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Los Oscar de la historia

Las seis nominaciones del alegato contra la guerra de ‘El francotirador’, quedan por delante de las dos de ‘Selma’, con más sabor a consolación que reconocimiento

Bradley Cooper en una escena de 'El francotirador'.
Bradley Cooper en una escena de 'El francotirador'.

Cada temporada de premios de cine Estados Unidos celebra una cita con la historia. No es la de los récords de estatuillas o nominaciones. Ni la del presupuesto de la próxima obra más cara de la década. Sino con la historia del único país dispuesto a poner la cámara, una y otra vez, apuntando hacia el pasado.

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Las seis nominaciones a los Oscars de El francotirador de Clint Eastwood y las dos tímidas posibilidades de Selma, de Ava Duvernay, recompensan este año los dos últimos esfuerzos por revisar los dos ejes sin resolver de la historia de EE UU: las tensiones raciales y los conflictos bélicos. Los dos se basan además en hechos reales. Y la vigencia de ambas narrativas en el presente pone de manifiesto la utilidad de la ficción, una vez más, para responder a conflictos y polémicas tan actuales como las protestas contra la violencia policial o el legado de las guerras en Irak y Afganistán.

Para Eastwood no hay mayor declaración contra la guerra que mostrar “lo que ocurre a los soldados y sus familias cuando regresan a la vida civil”, según explicó el director en una cita reciente en Hollywood. El francotirador es Chris Kyle, miembro de los Navy Seals convertido en leyenda tras matar a más de 160 iraquíes desde los tejados de Bagdad, Faluya o Ramadi. Y El Francotirador es también un conflicto retratado esta vez a través de la dura transformación de un joven, desde su ilusión por sumarse a los Navy Seals tras los atentados de Al Qaeda contra la embajada estadounidense en Nairobi (Kenia), hasta el padre de familia con la mirada perdida que sigue escuchando disparos frente a un televisor apagado.

Escena de 'Selma'.
Escena de 'Selma'.

Kyle, leyenda en vida para todos menos para sí mismo, se convierte en el centro del debate sobre la efectividad de la estrategia de Washington en Irak, la pérdida de vidas humanas o el verdadero precio que ha pagado EE UU como nación. La película vuelve a poner la mirada en las cicatrices físicas y emocionales de los veteranos, así como el impacto en las familias que les reciben envueltas en miedo. Porque cuando Kyle regresó a casa, como miles de veteranos, ya no era Kyle.

Las seis nominaciones de El francotirador, incluida la de mejor película, mejor guion o la de mejor actor para Bradley Cooper, quedan por delante de las dos que han recaído sobre Selma -mejor película y mejor canción-, con más sabor a consolación que a posibilidad real de salir vencedora de la noche. La prensa estadounidense ha especulado en las últimas semanas sobre las posibles causas de que la cinta se haya quedado fuera de los grandes premios, desde la fecha de su estreno, los problemas de distribución, la falta de diversidad entre los jueces de la Academia - de los que un 94 % son blancos, un 77 % hombres y con una edad media de 62 años- hasta su fidelidad con la historia.

Del mismo modo que a Eastwood le han preguntado por su patriotismo, Duvernay ha respondido por su retrato del presidente Lyndon B. Johnson. En Selma, la obra que retrata la marcha desde esta localidad de Alabama hasta Montgomery, donde el reverendo Martin Luther King reclamó en un discurso el derecho a voto de las minorías raciales, el espectador puede llegar a dudar de la voluntad de Johnson para ayudar al movimiento de los derechos civiles.

Cada temporada de premios, Estados Unidos celebra una cita con la historia del único país dispuesto a poner la cámara, una y otra vez, apuntando hacia el pasado.

El presidente que acabaría firmando la ley de Derecho a Voto de 1965, apenas un año después de aprobar la mayor protección de los derechos civiles para las minorías estadounidenses, aparece en Selma atrapado entre las reivindicaciones de King y la intransigencia del Sur de la segregación. La obra no es un retrato del presidente, ni siquiera del reverendo, sino de un momento crucial en la historia del movimiento por los derechos civiles, cuya estrategia sirve ahora de referencia para quienes luchan desde Ferguson hasta Nueva York contra la impunidad de las acciones policiales que acabaron con la vida de Michael Brown o Eric Garner el año pasado.

Atada también a la actualidad, El francotirador reabre el debate sobre los verdaderos logros en Irak y Afganistán, mientras la Administración Obama anuncia una mayor implicación de EE UU en la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Irak. Eastwood habrá mostrado sin pudor el coste para cada uno de los soldados que fue enviado a aquellas guerras, como el recuerdo que persigue a Kyle años después de haber quitado la vida a un niño. Pero la Academia le ha demostrado que su atrevimiento contra la guerra no le ha costado, de momento, el mismo premio en forma de nominaciones que tuvieron antes filmes de guerra como La noche más oscura, En tierra hostil o sus propias Cartas desde Iwo Jima.

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