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‘Fuenteovejuna’ grita en Almagro

150 vecinos de Fuente Obejuna representan la obra de Lope de Vega "en el templo del teatro clásico"

Rocío García
Tres de los vecinos del pueblo en la representación de 'Fuenteovejuna', de izquierda a derecha: Francisco Osuna (El comendador), Ana Molina (Laurencia) y María Dolores Pérez (Pascuala).
Tres de los vecinos del pueblo en la representación de 'Fuenteovejuna', de izquierda a derecha: Francisco Osuna (El comendador), Ana Molina (Laurencia) y María Dolores Pérez (Pascuala).Guillermo Casas

Era ya de noche cuando se abrieron las ventanas verdes de las hermosas galerías que abrazan la Plaza Mayor de Almagro. Las miradas de esos privilegiados vecinos se concentraron en un gran escenario instalado en uno de los lados de la plaza para asistir a un acontecimiento popular muy soñado y esperado en esta ciudad de teatro. 150 vecinos de la localidad cordobesa de Fuente Obejuna representaban por primera vez fuera de sus calles la obra de Lope de Vega Fuenteovejuna, ese grito de un pueblo contra la opresión y el atropello de los poderosos.

Casi cuatro horas antes del comienzo de la función, todavía bajo un calor implacable, otros vecinos fueron ocupando las sillas habilitadas para no perderse semejante evento. La obra de Lope se representa desde 1992 cada dos o tres años en Fuente Obejuna por los propios habitantes y en el marco histórico en el que sucedieron los hechos en 1476.

El mito de esa lucha de un pueblo de labradores y de bravas mujeres que se levantan contra la tiranía que representa el comendador Fernán Gómez de Guzmán, al que le dan muerte al grito de “Fuente ovejuna todos a una”, recorre la vida de los vecinos de Fuente Obejuna. El director de esta compañía vecinal tan bien avenida, Ángel Luis Martín, un técnico de 48 años que trabaja en la concejalía de Cultura del Ayuntamiento, lo tiene claro. Nervioso y emocionado, esperaba la hora del espectáculo. “Para nosotros, que no somos profesionales, venir a Almagro, que es el templo del teatro clásico, supone un compromiso y una responsabilidad muy grande. Lope nos dejó en herencia esta obra sobre la injusticia y estamos orgullosos de defender este legado. Todos los nacidos en Fuente Obejuna llevamos dentro el compromiso de defenderlo y transmitirlo”, aseguraba Martín, poco antes del comienzo del montaje.

“¿Quién no ha sufrido un Fuenteovejuna en su vida?”, se preguntaba el director de la función. Y él mismo se respondía. “El texto de Lope no es un texto fosilizado. Muchas de las situaciones que vivimos hoy en nuestro país podían llevar el apellido de Fuenteovejuna”.

Con una plaza llena a rebosar, la representación de esta obra dejó perplejos a más de uno. No son profesionales, es verdad, pero la pasión y el empeño que pusieron en el montaje fueron más que dignos. De los 150 vecinos que vinieron desde Córdoba, también algunos niños, 44 formaban parte de una orquesta que interpretó en directo una música compuesta para la ocasión por el guitarrista José Manuel Hierro.

Un gran castillo de almenas, caballos, pendones y estandartes militares, lanzas y espadas. Nada faltaba en este Fuenteovejuna vecinal en el que también el vestuario, grandes ropajes para los Reyes Católicos, trajes luminosos para las labradoras, austeros para los hombres, estaba a la altura que merece esta obra. Los actores, conscientes de lo que se jugaban, clamaron los versos con una dicción que se notaba trabajada.

El papel de Laurencia, la joven labradora que, vejada por el comendador, arenga a los hombres del lugar a vengarse para acabar con tanta injusticia —“Liebres cobardes nacisteis, bárbaros sois no españoles. Gallinas, ¡vuestras mujeres sufrís que otros hombres gocen!”— fue de los más sorprendentes y aplaudidos de la noche. Ana Molina, una arquitecta de 33 años, con estudio abierto en su pueblo, fue la encargada de interpretarlo. “Laurencia es el punto de inflexión que representa la lucha contra el poder y la tiranía. Como vecina de Fuente Obejuna tengo el compromiso que nos dejó escrito Lope de Vega para que nunca olvidemos que la unión hace la fuerza”.

Las ventanas verdes de la plaza de Almagro solo se cerraron cuando estos vecinos cordobeses, emocionados por la calurosa acogida, dijeron adiós lanzando besos al público.

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