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Premios Goya
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Flores para los vivos y para los muertos

Los directores Jon Garaño y José María Goenaga imprimen un tono entre desasosegante y romántico a la historia de 'Loreak'

Carlos Boyero
El equipo de la película 'Loreak', en San Sebastián.
El equipo de la película 'Loreak', en San Sebastián. Javier Etxezarreta (EFE)

Como soy persona prejuiciosa, aunque dispuesta a lamentar los errores que puede provocar mi ceguera o mis precauciones sin fundamento, me temía que la inclusión de la película hablada en euskera Loreak en la Sección Oficial obedeciera a la cuota de patriotismo que se imponía el Festival de San Sebastián, que me pudiera encontrar con un panfleto exaltando la pureza de la raza o las consignas de los nacionalismos, esas cosas que me provocan tanto miedo y grima, incluido el español. A los diez minutos de proyección se han desvanecido mis temores, han sido sustituidos por la curiosidad y la sensación de que me encuentro ante algo tan atractivo como poco convencional. Que se expresen en euskera obedece a la lógica. Es la lengua que utilizan cotidianamente los personajes, es su idioma natural, hasta llego a pensar que si lo hicieran en castellano resultaría forzado, antinatural, postizo.

Me gusta el tono que imprimen a la entre desasosegante y romántica historia los directores Jon Garaño y José María Goenaga y soy afortunadamente incapaz de averiguar cómo se va a desarrollar la trama. Y, cómo no, todos los espectadores de cierta y provecta edad relacionaremos su arranque con lo que contaba Cecilia en la preciosa canción Un ramito de violetas y que también incluyó Manzanita en ese disco desgarrador que mantiene intacta después de 33 años su capacidad para emocionarte y lamerte las heridas del alma titulado Talco y bronce. Las flores que recibe semanalmente una mujer rutinariamente casada, introvertida, cercada por la menopausia, no son violetas, sino muy variadas y tiene claro que no se las envía anónimamente ese marido con el que tiene poco que decirse, pero alimentan en medio del vacío esa ilusión tan conmovedora de sentirse amada por un desconocido o por alguien próximo que mantiene lírico silencio.

Y todo se va a liar hasta extremos muy peligrosos que tienen que ver con la muerte, la obsesión, el peso abrumador de los recuerdos, la sensación de que la persona más cercana puede estar llena de misterios, la culpa, la negativa a olvidar a los que se fueron para hacerse la ilusión de que siguen ahí donando y recibiendo calor, la resurrección de sentimientos que se creían enterrados. No me desentiendo en ningún momento de lo que narra esta extraña y atractiva película, interpretada convincentemente por actores y actrices que desconocía, rodada con escasos medios y notable sensibilidad. Y deja un regusto triste esta crónica de lo complicados que pueden tornarse los sentimientos, de la necesidad de huir de las islas en las que habita el corazón de los infelices.

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