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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Le Goff

Su pasión por la Edad Media le llevó a declarar en muchas ocasiones que seguíamos viviendo en ella

David Trueba

La muerte del medievalista francés Jacques Le Goff nos ha regalado algunas perlas de su erudición. En una realidad mediática bastante sometida al discurso político, leer sus entrevistas y artículos era rendirse a un talento asombroso para relacionar presente y pasado. Su pasión por la Edad Media le llevó a declarar en muchas ocasiones que seguíamos viviendo en ella, pero no como discurso catastrofista por las negras perspectivas y la reiteración bélica, sino en lo que tenía de construcción colectiva. Para él, aquella época también nos trajo el Estado, la nación, la ciudad, la universidad, los derechos del individuo, la emancipación de la mujer, la conciencia, la organización de la guerra, el molino, la máquina, la brújula, la hora, el libro, el purgatorio, la confesión, el tenedor, las sábanas y hasta la Revolución Francesa.

Defensor a ultranza de la laicidad, nunca despreció la importancia de la religión católica en la construcción europea. Y fue precisamente su estudio concienzudo sobre la invención del purgatorio, en los alrededores del siglo XII, lo que nos ofreció algunas de sus mejores conclusiones. Porque la idea de un lugar de espera entre la salvación y la condena nació para aumentar el poder de la Iglesia sobre las personas, pero se transformó en un motor económico. Los hombres siempre son capaces de inventar recursos para vencer la rigidez dogmática. Así, los usureros pudieron entonces empezar a utilizar sus beneficios monetarios para garantizarse buena plaza en el más allá, lo cual dio pie a que corriera el dinero y hasta se desarrollara el mecenazgo.

Esa vocación por quebrar un prejuicio con cada uno de sus hallazgos, amparados en el estudio y el talento narrativo, convirtieron a Le Goff en un divulgador celebrado. No vivimos el mejor de los tiempos para la presencia de este tipo de talentos en los medios, más que nada por la pérdida del sentido formativo frente al lucro. En la incertidumbre echaremos de menos al europeísta convencido de que Rusia terminaría por pertenecer a la Unión y al crítico con cualquier sistema que perdiera al ser humano como centro de sus preocupaciones, porque, en su opinión, la historia se hace con hombres de carne y hueso, con sus sueños, sus creencias y sus necesidades cotidianas.

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