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Crítica | El corredor del laberinto
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La inocencia de las moscas

Lo único que no está a la altura en la película es la visualización de los sueños

Javier Ocaña
Fotograma de 'El corredor del laberinto', 'blockbuster' juvenil de Hollywood.
Fotograma de 'El corredor del laberinto', 'blockbuster' juvenil de Hollywood.

"Obviamente no entienden su propia naturaleza", escribió William Golding en un pasaje de su clásico El señor de las moscas. Los chicos atrapados en la isla desierta de la novela, sin compañía alguna de los adultos, conformaban la alegoría perfecta para retratar buena parte de las esencias que nos definen como seres humanos. Inocencia e impulso. Civilización, orden y rebeldía. Un universo, una distopía o utopía negativa, que en los últimos años ha despertado con desigual fortuna en una serie de libros y películas dirigidos al público juvenil que, uniendo entretenimiento y trascendencia, han ido aspirando tanto al negocio como a una cierta educación político-social. Así, tras Los juegos del hambre y otro buen puñado de sagas en la misma onda, llega la estupenda El corredor del laberinto,primera entrega cinematográfica basada en los libros de James Dashner, publicados a partir del año 2009.

El microcosmos que dibuja la película es una especie de fortaleza al aire libre rodeada de un inescrutable laberinto lleno de peligros. Pero, ¿acaso no es eso la vida, acaso no es eso la adolescencia? Las decenas de chicos (y una única chica que aparece tras un primer tercio exclusivamente masculino) configuran una pequeña sociedad que pronto se va a dividir, como casi todas, entre una mayoría que se acostumbra a lo que hay, intentando convertir el espacio en hogar a través de unas normas, y una minoría que se rebela y busca una salida: al laberinto de la fortaleza, al laberinto de la existencia. Por el relato no aparece solo El señor de las moscas; también Cube y, cómo no, Perdidos, que ya contenía aspectos de la primera. Pero la mezcla es muy inteligente, entretenida sin tener que acudir a continuas escenas de acción, hay unos excelentes desarrollo de personajes y retrato de grupo, y los jóvenes intérpretes están magníficos.

Al director debutante Wes Ball se le nota su pasado como director de arte en películas tan creativas como Beginners: Principiantes, tanto en los detalles más nimios como en el exquisito diseño arquitectónico y espacial del laberinto. Y aunque lo más fastidioso sea que no acabe, que no se redondee por tener que dar paso a una segunda entrega, lo único que no está a la altura es la visualización de los sueños, vulgares remedos de Minority Report. Apenas una minucia en un conjunto admirable.

EL CORREDOR DEL LABERINTO

Dirección: Wes Ball.

Intérpretes: Dylan O'Brien, Will Poulter, Kaya Scodelario, Thomas Brodie-Sangster, Patricia Clarkson.

Género: ciencia-ficción. EE UU, 2014.

Duración: 113 minutos

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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