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La gran escuela teatral consolidada de La Abadía

El centro que dirige José Luis Gómez cumple 20 años

Jesús Ruiz Mantilla
Un momento de la celebración del 20º aniversario del Teatro de la Abadía, en Madrid.
Un momento de la celebración del 20º aniversario del Teatro de la Abadía, en Madrid.alejandro ruesga

Han vuelto a sonar las campanillas de monaguillo y a volar el incensario. 20 años llevan haciéndolo ante el público en el rito que supone entrar en las salas de La Abadía. La iniciativa que hace dos décadas levantara José Luis Gómez en una iglesia derruida del barrio de Argüelles, en Madrid, donde con el tiempo han ido pasando y formándose algunos de los hombres y mujeres de teatro más importantes de España, el templo al que han acudido compañías de todo el mundo, se ha vestido con disfraces y recuerdos, con luces de azul y renovados sueños de futuro para celebrar su aniversario.

Gómez recibió el cálido aplauso de sus invitados. Recordó que para mover los músculos lechales del teatro español, entonces en tierna democracia, necesitaba un horno donde cocer buen pan, barro, ramajes y madera también para un cauce. "La Abadía se fue incubando antes de abrir sus puertas en propósitos a mediados de los años setenta". Contó que por aquellas fechas presentó un proyecto al Ministerio de Cultura. "Fue rechazado, entonces el horno no estaba preparado para ciertos bollos".

Luego se comprometió para dirigir el Centro Dramático Nacional y aquel proyecto, dijo, "pasó a dormir el sueño de los castores". Entonces, la Comunidad de Madrid que nació con Joaquín Leguina como presidente, necesitaba una identidad cultural alejada del casticismo rancio. Y acudieron a él, cuando caracoleaba por los escenarios de París con éxito. El viejo sueño salió del letargo. Cada cosa llega a su tiempo.

"Me pregunto qué nos empuja a seguir: el ego, la fama, el salario…", dice el director

"Necesitaban pan para un horno nuevo", cuenta Gómez. Y a saber que supo cocinarlo de todos tipos. No ha habido Gobierno que después pusiera en duda su proyecto. Más cuando este se iba consolidando entre lo más atractivo de Europa. Con un riesgo que Gómez y los suyos asumían con cuidado y paso firme a la vez. Una aventura de por vida, proclamó Gómez, "setentón", dijo, pero firme. "Me fui del CDN y del Teatro Español. No me iré de La Abadía".

Eso que ha construido su referencia dejando lucirse a otros, dando un paso atrás en su carrera como actor, aunque sin borrarse de los escenarios. "Preservando la casa para repartir juego". Una casa de acogida. "En una abadía se fermentan licores, se elaboran quesos y procedimientos curativos, fue una fortuna del azar que nos encontráramos con este lugar", comentó.

"Una auténtica ruina", rememoraba el artista Alberto Corazón, que le ayudó a levantarlo, "en la que rápidamente José Luis vio que era el lugar indicado para poner en marcha lo que ha sido y es La Abadía".

Un termómetro de corrientes globales y un motor de vocaciones locales. Un espacio de encuentro amable e inconformista, que con mensajes, mostraban la huella marcada a varias generaciones y compañías extranjeras de referencia como Cheek by Jowl, el Teatro Odin de Dinamarca, el Festival de Avignon...

Un lugar cargado de nueva simiente, más trigo, levadura de primera para cumplir otras cuantas décadas. "Me pregunto qué nos empuja a seguir: el ego, la fama, el salario… Nada como esa calidad matérica y sutil que inunda esta sala. Solo sé que estamos volviendo a fundar La Abadía y que traemos nueva cosecha".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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