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DE FRENTE | MANUELA MENA

“Debería haber un ministerio para el entendimiento autonómico”

Madrileña, es jefa de conservación del Prado y comisaria de la exposición sobre Goya

Juan Cruz

¿Cómo se convive con la belleza? Depende de lo que entendamos por vivir. Si nos atenemos a Platón, “la belleza es el esplendor de la verdad” y la verdad es lo único que me importa como historiadora y como persona.

¿Encuentra mucha mentira alrededor? En mi trabajo, no. Nos decimos la verdad y nos reímos; el humor forma parte de la verdad. No veo que tenga muchas mentiras alrededor.

Algunas habrá. Sin importancia. Hay que ser tolerantes con las mentiras porque la mentira intenta ocultar siempre un defecto, y debemos ser tolerantes con los defectos de los demás.

¿Qué mentira le resultaría inaguantable? Las mentiras políticas. En toda mentira hay claves para interpretar a quien te miente y esas mentiras de la política tienen una forma de expresarse que captamos antes de que abran la boca. Me resultan muy desagradables.

Cuando llegó el ‘Guernica’ fue un momento de ilusión entre nostros. Éramos más jóvenes”

¿Cuáles la han irritado últimamente? ¡Quieres ponerme en el disparadero!

Quiero “el esplendor de la verdad” de Platón. Una de ellas es esa que dice que España va mejor... Creo que a todos nos da risa cuando lo oímos. ¡Lo tenemos que tomar como parte del amor patrio! Me irrita porque esa mejoría no la veo cerca.

¿En qué no va mejor? No va mejor en el entendimiento entre unas partes y otras de España. Creo que está irritando de una forma gravísima la convivencia.

¿Qué hacer? ¡Debería crearse un ministerio del entendimiento entre autonomías! ¡Con psiquiatras, sociólogos, antropólogos, que enseñaran a entendernos y a apreciar lo que tenemos de diferentes!

¿De dónde viene la cizaña? Forma parte de todo, no es sólo una cizaña política. Si pensamos en una figura como el Yago de Otelo, Yago es la cizaña y todos tenemos dentro elementos exaltables. Si hay un Yago que con palabras suaves nos va diciendo lo que no debes aguantar, pues saltas.

Es evidente esa chispa. ¿Le da miedo? ¡Hombre, es el inicio de las guerras!

¿Cree que estamos en un momento así? No creo... No sé porque no he vivido ninguna guerra, pero históricamente las guerras saltan por una cuestión baladí casi siempre. Hay que tener cuidado. Nos levantaron las grapas sin cuidado. El error fue no haber creado ese ministerio de la comprensión nacional.

Usted convive con el Guernica, una metáfora mayor de la chispa... La llegada del Guernica al Prado fue un momento de unión, de esperanza, de ilusión, también de juventud: éramos más jóvenes.

Quizá tendría que enseñarse en las escuelas. Para que se conocieran las consecuencias de las guerras, que son brutales. Recogí material para entender el cuadro. Compré el programa de la ópera de Wagner del 19 de julio del 36, cuando la fue a ver Hitler. Por esa ópera llamó Fuego eterno a la operación que devastó Gernika.

¿Qué sintió? Es aberrante que el arte puro de Wagner, que tiene que mover a las personas a la belleza y a la verdad, se utilizara de esa forma torticera para llamar a la división de aviones que bombardearía España.

Y que la belleza actúe como incitación al horror... Es demoniaco.

¿Qué ocurrió entre aquel momento en que nos juntó el Guernica y este momento en que poco nos junta? Éramos un país unido a la fuerza; estábamos unidos con grapas. Nos levantaron las grapas sin cuidado. El error fue no haber creado ese ministerio de la comprensión nacional.

¿Cómo tendría que ser? Un ministerio del reconocimiento mutuo. Me duele como si me cortaran un brazo cuando pienso que parte de la España que me enseñaron mis padres se va a desgajar.

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