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La ópera como síntesis de la vida

Manaos acoge el estreno de ‘Onheama’, de Ripper, en la 18ª edición de su Festival Amazonas

Una orquesta ensaya en el teatro Amazonas en Manaos.
Una orquesta ensaya en el teatro Amazonas en Manaos.BRUNO KELLY (REUTERS)

La ciudad de Manaos, en el corazón de la floresta amazónica, impone respeto. Los mitos y leyendas de siempre conviven con el progreso económico actual. La designación de Manaos como una de las sedes del Mundial de fútbol constituye un acto de reconocimiento al empuje de la ciudad. Sin embargo, los portavoces de un par de selecciones han manifestado sus reticencias. Que si el calor húmedo es insufrible para los jugadores, que si hay muchos mosquitos, que si la malaria está a la vuelta de la esquina. No es para tanto. Además, Manaos ha evolucionado en muchos aspectos últimamente, se ha dado un lavado de imagen e incluso ha conseguido rebajar los índices de paro a cotas insignificantes.

Las reglas del juego en Manaos son las que son, y ya en el mismo aeropuerto se da la bienvenida a los visitantes con dos inmensas fotografías que hacen alusión a las señas culturales de la ciudad. Una es del teatro Amazonas y otra de la manifestación folclórica Boi-bumbá, una explosión de ritmo y creatividad popular que llega a su punto álgido a finales de junio con el famoso Festival de Parintins. El Festival Amazonas de ópera celebra estos días su edición número 18. Su trayectoria está cuajada de grandes retos como la primera escenificación en Brasil de El anillo del Nibelungo, o los aplaudidos montajes de títulos como Lulu o Parsifal. Todo ello simultaneado con una atención permanente a obras brasileñas de compositores como Carlos Gomes o Villalobos. Este año han dado una vuelta de tuerca espectacular lanzándose al estreno mundial de la ópera Onheama (Eclipse), del compositor brasileño João Guilherme Ripper, a partir del poema A infância de um guerreiro, de Max Carphentier. Le han echado mucho valor, pero la iniciativa no ha podido tener mejor acogida. En pleno ambiente futbolístico, una ópera popular que indaga en las leyendas amazónicas se ha erigido en el acontecimiento musical de Brasil.

El tema de la obra recuerda a las leyendas que inspiraron ‘El anillo’

Se podía haber caído en la tentación de hacer un documental sobre los indígenas de la selva. No ha sido así. Con un trasfondo moral (“Esta tierra es una síntesis de vida”, se canta), la historia que se cuenta es tan sencilla como poética. Un jaguar (onça celeste) se come al Sol, y amenaza con seguir su periplo devorador con la Luna y las estrellas. La oscuridad se impone. Para salvar los valores existentes y recuperar la luz que los hace posibles se elige a un niño, Iporangaba, en la tradición de las tribus indígenas. El primer acto es coral, el segundo lírico, el tercero dramático y posteriormente festivo. Se unen al proceso de búsqueda del jaguar, acompañando a Iporangaba, un delfín y una especie de sirena de río que se incorpora después de un conmovedor ballet de nenúfares. La cultura de la selva esta siempre presente. Con una flecha aderezada con sustancias tóxicas naturales el niño alcanza al jaguar que, herido, devuelve el Sol. El asunto guarda cierto paralelismo con las leyendas nórdicas que inspiraron a Wagner en El anillo del Nibelungo. El oro del Rin que esconde en una cueva uno de los gigantes y recupera Sigfried gracias a su inocencia, se corresponde con el Sol y con la ingenuidad del niño. La música de Wagner no tiene, evidentemente, nada que ver con la de Ripper. El compositor brasileño utiliza ritmos amazónicos y en algún momento evoca a Villalobos, pero lo que cautiva de su música es el sentido de la construcción, el instinto melódico, la sensibilidad coral y sobre todo el equilibrio a la hora de contar una historia con fantasía y precisión.

Un momento de la ópera 'Onheama', de Ripper.
Un momento de la ópera 'Onheama', de Ripper.

Los cantantes son estupendos. La soprano francesa Isabelle Sabrié desde el lado dramático, Dhijana Nobre desde el lírico, Enrique Bravo desde el poderío vocal con ribetes de comicidad o Edilson Cardoso desde su condición de pureza infantil, dan un empaque contrastado y comunicativo a la ópera. El director teatral William Pereira mueve con naturalidad y color la escena, para que todo sea cercano. El trabajo de Luiz Fernando Malheiro al frente de la orquesta experimental — jóvenes de hasta 21 años— de la Filarmónica del Amazonas fue soberbio, manteniendo en todo momento el magnetismo del cuento desde el punto de vista musical. El coro infantil del Liceo de Artes y Oficios Claudio Santoro se llevó, con toda justicia, una de las grandes ovaciones de la noche, y también estuvieron a buen nivel la Coral y el Ballet folclórico del Amazonas.

Los precios populares atraen a un público más joven que el europeo

El público reaccionó con gran entusiasmo. Es muy joven, con una media de edad mucho más baja que la de los teatros de ópera europeos, sea en una ópera popular como Onheama, o en las anteriores de esta edición: Lucia de Lamermoor, Manon Lescaut, Carmen (con el tenor vasco Andeka Gorrotxategi y la soprano chilenoespañola Cristina Gallardo-Domâs). A este saludable rejuvenecimiento contribuye, sin duda, la accesibilidad de los precios. Por su ambiente y por sus planteamientos, la ópera en Manaos es diferente, tiene magia. El estreno de Onheama es una muestra de ello.

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