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El festival de Fez fusiona lo sagrado con lo más terrenal

La ciudad más antigua de Marruecos acoge un encuentro de músicas sacras

Francisco Peregil
Seguidores del rapero marroquí Muslim, durante el concierto celebrado el miércoles 27 de mayo en Fez.
Seguidores del rapero marroquí Muslim, durante el concierto celebrado el miércoles 27 de mayo en Fez.Ágata Fornós

Ahí está Diego, El Cigala, a las cinco de la mañana en un hotel de Fez. Hace unas horas ha cantado en el Museo Batha, debajo de una encina milenaria, en un espacio de cuentos de Las mil y una noches. Su público lo componían jóvenes marroquíes de las mejores familias de la ciudad, y turistas europeos, sobre todo franceses y españoles. Buena parte del millón y medio de habitantes que tiene la ciudad más antigua de Marruecos no pueden costearse los 300 dírhams (algo menos de 30 euros) que vale la entrada. Estamos en la 21.ª edición el Festival de Músicas Sagradas del Mundo. En Fez. Pero entiéndase por sagrada o sacras todo lo que quepa bajo la palabra espíritu. Y como lo que cabe es mucho, al día siguiente habrá entrada gratis en la gran plaza de Boujloud para ver al rapero Muslim, premiado en 2014 como el mejor de Marruecos. Veinte mil jóvenes aplacan como pueden la energía y las ganas de ver al hombre que canta las verdades que quieren escuchar.

En cuanto aparece Muslim en el escenario toda la plaza empieza a corear Al Rissala (El Mensaje), la canción que se ha convertido ya en un himno entre los chavales marroquíes. Música sagrada para ellos con una letra bien terrenal:

En el nombre de los jóvenes de este país escribo esa letra, porque la cosa está mal. Más que mal, está fatal. Desde que nacimos estamos aguantando y la paciencia se nos ha acabado. Dicen que pronto se arreglara, pero va empeorando… En nuestros rincones muriéndonos lentamente, con droga y hachís luchamos contra el paro. No trabajamos nada y nuestras vidas van a la basura. Tanto el que es analfabeto como el que no lo es, todos vamos en la misma red.

Las murallas milenarias rodean la plaza. Estamos a menos de un kilómetro de la famosa medina de Fez, la más grande del mundo, la zona peatonal más grande del mundo: es un laberinto bien señalizado de 300 hectáreas, léase 300 campos de fútbol, con 9.000 calles, unos 2.000 callejones estrechísimos sin salida y más de 200.000 personas viviendo dentro. Es una ciudad medieval donde el medio de transporte en el que llegan los alimentos y sale la basura son los burros, entre palacio, palacetes, universidades.

Estamos en la 21ª edición el Festival de Músicas Sagradas del Mundo. Pero entiéndase por sagrada lo que quepa bajo la palabra espíritu

Entre las casas desvencijadas con sus antenas parabólicas también hay palacios con jardines y albercas que recuerdan a la Alhambra. La ciudad aún conserva el esplendor de cuando era un cruce de civilizaciones. Y la intención de este festival que cumple 21 años y que se ha celebrado desde el 22 al 30 de mayo, es la de juntar religiones, espíritus diversos y que dialoguen. “Puede que sea una gota en el desierto de radicalismo que vivimos hoy en día”, dice un espectador californiano en el concierto de Diego, El Cigala, pero una gota es un milagro”.

El festival tiene varios ambientes: el de los intelectuales y familias bien que hablan cuatro o cinco idiomas y se dejan caer por museo Bahta para ver al Cigala o a un grupo corso de música polifónica. El de las familias más adineradas que acuden al impresionante espacio Bab Makina, donde mucha gente no desentonaría en un desfile de modelos. Y después está el ambiente popular de la plaza y los conciertos gratuitos, como el que ofreció el rapero Muslim en la noche del miércoles.

A menos de un kilómetro de la inmensa medina medieval, Muslim sigue hablando de problemas bien actuales, separado de sus admiradores por muchas vayas y decenas de policías. Sigue con los versos de Al Rissala:

Si quieres trabajar coge una pala o sigue el camino de tus hermanos criminales y ladrones. Pobre Gobierno, que no puede con nada. A partir de ahora no hay descanso. Encontrarnos una situación, y si no la tendremos que liar antes de que sea tarde…

De pronto se corta el sonido, cosas que pasan en directo. Muslim abre las manos como diciendo que no puede hacer nada. Y los chavales le dicen que no se preocupe, que no pasa nada, que siguen ahí con él.

Y así tres o cuatro veces, en distintas canciones. Muslim sigue:

Por eso queremos que sintáis por una vez lo que nosotros sentimos, para que sepáis de verdad lo que es ser un luchador. ¿Cómo os sentís? Los jóvenes no saben qué hacer con su vida y están perdidos. Qué pena… Pasan años en la cárcel e inmigrando a países extranjeros. Nuestros hijos vagabundos en las calles y nuestras hijas en el mundo de la prostitución. Viven la vida de la calle y eso hizo de ellos malas personas. No queda tanto para que suene la alarma y esto es sólo una letra escrita con lágrimas… Con lágrimas y sangre de los pobres”. No son ofensivas, mi única arma es mi palabra. Así que no te hagas el tonto, que esto va por ti y por los otros. ¿Quién os creéis que sois para condenarnos a este sufrimiento? Escuchad lo que valéis, hijos de perra.

Se acaba el concierto y miles de jóvenes regresan en grupos a sus casas, entre las kilométricas murallas de los palacios reales. Habrá pocas ocasiones para ellos de disfrutar de un espectáculo semejante. Al menos, hasta el año que viene, en la próxima edición del Festival de Músicas Sagradas del Mundo. Una maravillosa gota en el desierto.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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