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CRÍTICA | THE SKELETON TWINS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La tragedia de la risa

Johnson y Wiig logran enormes momentos en la película Pero hay elementos que no acaban de funcionar y el clímax final es anticlimático

Javier Ocaña
Un fotograma de 'The skeleton twins'.
Un fotograma de 'The skeleton twins'.

Suicidio y risa. Un oxímoron tonal, moral, espiritual. Y sin embargo, existe: se llama comedia negra. Los primeros minutos de The skeleton twins ponen sobre la mesa, o sobre la pantalla, sin diálogos, solo con las enormes posibilidades de las acciones en paralelo, el paradójico poder de la comedia negra, de la risa congelada, de la tragedia que, de pronto, abre su boca para mostrar los dientes, lanzar un sonido gutural y, sí, soltar una carcajada. Sólo se necesita talento creativo, manejo del tempo, y una gran intérprete. Ingenio, nada menos, y también control de los elementos cinematográficos. Pero Craig Johnson, desde la dirección y el guion, y la sensacional Kristen Wiig, poniendo a su personaje rostro y simpatía, inteligencia, ternura y hermosura, calidez y candidez, logran enormes momentos en la película, con ecos del poder empático del tío suicida de Pequeña Miss Sunshine, y el sello de los hermanos Duplass en la producción. Eso sí, una lástima, no en toda ella, porque hay elementos que no acaban de funcionar y, quizá lo peor, el clímax final es completamente anticlimático.

THE SKELETON TWINS

Dirección: Craig Johnson.

Intérpretes: Kristen Wiig, Bill Hader, Luke Wilson, Ty Burrell, Boyd Holbrook.

Género: comedia. EE UU, 2014.

Duración: 93 minutos.

En principio, es una pena que los simbolismos sean tan obvios (el esqueleto de juguete, los peces y las peceras, el agua que atrapa...), y aún más que a veces la redundancia saque partido en terrenos que no se debían volver a transitar, como la secuencia final en la piscina. Pero el buen retrato de personajes, los trabajos de Wiig y Bill Hader, y la gran calidad de los diálogos, brillantes y naturales, cómicos y trascendentes, salen triunfadores en el complicado envite. Peliagudo sobre todo en cuanto al que envuelve toda la trama, el hecho que desencadenó que los treintañeros hermanos mellizos protagonistas lleven años sin hablarse, irreproducible aquí, pero que sostiene dos aspectos esenciales de la película: primero, el moral, que nunca es el más evidente y cómodo; y segundo, que tirando del hilo de semejante acción, casi un tabú social, se pueda acabar construyendo una comedia negra amarga y procaz sobre el regreso a los orígenes, el poder de la sangre, el caldo de cultivo del pueblo, como ente social, en la formación de la persona, y la complicidad natural de los que han sufrido juntos las más dolorosas, rastreras y, por qué no, divertidas jugarretas de la vida.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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