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El cine brasileño golea en Nueva York

La cinematografía de Brasil vive un gran momento dentro y fuera de sus fronteras

Un fotograma de 'El lobo detrás de la puerta', del director Fernando Coimbra.
Un fotograma de 'El lobo detrás de la puerta', del director Fernando Coimbra.

“El fútbol no es el único que marca goles en Brasil”, decía la revista Variety en una noticia reciente sobre el sorprendente aumento de la taquilla durante el Mundial. Obviamente, lo tituló así antes del descalabro de la selección brasileña. Con el equipo literalmente fuera de juego y el Mundial a punto de acabar, ahora hay que matizar: el cine brasileño sí sigue marcando goles en todo el mundo.

“La palabra que me viene a la mente al pensar en el cine brasileño de hoy es explosión”, dice Marcela Goglio, directora creativa del Latinbeat, el festival de cine latinoamericano del Lincoln Center de Nueva York que inaugura hoy su 15ª edición con Casa grande, ópera prima de Felipe Barbosa. “Es una explosión porque es tanta la producción y tan variada, desde películas muy experimentales a más convencionales: de todo tipo de géneros, hay comedias, hay thrillers, hay retratos personales, hay muchísimo documental; y viene de todos los rincones del país”.

Desde su fundación, el objetivo del Latinbeat ha sido “reflejar las tendencias del cine latinoamericano”, apoyando especialmente a los cineastas jóvenes y emergentes. El festival nació a la vez que el cine de Latinoamérica renacía a finales de los noventa. “Cuando empezamos sólo Argentina, Brasil y México acumulaban la producción y eran los niños bonitos de los festivales internacionales”, explica Goglio. Por entonces, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) comenzó, asociado con el Festival de Río de Janeiro, una muestra anual que intentaba seleccionar lo mejor de la inmensa producción brasileña reactivada especialmente tras el éxito de Estación central de Brasil y Ciudad de Dios. “Esa muestra acabó el año pasado. Hemos querido ocupar su lugar y hacernos eco de esta explosión, y por eso inauguramos con Casa grande y programamos O homem das multidões”.

Con esas dos películas, el Latinbeat muestra “las dos puntas del cine brasileño actual”. “Casa grande es la ópera prima de un director joven muy prometedor, Felipe Barbosa, y una propuesta que no innova en el lenguaje; es una historia convencional, un retrato socioeconómico del país sin pretensiones, pero que con mucha sutileza resulta muy poderoso. O homem das multidões, en cambio, es una propuesta más arriesgada, casi experimental, de dos directores [Marcelo Gomes y el artista visual Cao Guimarães] más consagrados”.

Noveles, como Felipe Barbosa o Fernando Coimbra, director de El lobo detrás de la puerta (mejor película en la sección Horizontes Latinos en el último Festival de San Sebastián y estreno en España el viernes 18 de julio), y directores más consolidados como Marcelo Gomes, Karim Ainouz (que abrirá el New Fest, festival de cine gay del Lincoln Center, el 24 de julio, con Praia do futuro) o Kleber Mendonça son el impulso del nuevo cine independiente brasileño que se está haciendo un hueco en la taquilla del país, hasta ahora absolutamente dominada por las comedias de la productora televisiva Globo y el cine de Hollywood, pero que también se está haciendo fuerte fuera. “En concreto, O som ao redor, de Mendonça, hace dos años fue la que abrió el camino tanto en producción como en exhibición”, explica Carlos A. Gutiérrez, cofundador de Cinema Tropical, distribuidora de cine latino en EE UU.

¿Se puede hablar entonces de un nuevo, novísimo, cine brasileño? ¿De un nuevo grupo o generación de cineastas? “Yo no considero que pertenezca a ningún grupo”, explica Fernando Coimbra. “Pero sí tengo muchos amigos cineastas que empezamos con cortos y ahora hemos hecho nuestros primeros largos. No somos un movimiento organizado como fue el Cinema Novo en los sesenta, pero sí pertenecemos a la misma generación y tenemos cosas en común; como el interés por flirtear con cualquier género, y tratar no sólo temas sociales, de pobreza y violencia, sino hablar también de amor, de relaciones, de la clase media…”.

Un ejemplo sería Casa grande, un vehículo para Barbosa de contar una historia personal, “una gran plataforma para hablar de lo bueno y malo de las costumbres sociales” de la clase media-alta para su coguionista Karen Sztajnberg. “Me temo que en Casa grande no hay héroes o villanos, sólo seres humanos. Un poco como en este Mundial”.

Otro ejemplo sería el del propio Coimbra, El lobo detrás de la puerta, inspirada en un suceso de los años sesenta que el director recupera para estudiar la naturaleza del ser humano, y que después de un largo y exitoso recorrido por festivales internacionales funcionó bien dentro de la taquilla brasileña. “Hace unos años en Brasil había una gran división entre las películas muy comerciales y cine de autor, muy radical, que casi no llegaba a las salas. Ya no existe”, dice Coimbra.

A pesar de haber mejorado, la distribución de películas independientes dentro de Brasil y la consolidación de sus lazos con festivales o mercados internacionales siguen siendo los grandes retos a los que se enfrenta el cine brasileño. “Son temas que no se van a resolver pronto, pero lo importante es que se siga produciendo: toda esta generación que se está levantando tiene que seguir”, dice Gutiérrez. Algo que parece mucho más posible tras el anuncio de la presidenta brasileña Dilma Rousseff de destinar más de 300 millones de euros a la industria audiovisual para consolidar al país como uno de los líderes mundiales, invirtiendo en la producción de 300 películas, 400 programas de televisión, en formación, en distribución, nuevas salas… Así, al menos, el cine brasileño seguirá goleando.

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