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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De la infamia

El Toro de la Vega dejó cientos de antitaurinos, cientos de carniceros y una nueva perla de Mariló Montero, medalla de oro de la discrepancia entre el potencial de aprendizaje y el nivel de rendimiento de una persona

Ángel S. Harguindey

El martes fue un día intenso: se supo que Mariano Rajoy asistirá con su mujer a la boda de Javier Maroto, vicesecretario sectorial del Partido Popular, y José Manuel Rodríguez, su pareja desde hace 19 años. Todos los informativos —bueno, todos no— dejaron constancia de la incomodidad de las videotecas: que si peras, que si manzanas, que si no se garantiza la continuidad de la especie humana, en fin, que la memoria audiovisual reciente es una lata.

Con todo, la noticia nacional que inundó los informativos, programas y tertulias televisivas fue el Toro de la Vega o cómo un pueblo de 9.000 habitantes con un alcalde socialista puede conseguir en una mañana de septiembre que esto que llamamos España entre una vez más en la historia universal de la infamia (¡hola, Borges!).

Cientos de antitaurinos, cientos de carniceros (fue un ganadero de toros bravos el que lo definió como “una carnicería” para distinguirlo de la tauromaquia) y una nueva perla de Mariló Montero, presentadora de La mañana de La 1 y medalla de oro de la discrepancia entre el potencial de aprendizaje y el nivel de rendimiento de una persona: “Ha crecido en una gran finca con buenos piensos y se le ha preparado para este torneo. No olvidemos que es un toro para carnicería, que todos comemos carne”. Todos no, querida Mariló: la reina Sofía, por ejemplo, ni la prueba.

Ya en terrenos más sesudos, destacar las declaraciones del ministro Catalá, que ha tenido a bien hundir más la autoestima ciudadana al recordarnos que “es una tradición histórica y cultural que no está prohibida actualmente en España”. A estas alturas, y después de la ley de seguridad ciudadana, el Toro de la Vega debe de ser de lo poco que no está prohibido en España, por lo que resultaba redundante el lema de la manifestación vallisoletana en favor del festejo, el muy mayosesentayochista “Prohibido prohibir”.

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