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Un flamenco en la jungla electrónica

El cantaor Niño de Elche abre el festival Sónar a la fusión con lo jondo

Javier Martín-Arroyo
Francisco Contreras, Niño de Elche, rodeado por el dúo Los Voluble.
Francisco Contreras, Niño de Elche, rodeado por el dúo Los Voluble.

Después de dos décadas de fusiones eclécticas, el Sónar abraza el flamenco por primera vez este sábado. Abre la veda el cantaor Francisco Contreras, Niño de Elche, que junto al dúo Los Voluble presenta RaVerdial, una mezcla de rave y el palo flamenco verdial, con formato de fiesta experimental sonora y audiovisual. En el escenario SonarComplex los quejíos se alternarán con el gabber –estilo extremo dentro del hardcore techno-, entrelazando guitarras flamencas y electrónicas, crótalos, cajas de ritmos, pedales de efectos y hasta sirenas de barcos para sorprender, ese verbo tan difícil de conjugar a estas alturas en el universo Sónar.

“El flamenco se ha marinado poco con la electrónica ¿A qué suena RaVerdial? A colectividad, a panda, a fiesta, en el sentido ancestral. A ritmo acelerado”, ilustra Pedro Jiménez, de Los Voluble, dúo que ha organizado durante años en Sevilla el festival alternativo Zemos98. Las fusiones del flamenco con la electrónica han tenido tonos light con Chambao, coqueteos a través de Ojos de Brujo, y matices en propuestas rockeras de Triana o Morente y Lagartija Nick con su disco Omega.

Francisco Contreras, Niño de Elche, es un flamenco atípico cargado de frases reivindicativas, de esos que junto a otros díscolos como Israel Galván en el baile, no teme romper fronteras y siempre prefiere arriesgar. "Raverdial ha hecho que mi posición como cantaor-cantante-cantor se haya desplazado un poco haci un terreno inexplorado para mí hasta el momento y eso siempre es no solo de agradecer sino de alabar", valora Contreras. Gracias a su voz rompedora, el cantaor capitanea el equipo de cinco músicos en RaVerdial, una propuesta extravagante que utiliza la rapidez de los verdiales para exprimir el ritmo fiestero.

Jiménez enfatiza este vertiginoso compás. “Hemos analizado cómo trabaja el ritmo verdial y vamos a 180 bits por minuto. Es un palo ancestral anterior al flamenco, de los montes de Málaga, con la particularidad de que reunía pandas que entraban en trance colectivo. Tenía que ver con el solsticio de invierno y la siembra en el campo”, subraya Jiménez.

Enric Palau, codirector del Sónar, explica cómo el flamenco y la rave se han abierto hueco juntos en el cartel tecnológico de la 22ª edición: “El público está habituado a que el Sónar les dé sorpresas, casos de Omar Souleyman y el regatón. Nos encanta arriesgar con nuevos lenguajes y la gente viene dispuesta. La propuesta nos hizo dudar, pero viendo la ruptura de Niño de Elche y las disciplinas de videoarte nos pareció perfecto. Soy muy fan de su último disco”.

La banda tiene a Niño de Elche al frente con su potente voz, Raúl Cantizano a las guitarras eléctricas y flamencas, Pablo Peña con las cajas de ritmos, Benito Jiménez con los samplers y Pedro Jiménez con las imágenes, tan políticas y actuales como que incluye a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

Un artista poliédrico

El Niño de Elche nunca para quieto, y el año pasado simultaneó sus frecuentes actuaciones en Francia con hasta ocho proyectos entre discos, una participación en una producción teatral rusa, documentales y libros.

Su tono de voz calmo no casa con una cabeza en ebullición que dispara dardos hacia la conciencia, también la más difuminada y en problemas hoy día, esa denominada colectiva. "Lleváis grumos de sangre en las corbatas", rezaba con acidez una pintada sobre una entidad bancaria que Francisco Contreras incluyó en el periódico que regala con su último disco Sí, a Miguel Hernández, que "remezcla" al poeta de Orihuela.

En su cóctel entran sin complejos el flamenco pero también el metal, el rap, el rock y desde ya la electrónica. Hasta conseguir que no chirríe. Su último disco es Voces del Extremo, publicado esta primavera, en la que ha parido colaboraciones con artistas como Isaías Griñolo, con vídeos tan estimulantes como Estrategias de distracción.

Sin pelos en la lengua, el artista utiliza su potente voz para impactar, y también escandalizar. "La perversión me gusta… meter el dedo en la llaga sobre temas provocativos (…) Lo primordial es el discurso", aclara. Eso hizo en el Festival de cine de Sevilla en 2013, cuando disparó su música con dos poemas de fondo, uno de T. S. Elliot sobre una relación homosexual sadomasoquista y una adaptación de Las once mil vergas de Apollinere. "El de Elliot era un sonido industrial, dentro del formalismo del festival de cine (…) el técnico de sala del teatro Lope de Vega le dijo al técnico de sonido que bajáramos el volumen, porque con el ruido que estábamos haciendo había peligro de que la lámpara se dañara", comentaba divertido. "El pacto con Cienfuegos [José Luis Cienfuegos, director del festival] era que yo iba a hacer lo que me diera la gana".

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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