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Viaje a la excepción coreana

La industria del cine en Corea del Sur goza de una salud que asombra al mundo

El reparto de la película surcoreana 'Miracle in cell no. 7', la más taquillera en Corea del Sur en 2013.
El reparto de la película surcoreana 'Miracle in cell no. 7', la más taquillera en Corea del Sur en 2013.

Enfundado en una impecable librea negra, el señor Kim da la bienvenida a los espectadores con una reverencia. Es el conserje del Cheongdam Cinecity, uno de los mejores cines de Seúl, un imponente bloque de hormigón negro de 13 plantas. Se levanta en el corazón del célebre barrio de Gangnam, entre los rascacielos de la capital surcoreana, una de las megalópolis más extendidas y frenéticas del planeta. Con ese gesto, Kim abre las puertas del cine del futuro. Olviden la escueta combinación de pantalla y palomitas: en Corea del Sur las salas ocupan edificios enteros empapados de tecnología, con proyecciones que empiezan cada media hora, desde las nueve de la mañana hasta la una y media de la madrugada. Las entradas se compran a un precio de entre seis y 10 euros con un toque en la pantalla del móvil y se cancelan sin penalización hasta 30 minutos antes del comienzo de la película. Y los surcoreanos lo agradecen: según los datos del Observatorio Audiovisual Europeo, cada uno de los 50 millones de habitantes del país asiático asiste de media a cuatro proyecciones al año (los 47 millones de españoles van al cine 1,7 veces al año, mientras que en el conjunto de la Unión Europea el dato es de 1,8). Un récord que los surcoreanos comparten solo con los islandeses, y que en su caso se solapa con otro hito: la industria nacional produjo 17 de las 20 películas más taquilleras del año pasado en una lista que encabeza la comedia carcelaria Miracle in cell no. 7 (solo estrenada en Asia según Imdb).

De las 20 películas más taquilleras, 17 son producciones nacionales

Pero el cine coreano también cruza fronteras: exporta talento (directores como Park Chan-wook son solicitados en Hollywood) y películas como The host; el filme más taquillero de todos los tiempos en la península asiática fue un éxito en pantallas de medio mundo. También venden animación. La recién estrenada Operación Cacahuete, es una coproducción entre la firma coreana Redrover, especializada en efectos especiales, y la canadiense Toonbox. El Gobierno de Seúl ha contribuido directamente con 6,4 millones de euros a los 32 millones invertidos en su producción, que hacen del filme la cinta de animación más cara jamás coproducida en Corea del Sur. 

De vuelta en el Cheongdam Cinecity el señor Kim llama el ascensor, necesario para llegar a la taquilla en la octava planta de este cine cuidado hasta el mínimo detalle que alberga seis salas, tres restaurantes y una enorme tienda de ropa. La tecnología y el confort dominan y los sillones de piel se alternan con asientos con cascos de alta calidad. En este prodigio de la técnica, donde una sala con pantalla 4D ocupa toda la decimotercera planta, hasta comprar palomitas conlleva la posibilidad de elegir entre tres sabores (clásicos, dulces o una innovadora variante de cebolla) y contenedores de cinco tamaños. Hay hasta una suerte de quiosco enteramente dedicado a la venta de revistas cinematográficas.

Según los datos del Consejo Superior de Cine Coreano (KOFIC), la producción de películas en Corea del Sur ha aumentado en un 50% en el último lustro, alcanzando los 207 filmes, 120 más de los que se producían hace 10 años (en España la cifra ronda los 130 largometrajes). Y el público ha premiado este esfuerzo: las entradas para las películas autóctonas alcanzaron el 60% de las 213,3 millones vendidas el año pasado (casi tres veces más que las 78,2 millones adquiridas en España en el mismo periodo).

'The host' (2006), especie de Tiburón a la coreana, recaudó más de 67 millones de euros.
'The host' (2006), especie de Tiburón a la coreana, recaudó más de 67 millones de euros.

El aplastante dominio del cine nacional sobre las películas extranjeras no es nada nuevo en Corea del Sur: “La atmosfera opresiva y agobiante que se instaló en el país en los años cincuenta, después de la guerra contra el Norte, afectó profundamente a los coreanos. La necesitad de alejarse de ella, de sentirse libres, influyó profundamente la cultura nacional. Cuando en 1988 Roh Tae-woo fue elegido a presidente tras 40 años de régimen autoritario, la vuelta a la democracia y el fuerte crecimiento económico de los años noventa conllevaron el boom de la cultura coreana y el paulatino abandono de la estadounidense. El cine fue un medio para transmitir esos valores, y una abundante parte de la población empezó a ver películas nacionales”, explica Equan Choe, director de la Academia de Cine de Corea del Sur y miembro del KOFIC. “En los noventa la industria cinematográfica cobró más fuerza y creció también la demanda de taquillazos. Shiri, [una película que relata, con un estilo parecido a las action movies hollywoodienses de los ochenta, un entramado de espionaje en el que se enfrentan las dos Coreas], es uno de los primeros éxitos en esta nueva etapa”.

‘Top ten’ 2013

  1. Miracle in cell no. 7, Lee Hwan-kyung (Corea del Sur).
  2. Rompenieves, Joon-ho Bong (Corea del Sur, EE UU, Francia, República Checa).
  3. The face reader, Jae-rim Han (Corea del Sur).
  4. Iron Man 3, Shane Black (EE UU, China).
  5. The Berlin file, Seung-wan Ryoo (Corea del Sur).
  6. Secretly, greatly, Chul-soo Jang (Corea del Sur).
  7. The attorney, Woo-seok Yang (Corea del Sur).
  8. Hide and seek, Jung Huh (Corea del Sur).
  9. The terror live, Byeong-woo Kim (Corea del Sur).
  10. Cold eyes, Ui-seok Jo, Byung-seo Kim (Corea del Sur).

El auge del cine en esa década se enmarca en el hallyu, o Korean wave, la ola que permitió a la cultura pop coreana extenderse fuera de las fronteras nacionales y hasta convertirse en un modelo a seguir en algunos países limítrofes. La clave de este éxito, según escribe Keunmin Bae, investigador de la Universidad del Estado de Pennsylvania en un capítulo del volumen Hallyu: influence of korean popular vulture in Asia and beyond, se encuentra “en la exportación de las telenovelas coreanas al noreste y sureste de Asia. Su creciente éxito empujó también otros géneros, sobre todo películas y música pop, y contribuyó a la difusión de la comida, del idioma y en general de la cultura coreana”.

Esta suerte de revolución cultural no ha tardado en desarrollar también su aspecto comercial. En los noventa, una época en que la bonanza económica empujaba con fuerza la producción nacional, las firmas de mayor envergadura irrumpieron también en la industria cinematográfica. “Las grandes compañías olieron pronto el negocio: hasta Samsung creó un departamento de cine [que ya no existe]. En los años siguientes, las cuatro grandes [CJ, Showbow, Lotte y Next, las productoras de mayor envergadura del país] se hicieron con casi la totalidad del mercado”, asegura Choe. Pero el director de la Academia de Cine subraya que esta abundante inyección de capital no se tradujo siempre en una mejora cualitativa: “Entre 2005 y 2008 aumentó la cantidad de dinero gastado en producción pero no la habilidad de los directores. Fue un periodo oscuro para el cine coreano y muchas productoras echaron el cierre. Solo las que comenzaron a contratar buenos directores sobrevivieron, y al cabo de una década crecieron exponencialmente”.

El país asiático rueda 207 filmes al año frente a los 130 españoles

Para invertir esta tendencia, la Academia se ha concentrado en la formación y selección de nuevos realizadores que luego ingresarán en el mercado. Sus esfuerzos se han concretado en un aumento del 29,46% de los ingresos en taquilla entre 2009 y 2013, hasta los 1.551 millones de won coreanos (1.141 millones de euros).

Choi Dong-hoon, director de El gran golpe, la segunda película más taquillera de la historia en Corea, explicaba en una entrevista a EL PAÍS que la receta de este éxito se basa en producciones que enfatizan el componente emotivo de las historias que narran: “El cine coreano tiende a dar importancia a las emociones apasionadas. El humor y la tristeza se mezclan al mismo tiempo y, más que historias tranquilas, hay dramas conflictivos. La actual tendencia del cine coreano es mostrar una fuerte expresión de catarsis y patetismo”.

Tienda de palomitas en el complejo cinematográfico CGV Yeouido, en Seúl.
Tienda de palomitas en el complejo cinematográfico CGV Yeouido, en Seúl.

Choe las compara con la “comida basura, porque sabes qué es lo que te espera y de alguna manera resulta adictivo”. Y en efecto, así como ocurre con la comida rápida, las grandes cadenas constituyen la otra pata del triunfo del cine coreano. Las firmas productoras y las salas tienen a menudo el mismo dueño: “Trabajan en sinergia. Estoy abonada a una de ellas y no es raro que me ofrezca descuentos y promociones para ir a ver determinadas películas”, asegura Kelly Sung Un Jeon, una emprendedora de 28 años que suele ir al cine una vez por semana.

Las implicaciones de tanto poder concentrado en tan pocas manos no son poca cosa. Las big four produjeron las 15 películas nacionales más vistas en 2013 y las distribuyeron en 800 salas: se llevaron el 75% de todas las entradas vendidas. Así que el Ejecutivo de Seúl se está planteando la aplicación de una ley para romper un oligopolio “que puede alterar demasiado el mercado”, explica Choe. Mientras tanto, el KOFIC ha puesto en marcha una serie de medidas para controlar y diversificar el mercado cinematográfico. El Consejo introdujo un modelo único de contrato de trabajo para los empleados de la industria cinematográfica y firmó con las cuatros grandes un convenio que las obliga a publicar los resultados de sus ventas en DVD e IPTV (televisión online), que representan un tercio de sus ingresos.

Para promocionar el cine independiente, que según los datos del propio organismo acaparó en 2013 solo 10.000 entradas, el KOFIC promociona las películas de pequeñas productoras a través de su web, donde se permite su visión en streaming. Ofrece además incentivos hasta el 30% para las compañías extranjeras que quieran grabar sus películas en Corea del Sur, y ha firmado acuerdos bilaterales con organismos parecidos en países como China, Vietnam, Chile o Perú para difundir el cine coreano más allá de las fronteras nacionales. ¿Hasta dónde puede llegar esta expansión? A Choe no le caben muchas dudas: “El cine va de locos, porque los directores de cine son eso, unos locos. Si hasta empiezan a ganar dinero, como ahora está ocurriendo en Corea del Sur, esto tiene mucho margen para crecer”.

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