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El buen espejismo

Con 123 millones de euros recaudados a inicios de diciembre y una cuota de mercado del 25,5%, el cine español ha conseguido esta temporada la mejor taquilla de la historia

Gregorio Belinchón
Colas en Madrid para la Fiesta del Cine del pasado octubre.
Colas en Madrid para la Fiesta del Cine del pasado octubre. Samuel Sánchez

Acaba 2014. Toca el momento del balance. ¿Ha sido un año bueno para el cine español? Según se mire. Como las encuestas: depende de cómo se analicen, todos ganan o todos pierden. Por ejemplo: las recaudaciones del cine español. ¿Son buenas? Con 123 millones de euros recaudados a inicios de diciembre y una cuota de mercado del 25,5%, el cine español ha conseguido esta temporada la mejor taquilla de la historia. Pero eso se debe no solo al tirón de los filmes estrenados sino a que las entradas son más caras, por ejemplo. La cuota del 25,5% no se alcanzaba desde hace 37 años. Esa es una cifra mucho más positiva, y con más perspectiva histórica, al igual que las 21 millones de entradas vendidas por el cine español en 2014 (siempre a falta del mes de diciembre), un 89% más que el año anterior, que han supuesto un 75,3% más en recaudación.

¿Por qué esa diferencia en los porcentajes? Porque este año ya ha habido dos fiestas del cine en vez de una. Y con ello entramos en la segunda gran prueba del algodón. La gente quiere ver cine en pantalla grande. Cierto. Pero se quejan del desembolso, porque aunque el precio medio es de 6,5 euros, es difícil en una gran ciudad ver una película por menos de 10. ¿Es posible que las entradas bajen de precio? Pues no. Por varias razones. La primera: el 21% del IVA, el más alto de Europa. Un impuesto no va a bajar, según ha asegurado esta semana el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, escudándose en que se siguen las recomendaciones europeas… que dicen lo contrario con respecto a la cultura. Después está la electricidad, de las más caras de Europa. Y finalmente, las majors, que se llevan la mayor parte del precio de una entrada. Y los estudios de Hollywood no van a renunciar a su parte del pastel. En el resto de Europa su porcentaje es mucho menor; en España mandan desde el desaforado crecimiento de los centros comerciales: todos los exhibidores –hasta entonces los mandamases del mercado, hoy aseguran no poder ganar menos- querían los taquillazos, y para conseguirlo renunciaron a parte de sus ganancias. De aquellos polvos vienen estos lodos, y en España, donde se cierran cines casi todos los días, aún sobran pantallas por habitante en un reparto claramente desequilibrado: hay demasiadas en los centros comerciales y muy pocas en los centros de las ciudades. En la última edición de la Fiesta del Cine, la de octubre, la VII, se lograron 2.196.101 espectadores, un 15% más que seis meses antes (es una cita semestral). En dinero las salas recaudaron 6.3 millones de euros con las entradas a 2,90.

Buenas cifras, que esconden problemas preocupantes. Y uno de los principales, la piratería, nos lleva al otro fenómeno del año: Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez-Lázaro, la locomotora que ha tirado este año de la taquilla del cine español y de la del cine en España, que no son exactamente lo mismo. Casi diez millones de espectadores y 56 millones de euros (ella fue la principal beneficiada de la Fiesta del Cine de abril). Muy lejos han quedado El niño, de Daniel Monzón (2,7 millones), Torrente V: Operación Eurovegas, de Santiago Segura (1,8 millones), La isla mínima, de Alberto Rodríguez (un millón de espectadores), o la reciente Mortadelo y Filemón, de Javier Fesser. Ocho apellidos vascos es la película española más vista de la historia… en España, porque en todo el mundo la supera Los otros, de Alejandro Amenábar. Y podría haber ganado más dinero aún, si no hubiera sido por la piratería. Durante semanas, esta comedia costumbrista aguantó el tirón en taquilla, derrotó a rivales teóricamente más poderosos como The amazing Spider-Man 2. Y en un comportamiento anormal, hubo semanas en cartel en que mejoró los resultados de semanas precedentes. Pero a la octava semana, apareció pirateada en Internet y su recaudación cayó un 50%. Fin del enamoramiento de la comedia en salas llenas.

El Gobierno no solo decepcionó con su empecinamiento en el 21% del IVA, sino que también dio muestras de su falta de perspectiva con sus raquíticos nuevos porcentajes de exenciones fiscales -que habían anunciado a bombo y platillo significaban el cambio de paradigma a la búsqueda de la excelencia-. Después de la sorpresa –no eran los porcentajes pactados-, los productores de cine lo calificaron de “ridículo”. Montoro lo calificó de “apuesta decidida” a favor de la industria.

Así pues, ¿ha sido un buen año para el cine español? Sí. ¿Podía haber sido mejor? También. ¿Ocho apellidos vascos es el árbol que impide ver el páramo desolado? Cierto, aunque la taquilla del cine español siempre se ha agarrado a las excepciones para sobrevivir. Y en ello sigue.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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