismo escocés o catalán, defienden unas políticas sociales radicales, incluyendo garantías de ingresos mínimos.

Todos ellos comparten una fortaleza en común. Su credibilidad. Frente a una izquierda oficial de discurso encorbatado y que, con el objetivo de no molestar a nadie, ha dejado de inspirar a todos sus votantes, la nueva izquierda es auténtica. Dicen lo que piensan. Transmiten convicciones, la poderosa idea de que se mueven por principios y no por intereses. No son meros repetidores de frases hechas escritas por un ejército de asesores de imagen y spin-doctors. Meten la pata a menudo, pero eso los hace más cercanos a nosotros: los vemos como marionetas de sus creencias, no de unos grupos de interés o unos acreedores ocultos. En tiempos de crisis, su legitimidad carismática derrota a la legitimidad legal-racional de los líderes de la izquierda enlatada.

Meten la pata a menudo,
pero eso los hace
más cercanos a nosotros:
los vemos como marionetas
de sus creencias,
no de unos grupos de interés

Pero todos ellos tienen también una debilidad en común. Su mensaje es centrípeto. Buscan fidelizar a los suyos: los Macron, a los “socio-liberales”, y los Corbyn, a los “izquierdistas de verdad”. Comparten la visión de la política como una carretera que va de la extrema izquierda a la extrema derecha. Una mentalidad más propia de la infancia de los Estados de bienestar, allá en los años de posguerra, cuando el choque de intereses era entre capital y trabajo, que de la madurez de los Estados de bienestar en la era de la globalización, donde se han añadido otros conflictos, y muy en particular el que enfrenta a trabajadores protegidos (muchos de ellos en el sector público) con precarios (muchos en el privado).

El mapa de carreteras es más complicado. Lo que, paradójicamente, hace no sólo posible, sino necesaria, la fusión de estas dos nuevas radicalidades. Si no igualamos las condiciones de trabajo en el sector público con las existentes en el privado, como propone Macron, no podemos financiar las nuevas prestaciones sociales que la revolución tecnológica exige. Y viceversa: si no garantizamos una protección adecuada, no podremos vencer las resistencias a la desregulación. La nueva izquierda moderada deberá asentarse en esta doble radicalidad.

Víctor Lapuente Giné es profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo y autor de El retorno de los chamanes (Ediciones Península), de próxima publicación

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