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Adiós al Cervantes de Bruselas

La Embajada de Etiopía adquiere el inmueble de la sede del instituto en la capital belga

Instituto Cervantes en Bruselas.
Instituto Cervantes en Bruselas.Delmi Alvarez (Delmi Alvarez)

La marca España acaba de perder en Bruselas uno de sus principales escaparates. Tras casi 20 años propagando la cultura española desde un distinguido palacete en la capital europea, el Instituto Cervantes ha vendido su sede, reconocida como monumento de la región de Bruselas. Si el edificio resulta singular, más lo es el comprador. La Embajada de Etiopía, un país cuyo PIB representa un 4% del español, ha adquirido el inmueble para desplazar allí sus oficinas. Y hasta que el Cervantes encuentre una nueva sede, Adis Abeba cobra a Madrid un alquiler mensual por lo que hace apenas tres meses formaba parte del patrimonio del Estado.

Los detalles de la operación y la ironía de ser absorbidos por uno de los Estados más pobres del mundo han molestado a los próximos al instituto, incluidos representantes diplomáticos que rehúsan ser identificados. “Ha sido una gran ventaja para nosotros. Necesitábamos oficinas y encontramos un lugar estratégico [en pleno barrio europeo de la capital belga] a un precio razonable. Estamos muy contentos”, explica Adugna Oumer, consejero de la Embajada etíope ante la Unión Europea. Lo que él considera un precio razonable, 3,23 millones de euros, representa para el instituto una inyección de dinero fresco. Mientras Adis Abeba abandona un alquiler en el edificio contiguo para mudarse a la sede del Cervantes, la institución española recorre el camino inverso al buscar con urgencia un arrendamiento.

Aunque el objetivo que mueve esta operación es esencialmente económico, un portavoz de este organismo en Madrid argumenta que existía también “una necesidad de modernizar las instalaciones y de buscar un espacio más funcional” para las diferentes actividades del centro, que ofrece clases de español, cursos, charlas y alberga una biblioteca con más de 30.000 volúmenes. Pese a todo, el acondicionamiento de este palacete de 1.431 metros cuadrados es relativamente reciente. España lo adquirió en 1992 —poco después de la creación del instituto— y realizó una ambiciosa obra de remodelación que culminó a finales de 1997. Diecisiete años después de haber comenzado a explotarlo, se ha vendido.

“En realidad esto no es sino un truco para mejorar momentáneamente las cuentas del Estado en un año de elecciones, aunque ello suponga perder una ubicación señera, bastante adaptada a sus finalidades, generar incomodidades y perder imagen”, lamenta el historiador Ángel Viñas, residente en Bruselas y próximo al Cervantes, donde ha impartido cursos. Viñas insta a la institución a divulgar el análisis coste/beneficio de la operación para comprobar “si tiene sentido económico”. La ventaja es que esos más de tres millones de euros impactan directamente en las arcas del Cervantes en un momento en que la institución ha perdido un 36% de aportaciones públicas y ha aumentado la financiación propia —con la venta de edificios, entre otras medidas— hasta lograr que represente más de la mitad de sus ingresos. Esas medidas de ahorro, además, han blindado los puestos de trabajo en la institución. Pero es una ganancia efímera. Unos cuantos años de alquiler elevado en el centro de Bruselas y en los de otras capitales neutralizan ese efecto.

El nuevo director del centro en Bélgica, Felipe Santos, envió a principios de año un mensaje al Club de Amigos del instituto en Bruselas en el que les solicitaba “ayuda y sugerencias” en la búsqueda de una nueva sede. Las gestiones, de momento, no han fructificado y los trabajadores del instituto viven de alquiler en su antigua casa, una situación que puede prorrogarse por contrato hasta finales de este año. Mientras tanto, sus vecinos etíopes, que reciben al año 200 millones de euros de la UE para proyectos de desarrollo, ya preparan el traslado al palacete de estilo mediterráneo.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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