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‘Curro Vargas’ sin folclorismos

Graham Vick revoluciona en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el drama lírico de Ruperto Chapí para lograr un diálogo con nuevos públicos

El director de ópera Graham Vick.
El director de ópera Graham Vick.Carlos Rosillo

La silenciosa revolución de Paolo Pinamonti, director empeñado desde 2011 en modernizar el Teatro de la Zarzuela de Madrid, continúa diligente. Esta vez, el veneciano cuenta para su empeño con la colaboración de un hombre de ópera tan prestigioso como polémico: Graham Vick, atrevida elección para actualizar el Curro Vargas de Ruperto Chapí. Estrenada en 1898, se trata de una obra tradicionalmente olvidada o maltratada en su puesta en escena. Hoy, día de los enamorados, subirá a las tablas de la Zarzuela esta pieza de tres actos y tres horas y 50 minutos de duración, una historia de amor frustrado y trágico llegada desde lo más oscuro del pasado español para estrechar la mano al presente.

Graham Vick (Liverpool, 1953) se guarda mucho de revelar qué sucederá en el escenario en este montaje, con libreto de Joaquín Dicenta y Antonio Paso, y que se basa en la novela de Pedro Antonio de Alarcón El niño de la bola. Las representaciones que se han hecho en el pasado, como indica Pinamonti, la habían amputado. Es la primera vez desde su estreno que se representa de manera íntegra. Guillermo García Calvo, director musical del montaje, sí ha adelantado que será “toda una sorpresa para el espectador”, al que dejará “con la boca abierta”. El director de escena se ha obsesionado por traer la obra al presente; algo, asegura, muy sencillo, dado que los seres humanos “no cambian nunca y esta es una pieza universal, que plantea qué supone ser un hombre”. La división tradicional en tres escenas “no honraba la cinematografía brillante” con la que Chapí la dotó.

El vestuario también será moderno. Después de todo, Soledad (Saioa Hernández y Cristina Faus), la mujer que rompió la palabra que le había dado a Curro Vargas (Andeka Gorrotxategui y Alejandro Roy) para casarse con otro hombre, está “aburrida, con tiempo para arrepentirse del pasado”. Tiene dinero y es “como la esposa de un futbolista”. Vargas es un hombre que se ha quedado congelado en el tiempo, que nunca ha crecido.

La representación de la asfixiante e hipócrita tradición religiosa va a tener especial relevancia en Curro Vargas. Esta es una historia que no se recrea, prosigue Vick, “en el retrato encantador y folclórico, en el costumbrismo” de Las Alpujarras, sino que habla “del absolutismo moral”. “Chapí toma la Iglesia tradicional y expone su rigidez e hipocresía. La idea de matrimonio la cuestiona como contrato social. Él no quiso escribir una zarzuela al uso”. Si una forma particular de entender el honor se tejió en España, Vick puede aportar su visión desde fuera porque “el tema de la rigidez de los códigos es universal”. Ruperto Chapí se atrevió a finales del siglo XIX “a examinar la claustrofobia, el provincianismo que se mira al ombligo, la naturaleza destructiva del chismorreo…”.

El director de ópera Graham Vick, a la izquierda.
El director de ópera Graham Vick, a la izquierda.Fernando Marcos

Graham Vick es viejo amigo de Paolo Pinamonti. Juntos al poner patas arriba el Teatro San Carlos de Lisboa con una versión de El anillo del nibelungo cuando el italiano estuvo al frente de la institución. La partitura de Curro Vargas hizo el resto: Vick se declara enamorado de ella. Chapí compone esta obra en un momento en el que España es un país acomplejado por la pérdida de sus últimas colonias. “Es un compositor con enorme ambición, muy sofisticado; coge la cultura de la música folclórica y la absorbe en su propio lenguaje musical”, afirma el británico.

En su labor operística, Vick ha luchado en contra de la idea elitista en las representaciones. El mismo espíritu ha guiado su trabajo con Curro Vargas. “Cada decisión que he tomado ha sido para que el público se relacione con la obra y la entienda”. Aunque la zarzuela haya sido confinada como género a Madrid, Vick considera que en una ciudad “así de vibrante y de dinámica”, no se puede representar como si se tratase de un museo. “El teatro es un arte vivo que no puede vivir en el pasado, que debe hacer que el público se haga preguntas. ¿Cuánta gente hay ahora que escriba zarzuelas? Ninguna. Y es por eso por lo que no hay creatividad”.

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