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Dynamo, fuera de lo común

De origen humilde, el ilusionista británico triunfa con su magia sencilla pero espectacular

Javier Salvatierra
Una imagen del programa de 'Dynamo, el mago' en India.
Una imagen del programa de 'Dynamo, el mago' en India.

Este es un hombre que convierte a los adultos en niños, los engaña, a veces les roba cosas -luego se las devuelve- o les da un montón de billetes; a veces los asusta y salen corriendo o se caen de culo. Generalmente, sin embargo, los deja con una sonrisa congelada en la cara. Es un hombre que se cuela en las reuniones, las alborota y se va, a veces atravesando los cristales; otras, discretamente, sin que te des cuenta. Llega, te deja con la boca abierta y se esfuma, puede que literalmente. Y no te deja pasmado un tipo espectacular, no. En España lo llamaríamos escuchimizado, enclenque, un tirillas: menudo, delgado, moreno, de andar cansino, algo encorvado; un tipo que habla tranquilo, con una voz casi adolescente, con el tono de quien no quiere molestar. Eso sí, mira desde unos penetrantes ojos azules incrustados en unas ojeras tan negras como las picas o los tréboles de las barajas.

Steven Frayne, 31 años, conocido mundialmente como el mago Dynamo, parece un tipo normal y afirma serlo. Se presenta en cualquier sitio con sus vaqueros y su sudadera, con sus zapatillas, no dice gran cosa, no llama la atención... Y entonces va y mete un móvil en un botellín de cerveza, camina sobre el Támesis frente al Big Ben, te convierte un billete de lotería en un fajo de billetes o te hace escribir tus iniciales en una moneda que luego aparece dentro de una lata de refresco sacada de una máquina expendedora que está cuatro metros más allá. Juega con cosas ordinarias para hacer números extraordinarios. Esa dicotomía es su estilo, muy alejado de la pomposidad de otros magos. Nada de ayudantes despampanantes, nada de truenos y columnas de humo, nada de chisteras ni sierras mecánicas que te corten. Todo muy normal.

“Solo quiero hacer magia, sorprender a la gente, pero no espero nada a cambio. Solo compartir ese momento de asombro y largarme a compartir otro momento con otro”, afirma en conversación  telefónica con EL PAIS. Ni siquiera se queda a escuchar los aplausos. “Aparecer, hacer algo espectacular y marcharme ayuda a mantener la mística y el misterio sobre lo que hago”, asegura el responsable de Magician Impossible, que estrena su cuarta temporada en España el 26 de octubre bajo el nombre de Dynamo, el mago (22.00, Discovery Max). El estreno se incluye dentro de una jornada especial que el canal dedica al completo al ilusionismo.

Puede que esa falta de presunción tenga que ver con sus humildes orígenes. Hijo de una peluquera y de un señor que entraba y salía constantemente de prisión, Frayne / Dynamo, el mayor de cuatro hermanos, nació a unos 300 kilómetros al norte de Londres, en Bradford, una de esas ciudades industriales británicas ásperas, sombrías, en las que hay que ser duro. Dada su discreta complexión física, era frecuente víctima de los gamberros de su colegio. “Solían empujarme, me cogían y me metían en cubos y me tiraban colina abajo”, recuerda.

Fue su bisabuelo, Ken, quien prácticamente le crió, el que le enseñó cómo desembarazarse de los abusones y le metió en la cabeza “su pasión”, la magia, cuando tenía 11 años. “Me enseñó una técnica para hacerles creer que no podían levantarme, moverme. Me hacía sólido como una roca, pegado al suelo. Fue lo primero que aprendí y me ahorró muchos problemas en el colegio. Todavía lo hago”, cuenta. Ese y otros trucos, como el de doblarse el meñique hasta lo insoportable, le ayudaron a lidiar con los tipos duros, aunque también contribuyeron a hacer de él un solitario, lo cual le dejaba más tiempo para practicar sus trucos.

Por si fuera poco, Frayne sufre el llamado síndrome de Crohn, una dolencia del sistema digestivo que le postró en la cama de un hospital durante meses cuando tenía 15 años. Más tiempo en soledad para idear y perfeccionar sus habilidades. Su forma de cortar una baraja, dividiéndola en varios montones sujetos en el aire con varios dedos, apoyándose incluso en la barbilla, es una de las muestras de esas horas de entrenamiento, estudio de libros y visionado de vídeos de magia. Hoy defiende que ha llegado a donde está “gracias a 15 años de trabajo duro. Mi bisabuelo compartió conmigo su pasión cuando tenía 15 años. Desde entonces he tomado sus ideas y las mías y les he dado vida. Han sido años de determinación, persistencia y fe en mi mismo”, defiende.

Una fe que le llevó a echarse a la calle, al londinense Covent Garden, a poner en práctica sus habilidades, sorprendiendo a la gente con lo que él llama “micromagia”, esos trucos sencillos -en apariencia- como adivinar el dinero que llevas en el bolsillo o darle la vuelta a la mitad de un iPhone. Defiende que no son tan sencillos -“si no, todo el mundo lo haría”-, pero admite que su intención es hacer una magia “sencilla y directa, que pueda ser entendida” en cualquier parte del mundo o en cualquier situación: “La magia es un lenguaje universal, no importa que no puedas entender mi inglés o que no puedas oírme. Lo que importa es lo que ves. Ver es creer”. Paralelamente, empezó a colarse en ese tipo de fiestas de las que viven muchas celebridades, sorprendiendo a los VIP y haciéndose con un creciente cuaderno de notas de recomendación que aireaba en la siguiente fiesta para poder actuar ante el siguiente famosete.

La tercera pata de su ascenso fue Internet. Grabó su micromagia y empezó a subir los vídeos a Internet, lo que le fue granjeando una cohorte de seguidores. Además, aprendió el manejo de las redes sociales y cuantos recursos online pudieran servir para darse a conocer. Por ejemplo, en 2010, en un concierto de Snoop Dogg, realizó el primer truco basado en Twitter. Resultado: miles de los millones de seguidores del rapero estadounidense comenzaron a seguirle. “A lo largo de los años, he aprendido a adaptar mi magia para que sea adecuada para Internet (Internet-friendly). Adoro la red, soy adicto a Twitter y a las redes sociales, por eso intento seguir en la onda y usarlas en mi beneficio”, admite.

Con esos mimbres, llega en 2011 Magician Impossible (Dynamo el mago en España) el programa que le ha catapultado a la fama mundial y que ahora termina. En él combina su micromagia con actuaciones más espectaculares, como el archifamoso paseo sobre el Támesis, que termina con Dynamo en una lancha de la policía. “No sabían nada antes del número, pero sí en el momento. Tras unas cuantas discusiones y mucha magia, entendieron que no pretendía hacer daño a nadie”, dice, divertido. Pero no cuenta el truco. Y los famosos, claro. Una marca de identidad de Dynamo y del programa son los rostros conocidos que bizquean ante sus trucos: las bandas Coldplay o One Direction aparecen esta temporada, como antes lo hicieron Kim Kardashian, Demi Moore, Samuel L. Jackson, el futbolista Rio Ferdinand, Ian Brown (cantante de los Stone Roses)...

Acaba Magician Impossible, pero no acaba Dynamo, que parece normal, pero que tiene una ambición que “crece día a día”. Deja la televisión para dedicarse a las actuaciones en directo. Pretende “sorprender” con un espectáculo distinto a los tradicionales. “Me siento parte de un siglo y tengo que hacer que la magia se mueva y se mantenga en línea con la gente del mundo en que vivimos”. Y quiere que ese show llegue a “cada uno de los países del mundo. Creo que no se ha hecho nunca, una gira mundial de verdad, para ir a todos y cada uno de los países, no sólo los más importantes, todos, y ver a tanta gente como pueda. Si empecé en Bradford y llegué hasta donde estoy, ¿por qué no el mundo?”. Es la siguiente conquista de alguien que se autodenomina "marciano". ¿Lo es? "Bueno, soy de Bradford, así que todo es posible".

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