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Lady Gaga y Tonny Bennett, la extraña pareja

Asistimos, en Montreux, a una de las alianzas musicales más estrambóticas de los últimos tiempos: Lady Gaga y Tony Bennett

Diego A. Manrique

Por si necesitaban un ejemplo del aceleramiento de los tiempos en la música pop: Bob Dylan ha necesitado 53 años para atreverse a entrar en ese imponente rascacielos del siglo XX que son los standards estadounidenses; Lady Gaga ha recurrido a esa jugada seis años después de irrumpir en la pista del circo pop.

Cierto que no son discos equivalentes. En Shadows in the night, Dylan lleva a su crepuscular territorio diez canciones poco conocidas del repertorio de Sinatra, convertidas así en música para un nightclub frecuentado por vaqueros melancólicos, banda sonora para una improbable película de David Lynch. Lady Gaga ha optado por el homenaje al viejo estilo del show business: recrea los grandes éxitos del Tin Pan Alley a todo lujo, con alardes de trompetería y violines. Además, en Cheek to cheek, va de la mano del último gran representante vivo de esa era dorada: Tony Bennett.

Él aporta credibilidad y ella un público amplio. Algo apreciado por Anthony Benedetto, 88 años, protagonista de una asombrosa resurrección comercial. A principios de los 80, atrapado por la dama blanca de la cocaína, Tony se libró por los pelos de morir por sobredosis; la Hacienda estadounidense quería, literalmente, ponerle en la calle para cobrarse los impuestos impagados.

Fue su hijo Danny quien diseñó un plan de relanzamiento que hoy se estudia en las escuelas de negocios. Discos conceptualmente fuertes, apariciones en los late night shows televisivos y aproximación a la MTV. Todo realizado sin comprometer su clasicismo ni tomar atajos (nada de versiones de éxitos del rock, como hizo Paul Anka). Aparte, rompió el hipócrita código de silencio de los crooners históricos al criticar el belicismo de George W. Bush o hablar de sus problemas con las drogas.

Para Lady Gaga, 29 años, el emparejamiento tiene beneficios obvios. Tras patinar con su ambicioso Artpop (2013), se vio superada por otras cantantes expertas en generar polémicas. Con Cheek to cheek y la gira correspondiente, está diciendo que ella pertenece a otra categoría. Que se sitúa, como dirían los francófonos de Montreux, au-dessus de la mêlée.

Lady Gaga se ha otorgado un tiempo muerto en una competición que iba perdiendo por goleada. Cuando vuelva a grabar canciones propias, se beneficiará de una imagen enriquecida: ha superado una prueba dura, ha borrado cualquier duda sobre sus recursos vocales, ha cumplido con el vasallaje a sus mayores (una Miley Cyrus seguramente ni sabe que existe ese rito).

Lo que ocurra comercialmente con ese futuro disco pop ya es otro cantar. También Madonna, campeona olímpica en longevidad de carrera, sacó muchos discos que pincharon. Lady Gaga ha ingresado en su etapa adulta con Cheek to cheek, y cabe imaginar que el sector más inteligente de sus fans sabrá identificarse con sus próximas búsquedas.

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