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“La vida es cruel; hay que tener un espejo que la dulcifique”

Desde hace 11 años tiene otro hígado y ahora recorre España con una gira para celebrar 'El amor y el desamor'

Juan Cruz
Bernardo Pérez

¿Cómo siente que es? Muy de andar por casa, apasionado de mi profesión. Soy tranquilo, aunque en el escenario no lo parezca, buena gente y muy trabajador.

 ¿Qué es buena gente? El que no le hace daño a nadie, no habla mal de nadie y al que tampoco le gusta que hablen mal de él. Soy un andaluz tranquilo, como mi padre.

¿Qué hacía su padre? Era ferrallista, el que pone el hierro en las obras antes de los ladrillos.

¿Qué huella le dejó esa infancia? Fue muy feliz. Era regordete, simpático; era la voz principal del coro de los Capuchinos. Me trajeron a Madrid de bebé. Las clases eran gratis, por tener esta voz. Era un mandamás; hacíamos guerras a pedradas; tengo un remolino de una pedrá.

Sobre esta pedráde la vida, el trasplante, sí que no pudo mandar. Hay un Raphael antes y otro después del trasplante. Era más nervioso… Ahora soy más sosegado, más sentencioso… En México dirían “más mejor”.

Cuando recibe una noticia tan grave sobre su cuerpo, ¿qué reflexión se hace? Dan ganas de salir corriendo. Me encerré en el baño, no quería que me llevaran hasta que llegara la hora. Meses esperando el hígado y cuando está me encierro en el baño.

No me importa que vayan a la cárcel, qué sacas con eso. ¡Que devuelvan el dinero robado!”

¿Cómo es el miedo? El miedo es angustioso. Fueron tres meses, pero como 30 años. Te vas para abajo, quieres abandonar.

¿Cómo salió? Mi psicólogo fue el espejo, y no es en el que me afeito. El espejo me ha salvado de muchas cosas. Me sale gratis. Mirarse en el espejo interior es muy bueno: me dije: “¡Si es que tienes que ir!”

¿Cómo se refleja eso en la música? Por la serenidad que te otorga ese acontecimiento. Ahora cuando canto delante del público estoy mucho más sentao. Hasta la voz la tengo mejor. Me veo las manos ¡y se me han ido las arrugas! Se han ido las marcas de la cara.

El hígado. Es el hígado, claro, dueño de todo mi paisaje, arregla todo lo que estaba estropeado por dentro. ¡Esto sí que es un regalo de Reyes, joé!

Esto le habrá ayudado a relativizar éxito y fracaso. He aparcado la ansiedad. Todo tiene importancia, pero menos de la que tenía. Soy un niño pobre de la posguerra; eso me hizo ponerme metas, querer una casa... La ansiedad material se ha ido.

Usted está en orden. En paz con Dios y con el diablo.

¿Cómo ve este dichoso mundo, Raphael? Soy de carácter optimista; creo que todo se puede arreglar. No es la primera crisis que pasamos, ni será la última. Como pasa con las enfermedades, hay que revisar mucho los protocolos para ver por dónde se escapan los fallos.

El diagnóstico dice que la gente no cree en la política. Por la corrupción. Cuando crees que ya está todo arreglado aparece otro que se ha llevado lo que no es suyo. Cada nombre nuevo te hace saltar: ¡este también! Y ya no te entra la risa sino la total indignación. No me importa que vayan a la cárcel, qué sacas con eso. ¡Que devuelvan el dinero robado, qué menos!

¿Le sorprende que gente poderosa sea tan descuidada con lo ajeno? Deben de pensar que somos tontos. Hay que tener mucho rostro para ciertas cosas.

Quizá esta gira es para agradecer a Raphael que haya sido aquel… Puede ser. La verdad es que no he tenido unos 11 años tan felices en mi vida, y, aunque esto sea banal, ni de mayor éxito…

¿Qué canciones de las que hay ahora le definen? Se me va es sobre el problema que ha pasado; Qué sabe nadie, pues nadie sabe nada de nada ni de nadie. Y Frente al espejo: es muy cruel, muy verdad. La vida es cruel, por eso hay que tener un espejo que la dulcifique.

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