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ficción televisiva
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Según el guion previsto

Toni García

Un gigantesco homenaje póstumo a Heisenberg y su troupe. Así fue en la madrugada de ayer la ceremonia de unos Emmy que —como siempre— le han dado una patada a Jon Hamm, que lleva 10 nominaciones sin premio (Ricky Gervais acumula 21, con solo dos premios) y han llevado al podio, una vez más, a The good wife y Modern family:dos clásicos de los Emmy que nunca faltan a la cita.

Bryan Cranston, el tipo al que todos buscaban para recordarle lo bueno que es, se despide así a lo grande de Breaking bad, la serie que le ha llevado al Olimpo de los dioses catódicos, junto a Anna Gunn y Aaron Paul, que también han vencido en sus respectivas categorías. La historia del profesor de Química que consigue fabricar la madre de todas las anfetaminas se ha comido al otro favorito de la noche, True detective, que se ha tenido que conformar con premios en categorías menores (excepto la de director, para Cary Fukunaga) como maquillaje o mejores títulos de crédito.

Modern family ha seguido arrasando (y van cinco años seguidos) y Julianna Margulies y su esplendido personaje en The good wife confirman su reinado, con Kerry Washington pisándole los talones desde Scandal, el culebrón más elegante en lo que va de siglo, y Robin Wright rompiendo todas esas quinielas que la señalaban como clara favorita.

Jim Parsons, el ya legendario Sheldon de The Big bang theory, también cumplió con los pronósticos, aun viendo la bajada tonal de la serie, cada vez más anquilosada en sus propios preceptos.

‘Modern family’ ganó por quinta vez; ‘Fargo’ se llevó el galardón a la miniserie

La ceremonia, cuyas reglas permiten cosas tan surrealistas como que Treme y Luther compitan en la categoría de mini-serie (galardón que se llevó la esplendida Fargo, otra miniserie muy sui generis), premió también al omnipresente Stephen Colbert, el mejor showman de Estados Unidos ahora en franca competencia con el afiladísimo John Oliver, y a Sherlock, con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman ausentes, ya metidos en su papel de estrellas cinematográficas y a punto de estrenar la última entrega de El hobbit.

En la sección de fracasos (más bien ignorados) cabe destacar a Girls, Orange is the new black y a Hannibal. La primera, demasiado laberíntica para su propio bien, demuestra que los Emmy siguen yendo a tiro fijo, nunca prestos a crear tendencias, sino más bien a la comodidad del seguidismo; la segunda, el auténtico boom de la temporada a ambos lados del Atlántico, prueba quizá que a Netflix le falta ascendencia a la hora de influir en aquellos que otorgan los premios o que la recepción (fantástica) de crítica y público no aseguran nada en unos premios que acostumbran a ignorar a los novatos como el que oye silbar al viento. Algunos críticos han reprochado al evento esa falta de valentía a la hora de apostar por desconocidos o productos de nuevo cuño, anclados en fórmulas altamente funcionales (con excepciones, claro está).

Lo de Hannibal, una de las series más atrevidas, rompedoras y salvajes de la historia, sigue esa línea y tampoco gustó a los que creen que en la televisión no hay que comerse a tus semejantes: sólo así se explica que el perturbador Mads Mikkelsen no estuviera ni siquiera nominado. Será porque se hubiese comido a todos sus rivales.

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