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Joaquín Reyes: “Los amigos estamos todos con el puñetero móvil”

Albaceteño, de 40 años. El cómico no está en las redes sociales y abomina del mundo apresurado. Ahora lee a Marcel Proust

Juan Cruz
Alejandro Ruesga

¿Qué lee? Todo lo bueno. Ahora estoy con [Marcel] Proust, con El tiempo recobrado. Antes, con El tiempo perdido. Leo porque me hace sentir más listo. Son novelas tan buenas que me hacen aprender también más vocabulario. Es una manera de ver cómo se contaban las cosas antes de que las contáramos a toda hostia.

¿Y ahora? Ahora todo es inmediato y breve. Estamos más informados, pero menos profundamente: es la cultura de lo inmediato. Un profesor me decía que el aburrimiento es bueno. ¡Ahora tenemos que estar entretenidos todo el rato!

No profundizamos... Los amigos estamos todos con el puñetero móvil; dicen que se lo están pasando pipa porque lo tuitean, pero no se ríen. ¡Es más importante para ellos contar que se lo están pasando bien que vivirlo!

Usted eligió el entretenimiento. Porque me encanta la comedia. Está hecha para entretener; si además le puedes hacer pensar a alguien, mejor. Como consumidor de entretenimiento es lo que más me gusta hacer.

Sus personajes desatan risa. Intento parodiar lo que percibimos. Es poner un espejo cóncavo delante de cada personaje... No imito su voz, los recreo.

Los interpreta. Siempre escribí mis textos, pero en El Intermedio hay guionistas fantásticos. Han sabido escribir para un tipo de parodia bastante personal. Por eso me resulta fácil hacerlo.

No los imita, pero se parece a ellos... Nacho Díaz, el maquillador, me da seguridad. Voy al espejo, veo a Pablo Iglesias y me resulta más fácil afrontar lo que tengo que hacer... Me escriben los guiones y me maquillan, ¡el porcentaje que me toca es muy pequeño!

Se dijo que usted “había clavado” a Iglesias. ¿Qué quiere decir esa expresión? La característica es la intensidad con la que él se presenta: el ceño fruncido, la mirada fija, como alguien que es un guía. De mi parodia eso es lo que más gracia le pudo hacer a la gente. Es la visión de alguien que se ha presentado mirando al espectador con otro discurso, sobre todo, en las formas. Ese es su mayor logro, se ha fogueado en foros incómodos, desde abajo, algo que no hacían los políticos.

¿Cómo ve a esta nueva clase política que emerge? Hay algo de emoción, más debate, más alternativa real. Recuerdo las últimas generales: ni Rajoy ni Rubalcaba eran capaces de entusiasmar a jóvenes. Vivimos un segundo cambio: las cosas se mueven y el cambio viene desde abajo.

¿Le hace reír la realidad? Tomo distancia. Me parece todo una astracanada, pero me indigna: mira el dinero público, mira el pequeño Nicolás. Un esperpento. Si lo hubiera inventado yo habrían dicho que soy un exagerado.

Dice que leer le hace más listo. ¿Para qué quiere ser más listo? Es una sensación agradable la de saber más. Me hace sentir culpable ver ciertos programas de la tele y que me gusten. Por ejemplo, Hombres, mujeres y viceversa... Azcona decía que había que oír a la gente... ¡Hay que consumir de todo!

¿Cuál es ahora su ambición? Aspiro es a seguir hasta que me digan ¡ciao, bambino! Los que salimos en la tele estamos al límite del estomague. Quiero estar en la línea del no estomague, pero soy consciente de que llega un momento en que la gente te coge manía y se harta.

¿Le dejarían hacer de Proust en El Intermedio? Ja, ja, ja. ¡Hombre, no es un personaje que esté muy de actualidad! Con su naricita, un bigote, la peluca. Diría: ¡Dejadme solo aquí, que quiero escribir, no me agobiéis! ¡Sería un personajazo!

Los DE la tele estamos al límite del ‘estomague’. llega un momento que a gente se harta”
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