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‘IN MEMORIAM’

Juán José Falcón Sanabria, el compositor atlántico

El músico canario lega un brillante catálogo de más de ochenta obras sinfónicas, corales y de cámara, además de una ópera

Juan José Falcón Sanabria, compositor, en 2007.
Juan José Falcón Sanabria, compositor, en 2007.QUESADA (LPRFOTOS)

Juan José Falcón Sanabria, uno de los compositores contemporáneos españoles más importantes de los últimos 50 años, falleció el pasado martes en Las Palmas de Gran Canaria, su ciudad natal, a la edad de 79 años.

Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes y premio Canarias de Bellas Artes e Interpretación, Falcón Sanabria lega un brillante catálogo de más de 80 composiciones, que incluyen música sinfónica, coral y de cámara, así como numerosos arreglos del cancionero tradicional canario. También destacó su importante labor docente en el Instituto Isabel de España y en el Conservatorio de Música de Las Palmas.

Los críticos coinciden en afirmar que el punto de partida de Falcón Sanabria como compositor de proyección nacional se encuentra en el Poema coral del Atlántico (1971), para coro, inspirado en los cuadros del Poema del mar del pintor modernista canario Néstor Martín Fernández de la Torre, contemporáneo y amigo de García Lorca y Rafael Alberti. La obra fue estrenada dos años después por la Coral Polifónica de Las Palmas, fundada por el propio Falcón, y ese mismo año fue interpretada en Helsinki por el Coro de Cámara de la RTVE de Finlandia en la que sería la primera difusión internacional de su obra.

Por otra parte, el estreno en el Teatro Real de Madrid de su obra Kyros (1983) para orquesta, en un memorable concierto de la Orquesta Nacional de España bajo la dirección de Werner Torkanowsky, supuso el reconocimiento de su obra en los círculos nacionales y evidenció el afianzamiento de un lenguaje personal que el propio compositor definió como “primera madurez”.

Para el crítico y musicólogo Guillermo García-Alcalde, autor de una amplia y minuciosa biografía de Falcón Sanabria, hay que distinguir tres etapas en su producción musical. La primera, un periodo de escritura y lenguaje tradicionales que abarcaría los años comprendidos entre 1959 y 1971. Hacia 1972 se produce una “ruptura consciente” que iniciaría una nueva etapa de experimentación en los nuevos lenguajes, periodo en el que aflora la personalidad de su música. Y una tercera etapa, de 1982 hasta nuestros días, donde se produce una “consciencia plena y desarrollo progresivo del lenguaje”, etapa que coincide con su encuentro con Francisco Guerrero, que le facilita el camino hacia el estructuralismo y la utilización de la informática.

Otras obras significativas de Falcón Sanabria son Aleph (1985), Agáldar (1987), Itálica (1990), Celebración del sonido (1991), Atlántica (1992), Hesperidum (1994) y la Sinfonía urbana (1990), para orquesta, en la que toma como referencia su propia ciudad. El compositor Tomás Marco se refirió a esta obra con las siguientes palabras: “Algo hay en ella de la fresca imaginación de un Varèse, del acento festivo de un Copland, del ritmo desbordante de un Bernstein o de la sabia descripción paisajística de un Ives”.

Uno de los momentos más felices de Falcón Sanabria fue el estreno en septiembre de 2007 de su única ópera, La hija del cielo, con libreto de García-Alcalde, escenografía de La Fura dels Baus y Gerd Albrecht dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de Helsinki, en la reinauguración del teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria. Fue un auténtico homenaje a un compositor y un dinamizador de la cultura hecha en Canarias. Porque su ciudad, sus islas, no hubieran sido lo mismo sin su trabajo generoso y abnegado en los difíciles sesenta y setenta.

Falcón Sanabria fue un artista comprometido con su tiempo. Desde los años oscuros del franquismo formó parte, junto a otros jóvenes isleños, de círculos de opinión que combatían el sinsentido de la dictadura. Años después, ya en la Transición, sería uno de los firmantes del Manifiesto del Hierro, junto a otros artistas e intelectuales como Martín Chirino, Manuel Padorno o Tony Gallardo, que recogía las aspiraciones de todos los creadores canarios para construir una cultura en libertad. Los tiempos estaban cambiando.

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