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Los Goya, el orgullo del barrio

Los cinco directores de los filmes candidatos al premio a la mejor película charlan sobre el cine a una semana de la gala

Gregorio Belinchón

Quedan siete días para la gala de los 28º Premios Goya, y la cosa anda como en las más igualadas carreras de caballos. Cinco películas —Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba; La herida, del debutante Fernando Franco; 15 años y un día, de Gracia Querejeta; Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, y La gran familia española, de Daniel Sánchez Arévalo— se enfrentan por el cabezón principal. Del quinteto, cuatro realizadores también compiten por el Goya a mejor dirección; Franco entra en la categoría de Mejor dirección novel. El pasado viernes, se juntaron para charlar largo y tendido por primera y única ocasión —sus calendarios, salvo su aparición en la Fiesta de los Nominados, les han impedido coincidir hasta hoy— en EL PAÍS. Y charlaron de premios, producción, sufrimientos, crisis, su fama entre sus vecinos y, por supuesto, cine.

 David Trueba. El cine siempre está igual. Industrialmente hoy sufrimos los peores momentos que recuerdo. Yo que soy veterano, me acuerdo del final de los ochenta, igual de penosos, en los que la gente no iba a las salas... En la buena calidad, sin embargo, la cosa se mantiene: las temporadas suelen ir parejas.

Gracia Querejeta. Cada año oímos lo mismo: ¡qué goyas tan variados! Siempre es igual.

Daniel Sánchez Arévalo. A pesar de todo los datos, cada año acaba saliendo una muy buena cosecha de películas españolas.

De su padre y de su madre

El próximo domingo, a las 22.00, arrancará la 28ª entrega de los Premios Goya, que en esta ocasión presentará, por primera vez, Manel Fuentes. Puede que sea la última del presidente de la Academia, Enrique González Macho, cuyo mandato acaba en abril y que "en principio", según sus propias palabras, no repetirá. Las cinco películas finalistas, muy distintas, están comandadas por sendos directores de carreras muy opuestas.

David Trueba (Madrid, 1969). Vivir es fácil..., referencia a un verso de Strawberry fields forever, de The Beatles, es su sexto largo. Artista promiscuo (escritor, columnista, guionista, director de series y programas de televisión...), prepara ahora su nueva novela.

Gracia Querejeta (Madrid, 1962). Sexta película de otra veterana de la industria, también compaginadora de trabajos en cine y televisión.El recuerdo de su padre, el productor Elías Querejeta, fallecido el año pasado, estará muy presente durante la ceremonia.

Manuel Martín Cuenca (Almería, 1964) Cuatro largos de ficción —también ha dirigido documentales— para un cineasta que ahora se declara "en barbecho".

Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) Guionista de larga carrera, reputado cortometrajista, con cuatro largos a sus espaldas, Sánchez Arévalo ya está escribiendo su próximo filme "con algo de thriller" y con su trío dorado de actores: Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y Antonio de la Torre.

Fernando Franco (Sevilla, 1976) Montador de prestigio, La herida, Premio Especial del Jurado en San Sebastián, es su debut como director. Prepara segundo largo, mientras sigue montando películas de otros.

Fernando Franco. No sé si empeora o mejora, pero creativamente está muy bien y es muy heterogéneo.

Manuel Martín Cuenca. Siempre ha habido precariedad en el cine español, en esta falsa industria, lo que pasa es que ahora se añade la incertidumbre, no saber cuál es el modelo, cómo hacer las cosas. Todo se ha atomizado, y no sabemos cómo vamos a producir.

G. Q. Tengo una sensación: he dedicado muchos años de mi vida a algo tan simple y tan complejo como escribir y hacer la película, escribir y hacer la película. Ahora escribo... ¿y cuándo rodaré? No sé. Nosotros vivimos de esto, de nuestra propia creación y la sensación que me embarga es de...

D. T. Es fruto del momento actual del país. Antes pensabas: “¿Dónde voy a cenar hoy?”, y te dedicabas a trabajar. Ahora piensas: “¿Cómo cojones vamos a conseguir cenar hoy?” y entre medias voy a hacer un trabajo, porque me gusta aunque no me lo paguen. Y lo veo hasta en mi generación, la de los cuarenta, gente que debería estar ya estabilizada laboralmente.

M. M. C. Todo ha cambiado radicalmente. Por ejemplo, como no sabes cuántas películas vas a hacer se da mucha importancia a cada una. Y eso es malo. De repente haces tres películas y ya tienes una filmografía: es ridículo.

D. S. A. También me preocupa cómo todo ese ruido nos afecta a los que luego nos vamos a casa a escribir. Por un lado, tenemos que empaparnos de lo que pasa y contarlo en la pantalla; por otro, tanto ‘todo va tan mal en esta industria’ me paraliza un poco. No escribes algunas secuencias porque sabes que no puedes rodarla.

G. Q. La diferencia es que antes no escribías “Secuencia uno, Estación Espacial Internacional” y ahora ya hasta dudas con “Secuencia uno, merienda en la Casa de Campo”.

F. F. En mi caso, que es ópera prima [La herida ha costado solo 900.000 euros], lo que complica la producción, yo pensaba en que me interesara la historia y en que fuera viable. Pues bien, ahora estoy escribiendo una aún más pequeña para poder levantarla.

G. Q. Nos está pasando a todos. Hoy el proceso creativo se ha invertido: antes, te interesaba la historia y luego buscabas los medios adecuados a esa historia; ahora como no tenemos financiación de inicio ya nos planteamos cosas más pequeñas.

D. T. El cine es un reflejo de la sociedad. Está resintiéndose la clase media española, y lo mismo está ocurriendo en nuestro cine. Y así sobreviven solo los proyectos mínimos y las dos o tres grandes películas apoyadas por las televisiones privadas.

G. Q. El otro día un joven productor me dijo que ya no hay cine low cost, que ahora es no cost.

F. F. Esa etiqueta legitima la precariedad. Siempre se ha hecho cine porque querías, con colegas. Pero de ahí a instaurarlo como un modelo... Yo me gano la vida como montador, y tengo que cobrar. Hay algunas películas con ambiciones comerciales hechas a coste cero. Con eso, yo soy un poco...

M. M. C. La pasión por hacer cine se convierte en moda, una moda periodística, y la aprovecha el poder para no pagar. Es una involución, es muy peligroso. No me preocupa la pasión, sino la utilización de esa moda.

D. T. La gente debe saber que en este país se hacen las películas que deciden tres ejecutivos, los de las tres televisiones, dos de ellas privadas, que tienen muy claro lo que quieren, y entiendo que cuando les rechazan sus proyectos los directores luchan por levantarlos de otra forma.

M. M. C. Es normal, pero me molesta cuando los intermediarios, los canales de distribución, hacen negocio de ello.

D. T. Bueno, esas películas casi no encuentran distribución, y lo sé porque la anterior mía era así: Madrid, 1987.

M. M. C. El problema es cuando se convierte en modelo imperante, cuando te dicen “Hacerlas todas así, y nosotros las distribuimos” y de esa manera ganan dinero. Que como hacemos cosas bonitas, no hay que cobrar.

D. S. A. Tampoco está mal seguir haciendo cine, luchando porque la crisis no te avata, porque la imaginación es una herramienta poderosa contra la crisis. Pero, efectivamente, no puede ser el modelo imperante.

M. M. C. Nadie cree que es guay ir a trabajar gratis a la fábrica de Peugeot, pero sí a un rodaje.

D. T. Perdonadme que insista: es que nos ocurre lo mismo que a la sociedad, es que nos pasa como al resto, aunque una parte del poder quiera enviar ese mensaje de que estamos al margen y vivimos como ricos. Un país solo se levanta hasta que no se entienda que todos somos iguales, que la alta fiscalidad nos afecta a todos. Y no vamos por buen camino. En el fondo, late la valoración que se tiene del arte en España. Es la historia de un desencuentro radical, entre el mundo del arte y de la cultura y la sociedad, que, como dijo Gil de Biedma, es la historia más triste de todas.

G. Q. Es muy difícil hacerle entender a la gente que existe la propiedad intelectual, que tiene que pagar cuando puede conseguir algo gratis. Aunque sea en muy mala calidad.

D. S. A. Las colas en las salas de la Fiesta del Cine al menos me aclaran que la gente quiere seguir viéndolo, que el hábito no ha desaparecido pero que consume de otra manera. ¿Y en qué momento se ha instalado en la sociedad la idea de que el cine es caro?

D. T. Es absurdo.

G. Q. Tiene que ver con la piratería, porque si sabes que lo puedes ver gratis...

D. T. Y ha habido errores de la gente del cine: regalar los DVD con los periódicos es uno de ellos. Es dinero fácil, pero que ha destruido el mercado del DVD. La gente ha entendido, y creo que con razón, que si te lo regalan con el periódico es que no tiene valor. ¿Para qué pagar 10 euros si en tres meses lo consigues por uno?

G. Q. El mercado del DVD ha muerto. Y a mí me da pena la gente del top manta, porque es que ya no queda ni eso.

M. M. C. El otro día me compré Caníbal en el top manta.

D. T. ¿Para eliminarla?

M. M. C. No, para tenerla de recuerdo.

F. F. Yo ni estoy en el top manta.

D. T. Ya está desapareciendo hasta el top manta del cine. Ahora es de bolsos, ropa... En fin, hablemos de los premios, que es lo que nos junta en ceremonias y así podemos charlar y tomarnos cervezas de forma relajada.

M. M. C. ¿Tú te tomas los premios de forma relajada?

D. S. A. Eso, ¿relajada? Yo no aguanto perder ni al tenis.

D. T. ¡Hombre, claro, no compares el tenis con un goya! Yo nunca he ganado uno y mira que he sido veces candidato [10].

G. Q. A mí mi hijo me llama la eterna segundona.

Pregunta. Entre los cinco sumáis dos goyas y 30 candidaturas.

D. S. A. Yo tengo uno.

G. Q. El mío ni siquiera es entero.

M. M. C. Qué patéticos somos.

D. T. Bueno, pero y la cantidad de premios internacionales que acumulamos [risas]... Nadie es profeta en su tierra.

F. F. Si mi película gana uno quiero que sea el de Marian Álvarez a la mejor actriz.

G. Q. y D. S. A. ¡Venga ya!

F. F. De verdad que no es pose.

D. T. Lo entiendo, yo quisiera que ganara Javier Cámara.

G. Q. Mira, de escoger, prefiero el de mejor película, porque es el que engloba a todo el equipo, al trabajo en su conjunto. ¿Y tú, Manolo?

M. M. C. ¿Yo? Clarísimo: el de mejor música original [carcajadas, su filme no tiene].

D. S. A. A mí me gustaría el de guion, que para eso llevo 20 años dedicándome a escribir.

D. T. Por ahí vas bien, porque los premios al final te los dan por agotamiento, no por mérito. Eso lo decía Azcona: ¿Este hombre sigue vivo? Por dios, démosle un premio. Este año está difícil porque somos todos de mediana edad. Pero si hubiera uno de nosotros de 75 años, no tendría dudas. Y mira, los galardones tendrían que estar prohibidos hasta esa edad, porque generan un problema neuronal. A partir de los 70, piensas que a lo mejor es que quieren que te retires.

D. S. A. Pues retírate.

D. T. No, lo hago, lo hacemos, por tu bien, porque sabemos que esta derrota, Dani, es muy necesaria para ti. Que aún debes de acumular más derrotas gordas para ser todavía mejor persona y cineasta. Ahora en serio, es que hay que protegerse hasta de la buena suerte, porque te retira del camino sabio, del que harías aunque te fuera mal.

G. Q. Cualquier premio está bien, porque te ayudan los días después de la entrega a poder levantar tu siguiente proyecto.

D. S. A. Y porque te dan respeto en el barrio, el respeto del panadero.

D. T. ¡Eso es cierto! Y en el mercado.

G. Q. Emiliano Piedra me enseñó que hay que recoger todos los premios, por pequeños que sean. Porque luego vuelves a casa y nadie sabe qué has ganado, aunque sí que algo te has llevado.

D. T. Los goyas tienen un valor increíble entre la gente que no es del cine.

D. S. A. Cuando preseleccionaron La gran familia española a los Oscar, algún vecino me felicitaba ya como si lo hubiera ganado. ¡Y ni siquiera fui el candidato!

D. T. Mi frutero me dijo el otro día: “¡Estás ahí en los Goya, con una!”. Le respondí: “No, con siete”. Y me soltó: “¿Con siete películas?”. [risas] En el fondo da igual.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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