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El baile es cosa de dos

Manuela Carrasco y Antonio Canales celebran su 'Reencuentro' en el festival Flamenco on Fire de Pamplona

Los bailaores Manuela Carrasco y Antonio Canales durante su actuación.
Los bailaores Manuela Carrasco y Antonio Canales durante su actuación.Jesús Diges (EFE)

Bailar es siempre una especie de afirmación de la vida, pero el baile flamenco lo es de forma abundante, pues afirma el cuerpo y la tierra que pisa, los dos ejes fundamentales de la reivindicación vital humana. Algo de esa afirmación vimos anoche en el espectáculo presentado en el auditorio Baluarte de Pamplona, dentro del programa de la segunda edición de Flamenco on Fire, que reúne a buena parte de los más consagrados artistas flamencos, clásicos innovadores.

El baile de esta noche lo ponían dos artistas geniales: Manuela Carrasco y Antonio Canales, en un espectáculo bautizado como Reencuentro, dado que ya habían bailado juntos en 1997 y 2003. Esta vez se reunían ad hoc para el festival navarro. No se trata de una colección de pasos a dos, sino el baile de cada uno por separado: tonás, seguiriyas, Tarantos y soleá. Sólo coinciden en el secundario al principio, cuando Canales sale a recibir el paseo majestuoso de Manuela, y al final, cuando se enzarzan en una chispeante pataíta por bulerías.

La sevillana no es una bailaora fácil, como buena personalidad tocada por el genio, así que su biografía está también salpicada por algunas espantadas. Digamos que necesita un cierto estado de ánimo y, desde luego, un determinado clima ambiental para poner toda su fuerza, que es inmensa, al servicio de su baile. Y anoche parece que esa conjunción planetaria se dio, pues bailó como los ángeles (pero con cuerpo, que no sólo de espíritu vive el baile) ante el entusiasmado püblico que en número notable ocupó las localidades del Baluarte pamplonica.

Bailó realmente con ganas, con ese recogimiento suyo peculiar, como si en ese momento sólo existiese el baile, ese baile reconcentrado,íntimo, técnico y feliz a la vez. Un recogimiento, por cierto, que se mantiene aun cuando en las escobillas sus potentes pies parecen amenazar la solidez del suelo.

Canales

Antonio Canales es un bailaor formidable, un verdadero fuera de serie, pero le costó triunfar. Trabajó, además, en su contra aquel vendaval que se llamó Joaquín Cortés, mientras el luchaba por un espacio con un espectáculo excelente, aquel lejano Torero que montó con la complicidad y el asesoramiento en el manejo del capote del torero Ortega Cano.

Llegó por fin el trabajado triunfo, y con él llegaron los excesos. Las claqueladas infinitas para delirio de un público fácil que aplaudía cualquier ocurrencia suya.

Pero han pasado los años, y ahora ha perdido energía, rapidez y hasta está un poco fondón. Sin embargo, si ustedes escuchan decir que ya no baila, que ya no es el de sus años mozos, digan que es mentira, que son habladurías, que se trata de una leyenda urbana. Porque justo ahora es cuando hay que ir a verlo y a emocionarse con su baile, más íntimo, más conmovedor, como envuelto en la sombra del amor oscuro, y por ello también, más luminoso.

El baile a veces -como decía Gaya de la pintura- no es poner, sino ir quitando, desnudando, despojándose de hojarasca para dejar lo esencial. Justo ahora es cuando hay que ver y disfrutar de Canales. Y de Manuela, siempre.

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