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Dilatada memoria

El último libro de Masoliver está compuesto por fragmentos que parten de elementos autobiográficos

El último libro de Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) confirma lo que ya sabíamos, que todos ellos guardan semejanza porque la escritura del autor mantiene una continuidad estilística que une todas las páginas, quizá para que se cumpla lo que se dice en este tomo: "Un buen libro no debería terminar nunca". Y éste está compuesto por fragmentos convenientemente separados por un punto negro, cuyo tamaño varía desde los que constan de una única línea hasta los que ocupan varias páginas como el que partiendo de elementos autobiográficos constituye una amplificación del verso de Fernando Pessoa "el poeta es un fingidor", o aquel otro, episodio desternillante y patético, lleno de chistes privados, que es una pequeña narración sobre un hombre muy bajo que cree que esa deformidad le aproxima a Leopardi. Un prólogo y un epílogo enmarcan los fragmentos, pero en lugar de poner límites, lanzan el texto hacia el infinito.Masoliver exprime sus asuntos habituales, el erotismo, los incidentes lujuriosos y el deseo incesante junto a las intrusiones clericales en la vida personal y el examen de las cuestiones religiosas, procedentes casi siempre de los Evangelios. Y no puede faltar el gran tema, el inevitable, la literatura y su relación problemática con la verdadera vida, un desgarro incesante. Quien nos habla, narrador, filósofo o redactor, puede coincidir con el propio autor o parecerse un poco a él (a veces en forma de parodia) o ser, por el contrario, alguien muy alejado del ánimo del autor; sin embargo, el libro nunca pierde coherencia. Es esa una de sus gracias. En las páginas 82 y 83 hallamos un trozo breve, media página, que es reflexión filosófica, narración y apólogo explicando el encuentro con un tal Raimundo. Ahí está todo: la sociabilidad y la distancia, la soledad compartida, la observación y el despego, las paradojas y el sin sentido. Ahí está concentrada el alma del que escribe. Novelista (La puerta del inglés), poeta (Paraísos a ciegas), traductor, profesor de literatura y crítico literario (en La Vanguardia), el autor lo toca todo, cualquier cuestión será objeto de burla, indiferencia o elogio. Claro que por encima de cualquier otra cosa está Sònia, y como para reafirmarlo sostiene el hablante, en nombre del autor suponemos, la idea de que no es posible que todos los humanos estemos de acuerdo en qué es lo mejor que hay en el mundo tanto física como espiritualmente, pues si fuese verdad lo contrario, "todo el mundo estaría enamorado de Sònia". Uno, desde luego, da la razón al que expresa tal galantería.

El ciego en la ventana. Monotonías. Juan Antonio Masoliver Ródenas. Acantilado. Barcelona, 2014. 144 páginas. 14 euros

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