La mugre del policiaco

A veces el mejor camino hacia la estilización puede estar en la sencillez. En un panorama como el del thriller, en el que los recursos de montaje, de puesta en escena, luz, sonido y ritmo a través del ralentí suelen articular secuencias de impacto, tan bellas como aparatosas, tan impactantes como irreales, la sequedad de un plano fijo, con unos intérpretes en acción un tanto cojitranca, puede dar lugar a una secuencia desconcertantemente estilosa, sorprendente en su penuria. Es lo que ocurre en los momentos de acción de Black coal, aproximación al policiaco de aire tortuoso del chino Diao Yinan, que lo dice todo a través de un tiroteo que te deja seco a base de mugre, perfección cinematográfica e imperfección criminal: en tiempo real, sin cámaras lentas, y en plano fijo, una pistola cae al suelo con cuatro aspirantes a asesinos en pos del artefacto. Es entonces cuando los temblores de manos, las reacciones torpes y lentas y los disparos de aficionado traspasan la pantalla para instalarse en la memoria. Al estilo, por el no-estilo. El hiperrealismo sin florituras.

En su tercera película, Yinan, como su compatriota Jia Zhang-ke en la aún en cartelera Un toque de violencia, prefiere el laconismo a la espectacularidad, y se apunta a la tendencia del thriller policial de autor donde lo esencial no es el qué ni el cómo, sino el dónde (como Memories of murder, como La isla mínima), en la que lo que dominan son los ambientes, los alrededores y el desasosegante clima (aquí, una nieve sucia, marrón sobre blanco, que te cala las entrañas), con sus implicaciones sociales y morales. Sorprendente Oso de Oro en el Festival de Berlín (el premio se antoja, quizá, un punto exagerado), Black coal es cine intachable desde su sistemática, abierta, compleja y sin concesiones, del que, eso sí, puede quedarse fuera el espectador poco acostumbrado a poner de su parte, el que sólo busque motivaciones y explicaciones.