_
_
_
_
_
universos paralelos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La baja bohemia

Diego A. Manrique

Maravilloso: nuevamente, los hermanos Coen nos la dan con queso. A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis , que aquí se estrena en enero, no es el rumoreado biopic sobre Dave Van Ronk; tampoco sirve como panorámica de la escena folk del Greenwich Village, aunque buena parte de la acción transcurra en ese enclave neoyorquino, durante 1961.

Sin embargo, Inside Llewyn Davis sí sirve de antídoto contra esa avalancha de películas que ofrecen visiones edulcoradas de los albores de la contracultura, con sus beats y sus folkies. Aquí no hay sexo desacomplejado, guapos protagonistas, jazz trepidante, exploración de substancias, póstuma vindicación histórica. Frente a la alta bohemia que sugiere la famosa portada de The freewheelin' Bob Dylan, esta es la baja bohemia de los perdedores.

Ethan y Joel Coen recurren a la biografía de Dave Van Ronk (The mayor de MacDougal Street) para pequeños brochazos de autenticidad. Como Van Ronk, su Llewyn Davis está inscrito en la Marina Mercante; es su único salvavidas, pero hasta eso le falla. Con tremenda mala baba, los Coen acumulan desdichas sobre su héroe. Tras varios años en el ambiente, no tiene ni un techo para refugiarse: duerme en los sofás o en los suelos de sus amigos. En algún momento, su belleza de chico sensible ha conquistado corazones pero ya no hay mujer que apueste por él.

Ayuda, desde luego, conocer la historia musical para apreciar la venenosa puntería de los Coen. Como Albert Grossman, luego temido manager de Dylan y Janis Joplin, F. Murray Abraham tiene una presencia mefistofélica cuando, tras rechazar a Llewyn como solista, le ofrece integrarse en un trío comercial (Peter, Paul & Mary). John Goodman parece la encarnación del compositor Doc Pomus, aunque su personaje es pura ficción: un jazzman yonqui que martiriza al desdichado Llewyn durante un viaje en coche. También vemos a un trasunto del refinado John Hammond en la grabación de una canción humorística para Columbia Records.

Pero no es preciso estar graduado en el negocio musical para apreciar la habilidad con que un representante de Columbia consigue que Llewyn caiga en el truco del plato de lentejas: prefiere una cantidad fija a las futuras royalties. Impagable igualmente la visita del cantante al racano director —una especie de Moses Asch— de la pequeña compañía que ha editado su LP.

Son también certeras las canciones de la banda sonora, producidas por T-Bone Burnett. Aunque nadie debería esperar que el disco correspondiente alcance las alturas de su anterior colaboración con los Coen, O brother. Aquella era robusta música con raíces; el cancionero de Inside Llewyn Davis puede venir de una tradición similar pero ha sido cultivado en tiestos urbanos, para delectación de públicos minoritarios y no particularmente entusiastas.

Así que se entiende que llegue un intruso de fuera de la ciudad, un tal Robert Zimmerman, que se alza con el santo y la limosna al combinar el repertorio folclórico con creaciones propias que hablan del presente, no del parto de la reina Juana. Alguien con una fe inquebrantable en sus poderes y la capacidad para llegar a sus objetivos. La capacidad de engañar, robar, seducir y captar el zeitgeist.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_