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Godzilla al habla

El director de la nueva versión del monstruo apuesta por una visión ecológica basada en la venganza de la Tierra contra el hombre

Los aspirantes a director de cine suelen tener muchos sueños. Pero sólo unos pocos se materializan a una escala tan brutal como los de Gareth Edwards (Nuneaton, Inglaterra, 1975). El adjetivo no está escogido aleatoriamente: brutal es el presupuesto –116 millones de euros-, la ambición – la secuela de un clásico sin rival- y el tamaño del personaje que da nombre al segundo largometraje de este director: Godzilla. Ni siquiera el propio Edwards acaba de creerse que Hollywood haya llamado a su puerta para dirigir el que podría ser el blockbuster del año, que hoy se estrena en todo el mundo. “Todavía estoy sorprendido y me tengo que abofetear cada mañana. Y ahora que veo los posters por toda la ciudad sé que para siempre seré ‘el tipo que hizo la secuela de Godzilla’. La cuestión es cómo me recordará la gente. ¿Les gustará la película?”.

Esta es la pregunta que le quita el sueño a un director embarcado en una promoción extenuante y que le ha llevado varias veces de visita a Londres, donde se realizó esta entrevista. La productora Legendary Pictures es la principal responsable de que el dinosaurio radioactivo y cabreado nacido de las ruinas de Hiroshima y Nagasaki en 1954 y concebido por los estudios japoneses Toho vuelva a la vida capitaneado por Edwards y con un casting nada desdeñable: Bryan Cranston (Walter White en Breaking bad), Juliette Binoche, Elisabeth Olsen y Ken Watanabe.

A lo largo de la última década Legendary Pictures ha vuelto a poner la ciencia-ficción de moda con títulos de éxito como Origen, Batman, 300 o Donde viven los monstruos. Por eso cuando en 2010 los productores vieron la primera película de Edwards, Monsters, supieron que habían encontrado a su director: aunque barajaron nombres como el de Guillermo del Toro es difícil convencer a un consagrado para que manosee un clásico. Los veteranos prefieren arriesgar con material propio y no manchar su currículo. Sin embargo, para alguien como Edwards, recibir la oferta de dirigir Godzilla es una especie de milagro. Sobre todo teniendo en cuenta las condiciones en las que filmó su primera película.

Gareth Edwards, con Bryan Cranston.
Gareth Edwards, con Bryan Cranston.

Monsters era una road movie de ciencia-ficción que el propio Edwards rodó cámara en mano sin apenas presupuesto y sin ningún equipo técnico. Era una distopia futurista que ocurre en un mundo posinvasión alienígena y donde una pareja tiene que atravesar ‘zonas infectadas’ de México para llegar a Estados Unidos, donde estarán ‘a salvo’. “Yo siempre he amado la buena ciencia ficción aunque lo que abunda es la mala. Hay mucho culebrón espacial con espadas láser. La clave son las ideas: tomas el mundo que tenemos y cambias algunos aspectos de ese mundo y de repente, cambia tu percepción de la realidad. Eso es lo que consigue la buena ciencia-ficción”. La ironía inteligente de ese México ‘infectado’, cuyos efectos especiales realizó el propio Edwards en su casa a golpe de ordenador, con resultados espectaculares, convenció a los productores de que habían encontrado un diamante en bruto.

Curiosamente, el propio Edwards, británico de 39 años, que se ha pasado casi quince haciendo efectos especiales para televisión, hablaba tras el estreno de Monsters de su miedo a perder la libertad si aquel filme le abría las puertas de Hollywood. Preguntado al respecto, evita morder la mano que le da de comer antes de saber qué piensa el mundo de su película. “Sí, es cierto que tenía ese temor pero cuando te embarcas en un proyecto como éste el objetivo es que le guste al mayor número posible de personas aunque en ese intento puedes arruinarla por falta de originalidad. Mi cometido era mantener un equilibrio entre lo popular y lo atrevido, entre lo que apela a las masas y lo original. Las películas con las que crecí, como La guerra de las galaxias, lo conseguían”.

 Y es cierto, pero también lo es que Hollywood arriesgaba mucho más en la década de los setenta que en ésta. “Es verdad, pero te aseguro que nadie me ha cortado la libertad creativa. Y si te fijas en las carreras de directores de éxito, muchos acaban haciendo películas mediocres porque adquieren tanto poder que nadie se atreve a pararles los pies o a decirles que algo no funciona. Yo no quiero hacer películas artísticas que no sean populares. Quiero hacer películas originales pero que le gusten a la gente y para eso hay que trabajar en equipo”.

Toda una declaración de intenciones que parece cuadrar a la perfección con las aspiraciones de un filme donde los momentos lacrimógenos al más puro estilo Spielberg se alternan con las imágenes apocalípticas. Los críticos dirán si pasará o no a engrosar la lista de godzillas mediocres que pueblan la filmografía del siglo pasado. “Creo que Godzilla ha vuelto porque lo que le estamos haciendo a la naturaleza en el fondo nos asusta. Por eso he utilizado imágenes que antes sólo podían pertenecer a Hollywood, como el 11-S, pero ahora concebimos como posibles. Ciudades inundadas, barrios destruidos… eso ya no es ciencia-ficción”. El escape radioactivo de Fukushima le pilló en plena preproducción pero al final no se menciona en el filme. “Es mejor que la gente saque sus propias conclusiones. El medio ambiente está amenazado por muchos frentes”.

Para Edwards, “Godzilla es la representación de la ira de la naturaleza que se rebela contra el hombre. No puedes ganar en ese lucha. La naturaleza siempre nos va a ganar y ese es el subtexto de la película. Godzilla es el castigo que nos merecemos por lo que estamos haciéndole al planeta. Hemos trasladado las preocupaciones de la película original al mundo de hoy, que desafortunadamente no parece haber cambiado mucho desde entonces”.

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