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E. L. Doctorow y la gran historia

Antes de morir, el escritor ordenó sus relatos. Su estilo estimula, pero deja respirar al lector

Los cuentos de E(dgar) L(awrence) Doctorow, narrador norteamericano hijo de inmigrantes judíos rusos, nacido en el Bronx en 1931 y fallecido en Manhattan este mismo año, proceden de tres colecciones de cuentos publicadas en vida. Este volumen los reúne todos, no en su orden originario, sino en el que su autor les dio, justo antes de morir, en colaboración con sus editores españoles. El libro es, pues, una primicia mundial, una primera edición completa.

E. L. Doctorow pertenece a una generación que se expande en los años sesenta y setenta, de carácter renovador e incluso experimental, que va a provocar una verdadera revolución dentro de la narrativa norteamericana (Hawkes, Berger, Kosinski, Coover, Pynchon, Gass, Barth, Brautigan, Barthelme, Gaddis…), autores afectados en una u otra medida por la contracultura, la guerra de Vietnam y la protesta política, que trajeron una extraordinaria variedad de temas y estilos. Era el “posmodernismo”.

Doctorow, visto por Sciammarella.
Doctorow, visto por Sciammarella.

E. L. Doctorow se distingue de todos ellos en un doble aspecto; si nos atenemos a sus comienzos, se le podría considerar renovador desde que recibe la influencia de John Dos Passos (que a su vez fue un innovador bien arriesgado), pero no es oscuro ni árido o dificultoso como muchos posmodernos de fuste. Si seguimos su evolución, su trabajo sobre la estructura narrativa y sobre el lenguaje, convendremos en que nos ofrece uno de los más sólidos y singulares esfuerzos de estimulación de la novela americana. Y su mayor sentido del riesgo lo aplica, precisamente, a los cuentos, donde la distancia corta le permite efectuar innovaciones de escritura verdaderamente notables.

Lo que también y principalmente le distingue de sus coetáneos es la temática de su obra. Doctorow no se atiene —como suelen hacer la mayoría de escritores— a un territorio acotado, más o menos amplio, pero acotado. El territorio de Doctorow es la sociedad americana a través de su Historia, nada menos. La suya es una obra que atraviesa Sociedad e Historia de modo transversal: la Nueva York del XIX en una historia detectivesca, la guerra de Secesión, los años veinte, el apogeo del gangsterismo, la guerra fría y la ejecución de los Rosenberg, la Gran Depresión, la Nueva York de los años treinta, el síndrome de Diógenes en una Nueva York decadente en los cuarenta… ¿Demasiado abarcar? No, en su caso, no con su talento.

Como dije, en los cuentos es donde prueba a hacer trabajar una escritura más audaz. Hay un bloque maravilloso formado por ‘Jolene: una vida’, verdadera historia americana, la de una superviviente natural nacida de la nada, contada con una eficiencia despiadada para dejar su sentido de la vida en manos del lector. ‘Bebé Wilson’ es una historia de amor que parte de un acto de locura, de la aceptación pasiva de esa locura y de un deambular por el país en una especie de huida natural con final feliz. ‘Una casa en la llanura’ cuenta la maldad de una madre increíblemente bien organizada y sin sombra de moral. ‘Walter John Harmon’, un relato corrosivo sobre el mundo de las sectas contado, desde su ingenua necesidad, por un adepto convencido: una voz narrativa que exige un pulso increíble.

No son los únicos. Doctorow tiene una habilidad maestra para contar el lado insólito de una historia, la cara oculta de la luna. Así sucede con ‘Niño, muerto, en la rosaleda’, un aparente caso criminal y detectivesco que encubre una historia de redención inesperada. En otros casos toma historias oídas o prestadas, como es el caso de ‘Wakefield’, fascinante puesta al día del relato del mismo título de Hawthorne. Doctorow siempre habla de la sociedad americana y siempre ofrece un punto de vista singular, distinto, en el que confluyen su mirada mental y su mirada literaria, y que resuelve con su estilo inconfundible. Introduce lo extraño, lo desconcertante, como cotidianeidad, y con ello levanta capas de conocimiento del alma humana. Es como si al hablar de la realidad lo hiciera mostrando una tercera dimensión.

‘Vidas de los poetas’ —que se inspira en las ‘Vidas de los poetas’ de Samuel Johnson— es el relato más largo: un paseo transversal de un escritor por el mundillo que componen sus conocidos —poetas, pintores, escritores—, con los que se compara y de los que se compadece. Un cincuentón, solo, separado, en su apartamento, temeroso de la muerte, de la enfermedad, de su incomprensión del mundo, que percibe la realidad como una oscura amenaza, retrato implacable de la inseguridad que proporciona la decadencia.

En la mayoría de los relatos encontraremos personajes con un punto de locura muy atractivo. Como es su costumbre, desfilan por sus textos una gran variedad de gentes y escenarios. Doctorow confía en la inteligencia y sensibilidad de sus lectores, pero nunca los desconcierta; sólo los estimula y los deja respirar. Es su admirable condición de escritor.

Cuentos completos. E.L. Doctorow. Traducción de Carlos Milla, Isabel Ferrer, Jesús Pardo. y Gabriela Bustelo. Malpaso. Barcelona, 2015. 504 páginas. 22 euros.

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