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Una gran compañía de ‘ensemble’ frente a la ola del ‘microteatro’

Jeremy James, artista del Théâtre du Soleil, funda fuegoártico con más de veinte actores La nueva compañía madrileña estrena 'Árboles', versión de 'El jardín de los cerezos' de Chéjov

Ensayo de 'Árboles' de Fuegoártico.
Ensayo de 'Árboles' de Fuegoártico. Claudio Alvarez

Cuando Jeremy James habla, traducido al segundo por su intérprete, la compañía calla. La veintena de actores (la edad media no superará los 30 años) asiente, respirando respeto. “Encended esa lamparita”, dice, y tres personas salen disparadas a pulsar el interruptor. El grupo Fuegoártico parece un clan perfectamente organizado en torno al jefe de la tribu, miembro durante siete años del Théâtre du Soleil de París, una de las compañías de trabajo colectivo más reconocidas de Europa. Del buen funcionamiento del engranaje depende, en gran medida, el éxito de su proyecto: crear un teatro de ensemble a la manera del Odin Teatret danés o el Berliner de Bertolt Brecht, y convertirse en uno de los principales exponentes de la creación grupal en España. La primera muestra de la hazaña tiene lugar a partir de mañana y hasta el domingo con la puesta en escena del primer acto de su adaptación de El jardín de los cerezos, de Chéjov, en la sala Kubik Fabrik de Madrid.

Información útil

Árboles I.I., de Fuegoártico dirigida por Jeremy James. Una versión de El jardín de los cerezos de Chéjov.

Cuándo: del 14 y 16 de marzo a las 19h30, 15 de marzo a las 18h con coloquio con la compañía después de la función.

Dónde: sala Kubik Fabrik, en el barrio madrileño de Usera. C/ Primitiva Gañán, 5. Metro Usera.

Precio: aportación libre.

El desafío no es cualquier cosa. Los 12 personajes de su Árboles, con 16 actores colaborando en la obra y 22 en total en el grupo, se contraponen a la tendencia de acortar funciones y participantes del teatro patrio sumido en la crisis. Sirva como ejemplo el Centro Dramático Nacional, que en 2010 aunaba a una troupe de 20 actores en Madre Coraje y sus hijos y este mayo hace una versión de Macbeth con siete. “Sí, estamos locos”, admite Jeremy James entre risas. “Por supuesto que hay piezas interesantes con dos o tres personas, pero para que el teatro continúe tendiendo un lugar, siento que tiene que volver a sus orígenes, que eran grandes grupos que reflejaban la sociedad”, explica el actor y director canadiense criado en Australia.

Esa es, en parte, su tradición teatral, forjada bajo la batuta de Ariane Mnouchkine en el Théâtre du Soleil. Durante su estancia en la compañía entre 2002 y 2007, James participó en dos montajes y se empapó de su método. Todo es colectivo en el grupo parisino fundado en 1961, desde su constitución como empresa (es una cooperativa y todos cobran lo mismo) a su trabajo actoral. Esto último, por ahora, es lo que James ha trasladado a Fuegoártico.

Los personajes, por ejemplo, no son distribuidos hasta bien entrados en los ensayos, cada uno es trabajado por varios actores hasta que “se hace evidente” que ese traje le va mejor a uno en concreto. “Te alimentas del otro, y desde fuera puedes entender qué es lo que no estabas viendo desde dentro”, dice la actriz Ainhoa Hernández, que construyó el personaje de Alba junto a Ivana Heredia. “Es una forma de desposeerse, de dejar de decir ‘mi personaje”, afirma la segunda, que finalmente interpreta a Alba. Se trata de obviar el ego del actor para crear elenco, como explica Jeremy James: “Si un actor se bloquea, y les pasa a menudo, no quiero seguir empujando a esa persona, pero quiero seguir explorando esa escena”.

Es más fácil hacer obras más pequeñas, pero si todos abandonamos, el teatro no será lo mismo Jeremy James, director de Fuegoártico

La otra gran apuesta consiste en actualizar y adaptar a España todas las referencias políticas y culturales que contiene el texto de Chéjov, para, según el director, “eliminar la distancia con el público”. Así, si uno de los personajes realizaba, en la versión original, un viaje de París al sur de Moscú que le llevaba cuatro días, en la versión de James el recorrido es entre Nueva York y Málaga. La capital francesa, cuna de la vanguardia artística en la época, se cambia por la Gran Manzana, y la finca que la familia está a punto de perder se sitúa en la campiña andaluza. La troupe ha ido hasta el detalle, todo se ha tenido en cuenta en el montaje (aunque sea imperceptible para el público), desde el horario real de los trenes Madrid-Málaga hasta la hora a la que se abren las flores en Rusia.

Pero la verdadera apuesta de Fuegoártico, su pequeña revolución, está en el tiempo. No el que se utiliza en escena, sino el de ensayo. Jeremy James lleva trabajando con este elenco desde 2012, pero el proyecto de Árboles solo se esbozó en agosto de 2013. En la lógica de la compañía, el ensayo y la exploración tiene mucho más peso que la necesidad de resolver una escena. El entrenamiento es el pilar básico de la formación: cada día dedican varias horas a trabajo corporal, y las jornadas de ensayo llegan en ocasiones a las 12 horas.

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CRÍTICA | Mnouchkine y las utopías de Julio Verne (2010)

La implicación absoluta, eso sí, es cara. Es difícil exigir un compromiso a tiempo completo a un proyecto que, por ahora, no resulta rentable. “Nos vamos turnando, vamos haciendo trabajos fuera que nos permiten continuar casi al cien por cien con esto”, cuenta Ainhoa Hernández. Por eso, parte de su proyecto consiste en explorar nuevas formas de financiación, idealmente de partenariados público-privados a imagen del Théâtre du Soleil, que permitan continuar con el trabajo conservando libertad creativa.

Otra cosa es el espacio. La familia numerosa está aún huérfana de casa. “Habíamos visto un almacén precioso, pero creemos que se lo ha quedado una empresa de aceite de oliva… Los propietarios piensan que una nueva compañía de teatro no tiene mucha consistencia”, dice resignado el director. “Sí, es más fácil hacer obras más pequeñas”, comenta, “pero si todos abandonamos, el teatro, en el sentido de todo lo que puede ofrecer, no será lo mismo. Parece que estamos sosteniendo o aceptando el mercado, en lugar de luchar por el producto”. Ahora solo queda ver si la choza que ahora levantan se mantiene en pie pese al vendaval de la crisis.

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