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Lama de Góngora, una desilusionante encerrona sevillana

El novillero solo cortó dos orejas en una tarde que no estuvo a la altura de lo esperado

Antonio Lorca

No resulta fácil vestir de limpio a un chaval que se atreve con la heroicidad de encerrarse él solito con seis novillos en una plaza de la categoría de la Maestranza de Sevilla. Vaya, pues, de entrada, el sombrerazo de respeto y admiración para quien se somete a un tribunal tan prestigioso a las puertas de su alternativa. Por eso, al margen del resultado final, es necesario que quede claro que no todo el que se viste de luces está dispuesto a vivir y a sufrir la soledad de tamaño compromiso en plaza de tan grande responsabilidad.

Seis ganaderías/ Lama de Góngora

Novillos de seis ganaderías, muy justos de presentación y cómodos de cabeza; 1º, de El Parralejo, manso y noble; 2º, de Fuente Ymbro, bravo y encastado; 3º, de Javier Molina, descastado; 4º, de El Pilar, manso y soso; 5º, de Daniel Ruiz, devuelto al partirse un pitón; el sobrero y el sexto, de Luis Algarra, muy nobles.

Lama de Góngora: estocada (ovación); pinchazo y estocada (vuelta por su cuenta); pinchazo (silencio); tres pinchazos y un descabello (silencio); estocada (oreja); pinchazo y estocada (oreja).
Plaza de la Maestranza. 12 de octubre. Último festejo de la temporada. Media entrada.

Hechos los cumplidos a los que obliga la justicia, no sería bueno engañar a nadie; y el primero que debe saber la verdad —que la sabe antes que nadie— es el propio torero.

Lama de Góngora cortó dos orejas y salvó los muebles in extremis cuando la tarde se había deslizado por ese preocupante precipicio del aburrimiento y la decepción. Se esperaba más, mucho más, de quien ha concitado la ilusión de la afición sevillana y se presenta para el próximo año como una de las fundadas esperanzas del toreo de pellizco. Pero Lama desilusionó, no estuvo a la altura deseada, y a pesar de que se enfrentó a un lote de novillotes comodones, con las mejores hechuras para embestir y todos del muy apreciado encaste Domecq, se mostró como un torero frágil, poco cuajado, con pocos mimbres, con una corta tauromaquia, que torea bien, pero dice poco, que da muchos pases, pero ayunos de hondura; y que lo hace todo muy despegado y con muchas prisas; y que las tandas resultan muy cortas, un visto y no visto, y que no toreó con la mano izquierda, lo que es pecado mortal, que el capote en sus manos fue un manojo de intentos baldíos…

Recibió a su primero de rodillas en la puerta de chiqueros, muy diligente, pero se desinfló en una faena de muleta con poco mando a un muy noble oponente. Brilló más la movilidad encastada del bravo segundo que el toreo de Lama, sin ajuste ni empaque. Se justificó ante los deslucidos tercero y cuarto, y se enrabietó cuando se anunció la salida del quinto y solo había dado una vuelta al ruedo por su cuenta. Hasta cinco largas cambiadas de rodillas le dio al sobrero que huía de su sombra, y destacó, después, en algunos redondos que tuvieron menos enjundia que lo que hacían notar sus muchos partidarios. Mató bien y se le concedió el primer trofeo de la tarde. Volvió a la puerta de chiqueros en el sexto, lució en un quite por garbosas chicuelinas y buscó el triunfo con renovada ilusión. Sonó la música mientras el novillo embestía con calidad y Lama lo muletaba, otra vez, despegado y sin sosiego. Pinchó y le ahorró a la presidenta el mal trago de decidir un doble trofeo que en modo alguno mereció.

En fin, que la tarde no fue redonda. Ya se sabe que encerrarse con seis toros, aunque sean novillos muy viene escogidos, es una lotería que te encumbra o pasa factura. Ojalá Lama de Góngora sea protagonista de una alternativa de categoría y pueda demostrar que su desilusionante gesta sevillana no fue más que un mal sueño.

Decepción en Las Ventas

Con un tercio de entrada se celebró la última corrida de la temporada en la plaza madrileña. Se lidiaron toros de Palha, desiguales de presentación, descastados y desclasados. El balance de los toreros fue el siguiente: Sánchez Vara, silencio en su lote; Guerrita Chico, que confirmó la alternativa, silencio tras aviso y silencio, e Israel Lancho, silencio en ambos.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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