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CRÍTICA | MOMMY
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El formato como prisión

Cuando se proyecta en una pantalla horizontal la mente se va a la fascinante paranoia de estar viendo una película casi en vertical

Javier Ocaña
Anne Dorval y 	Antoine-Olivier Pilon en 'Mommy'.
Anne Dorval y Antoine-Olivier Pilon en 'Mommy'.

En algunos de los mejores momentos de Laurence Anyways (2012), Xavier Dolan componía una serie de preciosos reencuadres físicos dentro del encuadre técnico gracias a la luz: con la cámara filmando desde una habitación a oscuras, aunque enfocando una habitación iluminada contigua con la puerta abierta; con la división del encuadre en dos mitades por medio de una simple pared de un color fuerte que contrastaba con la acción de los personajes en la otra mitad. Una sistemática que, para la apariencia del juicio del ojo, le hacía variar, aunque fuera por unos instantes, la llamada relación de aspecto de la pantalla, y que, en su siguiente trabajo, Mommy, se configura como ejercicio puramente técnico y durante (casi) toda la película, al haber sido filmada en formato cuadrado 1:1, lejos de los habituales 4:3 y 16:9, el panorámico, lo que al ser proyectada en una pantalla horizontal lleva a la mente hacia la fascinante paranoia de estar viendo una película casi en vertical.

Mommy

Dirección: Xavier Dolan.

Intérpretes: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzanne Clément, Patrick Huard.

Género: drama. Canadá, 2014.

Duración: 139 minutos.

Un formato bomba, por metafórico teniendo en cuenta la historia que cuenta, por insólito, y por complicado de resolver con los habituales métodos de puesta en escena, que dejó boquiabierto al personal en los primeros minutos de su exhibición en Cannes, donde ganó el Premio del Jurado (ex aequo con Godard), y que llegó a provocar una ovación en el instante cumbre, que nos guardaremos en desvelar. Superdotado visualmente, Dolan, ¡nacido en 1989!, con cinco largos ya en su púber mochila, necesita sin embargo crecer narrativamente y, quizá aún más, madurar personalmente. Porque lo que lleva dentro esta película en formato inaudito, la historia en sí, parece apuntar a uno de esos volcanes emocionales sobre seres en barrena psicológica al estilo John Cassavetes (Una mujer bajo la influencia, Noche de estreno) y se queda en desbocado carrusel gritón sin demasiada trascendencia.

Cuando el director juega con la imagen, el color, las músicas y el sonido, la película se enciende maravillosamente, pero los textos nunca convierten a Mommy en reflexión profunda. A Dolan, que seguirá provocando y buscando nuevas rupturas de las convenciones, le avalan, sin embargo, su atrevimiento formal, su singularidad y su ímpetu juvenil.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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