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MÚSICA / ENTREVISTA

Lucinda Williams: “La mayoría de la gente vive en un cascarón”

La artista defiende la canción como potente vehículo para la indignación. Lo suyo, dice, es mucho más que 'country'

Lucinda Williams.
Lucinda Williams.

Arranca el nuevo álbum de la cantautora de Luisiana Lucinda Williams en Compassion, un poema de su ilustre padre, Miller Williams, fallecido el pasado 1 de enero a los 84 años. Los versos desglosan esa virtud hoy escasa, desvelando que quienes más la requieren son aquellos que te dañan, “lo que es señal de algo que nadie ha visto ni oído. No sabes qué guerras están en marcha ahí abajo donde el espíritu toca hueso”. Catedrático de Literatura, Williams procuró a su hija una infancia inspiradora, en un hogar móvil que pasó por México y Chile, frecuentado por escritores, y cuando esta fue expulsada del instituto por negarse a saludar la bandera, lejos de amonestarla, se dispuso a educarla en casa. “Fue un mentor para mí”, reconoce ella. “Le mostraba mis canciones, buscaba su aprobación”.

En manos de Lucinda Williams, una canción es todavía un potente vehículo para la indignación. “Porque llegas a mucha gente”

Ese espíritu se mantiene hoy. En su anterior disco, Blessed (2011), el tema titular recita una larga letanía de tipos humanos, benéficos o miserables, cuya sola visión o contacto nos enriquece. “Fuimos bendecidos por los desamparados, los abandonados y los maltratados”, concluye. Especialmente por ellos, nuestro reflejo roto. En 20 nuevos temas, Down Where the Spirit Meets the Bone pinta un terrible cuadro del mundo actual, sus injusticias y absurdos. Y lo hace, como es habitual en ella, al mismo tiempo que bucea en su propio malestar, conectando el dolor interno con el horror del exterior. “No sé por qué el mundo y la gente son como son”, suspira cuando se le señala que, pese a todo, la vida no carece de pequeños milagros. “Es importante estar al tanto de lo que ocurre a nivel global. Incluso antes de Internet, había quien tenía esa conciencia. La mayoría vive en su cascarón, desconectada del resto”.

Nacida en Lake Charles, en 1953, Lucinda Williams inicia su carrera a finales de los setenta como solitaria cantautora, pero no logra registrar un disco en condiciones hasta que se publica Lucinda Williams (1988). Ya entrenada en el fragor del rock, Car Wheels on a Gravel Road (1998) la consagrará como personaje que ha vivido lo que canta —alcohol y drogas, malos emparejamientos— y no aparta la vista ante los parajes umbríos de la existencia. Su licuado graznido transmite verdad; la banda, una electrizante densidad. “Nunca me consideré una artista country, hay mucho más que eso en mi música”, se exculpa quien pasa por figura fundadora de la actual americana.

Me he dado cuenta de que sufro más desengaños, pero has de hacerte a la idea de que la gente no cambia. Así es la vida, no hay nada que puedas hacer”

Down Where the Spirit Meets the Bone concluye en una frondosa y larga recreación de Magnolia, del recientemente desaparecido J. J. Cale, encarnación de la más indolente pero sugestiva sonoridad con denominación de origen sureña. Como en la citada Blessed, nuevamente aquí la guitarra eléctrica se desdobla en herramienta con la que esculpir tajos de pura emoción. “Lo cierto es que no les doy instrucciones, son casi siempre asombrosos guitarristas”, responde Williams sobre el desfile de inspirados, dúctiles instrumentistas que habitan su discografía. “Me agrada darles el espacio necesario para que puedan expresarse, transmitir lo que sienten. De vez en cuando les sugiero algo o, si tocan un pasaje de dos formas distintas, les digo cuál prefiero, pero normalmente no hay nada que decirles. Son excelentes músicos. Ese tema concreto, Bill Frissell lo borda, es un brillante guitarrista”.

En los días en que se celebra la entrevista, por teléfono, en Misuri siguen las algaradas por otro joven negro muerto a manos de un policía. West Memphis recuerda otro agravio, la condena de tres jóvenes blancos por un brutal infanticidio que no habían cometido. En manos de Lucinda Williams, una canción es todavía un potente vehículo para la indignación. “Porque llegas a mucha gente”, explica. “Es una buena forma de expresar estas cosas, pues la letra puede encajar en una bonita melodía. Ha sido siempre así. La música brasileña de principios de los sesenta comunicaba sentimientos políticos con tonadas que parecían canciones de amor. Y si regresamos a los esclavos que trabajaban en las plantaciones del sur, su música era una forma de comunicarse, un lenguaje secreto”.

Acusada de tejer canciones oscuras y deprimentes, responde que el oyente medio “parece como si no quisiera sentir nada real, pues eso pulsaría un botón emocional”

Acusada de tejer canciones oscuras y deprimentes, responde que el oyente medio “parece como si no quisiera sentir nada real, pues eso pulsaría un botón emocional”. En su repertorio abundan los amores maltrechos, también en el nuevo disco, pese a que su matrimonio con el antiguo ejecutivo discográfico Tom Overby le haya dado los años más equilibrados de su vida adulta. ¿Cómo entonces siguen surgiendo estas historias? “Porque sigo albergando mucho dolor, luchando con asuntos íntimos. Cold Day in Hell trata de una experiencia del pasado, pero quizás la canción que mejor exprese cómo me siento sea This Old Heartache. Expone esa pena que siempre me va a acompañar en lo más profundo. Le ocurre a la mayoría de las personas”.

Aunque sus canciones no estén exentas de esperanza, pues lo contrario sería irreal, Down Where the Spirit Meets the Bone suena pesaroso, estoico, finalmente balsámico. Se lo digo y compartimos la sensación de que, con la edad, la vida acrecienta su problemática e incertidumbre. “Van desapareciendo de nuestras vidas amigos y familiares”, asiente. “Cuando eres joven no piensas en la muerte, crees que todos van a vivir siempre. Cuando esto empieza a cambiar, es un reto mantenerse atenta a la vida, con la mente abierta, no dejarse vencer por el hastío y el cinismo. Me he dado cuenta de que sufro más desengaños, pero has de hacerte a la idea de que la gente no cambia. Así es la vida, no hay nada que puedas hacer”.

¿Quizás de haber sido madre lo vería de otro modo?: “Pienso en ello desde que estoy con Tom, antes nunca hubo nadie con quien quisiese tener hijos. No es solo remordimiento, es algo peor, trato de imaginar cómo hubiese sido la experiencia”.

Así es Lucinda Williams. Dolida pero recompuesta, terriblemente sincera, todavía trascendente.

Down Where the Spirit Meets the Bone. Lucinda Williams. Editado por Highway 20-Popstock!

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