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ENTREVISTA

Elif Shafak: “Turquía se ha cerrado para las mujeres y el amor”

'La bastarda de Estambul' le valió un juicio por abordar el genocidio armenio. Ahora vuelve con 'El arquitecto del universo', una novela que pone voz a las minorías silenciadas

Elif Shafak en Estambul.
Elif Shafak en Estambul.miguel ángel sánchez

Los secretos de la belleza tienen nombre propio y a veces vuelven para recordar su autoría. Sinan es el del arquitecto otomano que sembró de belleza Estambul en el siglo XVI y desde ahí influyó en el mundo islámico.

Sinan y sus aprendices resucitan de la mano de Elif Shafak en la novela El arquitecto del universo (Lumen). Allí escribe que “la verdad es una mariposa, se posa aquí y allá. Corres tras ella con un cazamariposas. Si la capturas, te sientes feliz. Pero ella no vivirá mucho”. Shafak trata de cazarla. Ya lo intentó en La bastarda de Estambul, la novela en la que abordó el genocidio armenio. El Gobierno la llevó entonces a juicio, pero fue absuelta. Ahora, ha novelado los días de gloria de Estambul y mientras pasea por la ciudad analiza el presente de Turquía mientras recorre cinco pilares de su capital.

Una ligera llovizna cae sobre Estambul. Shafak va por las aceras esquivando paraguas. Llega entusiasta a una tetería para mostrarla como una de las señas de apertura de su país. Avanza entre la neblina del humo de las pipas de agua. De pronto, se gira sorprendida: “Solo hombres. Hasta hace poco también podían venir mujeres”. Tuerce el gesto. Las minorías es uno de sus temas, en la época de Sinan y ahora. “Puede ser sexual, racial o cultural, lo cierto es que Turquía ha sido reprimida, silenciada, y quiero escuchar su voz, introducir su historia en la literatura. Quiero contar el imperio otomano desde el punto de vista de las minorías. No solo los hechos, también los silencios. Este país en temas de la mujer y del amor es una sociedad muy cerrada”.

Sale de la tetería y una calle parece llamar sus pasos; es una de las entradas al famoso Gran Bazar, inmenso y laberíntico. “La historia en Turquía está viva. El pasado vive dentro del presente y seguimos viviendo sus consecuencias; por tanto, una comprensión mejor del pasado sirve para no cometer los mismos errores. Pero la sociedad turca tiene amnesia colectiva. Esta es una sociedad muy impositiva donde la gente sigue pensando en tribus, en nosotros o ellos, y yo quiero decir que no pertenezco a nadie. No hay nada peor que una única verdad absoluta. La historia cambia dependiendo de quien la cuenta, hay que mirar desde diferentes ángulos”.

La novelista sale del Gran Bazar y se topa con una Turquía en ebullición, se pierde entre la gente hasta llegar a un punto donde los olores lo invaden todo, salen de ambos lados de la calle donde los expositores de madera contienen pequeñas colinas de polvos de colores, docenas de especias. Un ejemplo histórico de diversidad y mestizaje que la escritora ve en retroceso: “Hace seis años hubo una encuesta sobre el apoyo para entrar en la UE y era el 75%, ahora es el 20%. Pero esto puede cambiar. Este es un país patriarcal y conservador, sexista y homófobo; sin embargo, hay mucha esperanza, hay gente joven y mujeres que cuestionan lo que sucede”.

Tras cinco siglos hemos progresado en muchos aspectos, pero hemos visto cómo las divisiones basadas en la religión siguen siendo fuertes. Y nadie tiene derecho.

La escritora habla del Quijote, de Thomas Mann, de García Márquez, de Jorge Luis Borges… Sube por unas escaleras escondidas y entra en la mezquita de Rüstem Pasha, una de las obras del arquitecto Sinan: “Tras cinco siglos hemos progresado en muchos aspectos, pero hemos visto cómo las divisiones basadas en la religión siguen siendo fuertes. Y nadie tiene derecho. Tenemos que dejar de vernos como objetos y unidades colectivas e interactuar como compañeros. Hemos abandonado la idea del humanismo demasiado pronto sin sustituirlo por nada mejor”.

Tras la salida de la gente de la oración, la escritora baja por otras escaleras. Vuelve la vida agitada de Estambul. A 200 metros está el Bósforo, y en ese punto de encuentro de Oriente y Occidente habla de la unión del mundo analógico y digital: “En Oriente Próximo, la mitad de los usuarios de Internet son mujeres. Twitter y Facebook son especiales para ellas porque no pueden existir en la esfera pública. Yo escribo en inglés y en turco. A veces creo polémica porque, por ejemplo, apoyo al movimiento LGTB en Turquía o denuncio la violencia contra las mujeres”.

Alguna nube gris ha quedado rezagada. De fondo quedan las palabras de Sinan a su aprendiz Jahan, cuando le explica que la arquitectura es una ciencia que se basa en tres cualidades: fuerza, uso y belleza; y le lanza a él, y a todos, una pregunta del diablo: “Dime, si tuvieras que sacrificar una de ellas, ¿por cuál te decantarías?”.

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