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El infinito yo de Jorge Molder

El portugués multiplica su rostro y su cuerpo en la antológica ‘Rico, pobre, mendigo, ladrón’

Autorretrato de Jorge Molder.
Autorretrato de Jorge Molder.

Aunque en principio fue filósofo, o tal vez por ello, Jorge Molder (Lisboa, 1947) asegura que no le interesan las ideas. “Son muy peligrosas porque te imponen una disciplina. Si las tengo, las destruyo antes de que estropeen mi trabajo. Prefiero las complicidades y las coincidencias”. Y ese espíritu lleno de peculiares casualidades es el que predomina en la antológica Rico, pobre, mendigo, ladrón, que hasta el 17 de mayo se puede ver en el espacio Picasso del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Son 50 obras que en forma de series recorren los grandes temas de su carrera.

Junto al comisario, João Pinharanda, el propio Molder se ha ocupado de elegir los trabajos que han formado parte de sus series más significativas para darles ahora una nueva vida. El resultado es una multiplicación del rostro y cuerpo del artista por los diferentes rincones del espacio. En una de estas series, La condición humana (2005), posa elegantemente trajeado. Pero, ese traje es lo único convencional y apacible. El rostro muestra un gesto de enfado, pero son las manos las que varían en cada imagen. Con ellas dirige, ordena, aplaude, explica o frena y, sobre todo, da rienda suelta a todas las referencias literarias y cinematográficas que pueblan sus obsesiones. Un poco más allá, en Anatomía y boxeo (1996-7), tres primeros planos de Molder ponen cara a la tensión del hombre que va a medirse con otro de una de las maneras más primitivas posibles.

¿Por qué se elige a sí mismo como protagonista de su obra? “Porque es lo que tengo más a mano”, responde un Jorge Molder a quien no le gusta hablar del contenido de sus piezas y, mucho menos, explicarlas.

En todo caso, acepta romper su hermetismo para afirmar que no se trata de él, que lo suyo son autorrepresentaciones de lo que quiere contar. “Son juegos que nacen a partir de algo que he visto, de una lectura o de una película. Pero nunca hay un guion preestablecido al que me atenga. Mi obra está llena de casualidades y de coincidencias”.

Como prueba de esa improvisación, el artista portugués explica que los títulos de las series se le ocurren cuando considera que un grupo de fotografías está acabado. Añade que no hay ruptura entre las imágenes, porque unas nacen de otras. “Carezco de método. Puede que la clave esté en que duermo muy mal. Me debo de acostar con el pensamiento dando vueltas y, me despierto con un sobresalto y el nombre que buscaba”. Algo así ha sucedido con el título de la exposición, Rico, pobre, mendigo, ladrón.

João Pinharanda dice que lo que Molder busca en cada momento es utilizar su cuerpo de la mejor manera posible al servicio de la creación artística. “Ese cuerpo con su propia historia es el que hace que cada narración sea diferente y que el juego sea infinito”, apunta.

Las imágenes que se muestran están realizadas sobre lenguajes tan próximos como la impresión digital, la polaroid o el vídeo. El artista no muestra predilección por ninguno de ellos y asegura que la elección no depende de nada en concreto. La parte más atractiva de su trabajo es el proceso. Ni la idea original, ni el resultado final. “Es como cuando James Bond entra en un lugar. Algo ocurre, seguro. En otra galaxia, a mí me ocurre lo mismo cuando empiezo a trabajar. La acción es incontrolable. Y lo esencial es poner atención a lo que ocurre”.

Considerado uno de los artistas portugueses más interesantes del momento, Molder participó en la 24ª edición de la Bienal de São Paulo y representó a Portugal en la Bienal de Venecia de 1999. Su obra está en numerosas colecciones privadas o públicas, como la del Museo Reina Sofía, y ha protagonizado numerosas exposiciones en España. Las últimas en Oliva Arauna (Madrid), en la que hasta ahora era su galerista.

El hecho de que Molder utilice su cuerpo para su trabajo ha hecho que algunos le comparen con la estadounidense Cindy Sherman, una de las pocas cosas capaces de alterar el carácter calmado del artista portugués. “No tengo nada que ver. Ella es una chica que se hace cosas y las expone. Me interesaron algunos trabajos de sus comienzos, pero luego, nada. Lo suyo es militancia. Yo no me maquillo para vender nada”, aclara el creador.

Ni en Jorge Molder ni en sus fotografías hay impostura. Tanto si hace muecas o posa con máscaras, lo que se ve es lo que hay. Y cita a Elias Canetti para advertir que lo que hay que temer es lo que hay detrás de la máscara.

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