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PURO TEATRO

Escaleras hacia el cielo

Dos musicales con gran talento se convierten en todo un fenómeno: 'La llamada' y 'Marry me a little'

Marcos Ordóñez
En las literas, Macarena García (arriba) y Andrea Ros (abajo). Gracia Olayo (en primer término, de monja) y Belén Cuesta, en una escena de la obra.
En las literas, Macarena García (arriba) y Andrea Ros (abajo). Gracia Olayo (en primer término, de monja) y Belén Cuesta, en una escena de la obra.

1. Teatro Lara, sábado, once y media de la noche. La cola para ver La llamada desborda el vestíbulo. Flota en el aire la misma inminencia de felicidad que se percibía en La Latina a las puertas de El intérprete, de Asier Etxeandia, la pasada primavera. El público madrileño llena una sala tan pronto corre una buena nueva y, como entonces, aquí hay gente que parece haber visto la función varias veces y repite de nuevo. La llamada se estrenó en mayo en el hall del Lara y sus adeptos se han multiplicado hasta llevar la función al escenario principal. Dentro, la sensación pletórica, envuelta en chorros de humo, de una velada del off Broadway, pero ya proa hacia Broadway. En el escenario, bajo una gran cruz luminosa, la Banda de Dios, que suena como ídem: Jaime Vaquero (batería), Sergio Rojas (guitarra), Alberto Torres (teclado), Alejandro de Lucas (bajo). Anoto sus covers que, me dicen, tanto montan / montan tanto: Pedro Cuevas, Rubén Tajuelo, Javier Lozano y Tuko Ferreiro. Estoy a punto de ver una rarissima avis: un musical cristiano sin gazmoñerías ni sermones. Sus tres claves: entusiasmo, energía, alegría a chorros. Hay que tener mucha alegría de corazón para escribir La llamada,y mucha energía y mucho entusiasmo para levantar un proyecto así. Otro triunfo de equipo en estos tiempos tan difíciles: de sus autores, Javier Calvo y Javier Ambrossi, dos jóvenes actores que escriben y dirigen; del productor Mariano Piñeiro, de Ana Garay (escenografía), de Carlos Alzueta (luz), de Ana López (vestuario) y, por supuesto, de sus entregadísimos intérpretes.

Madrugada de verano en el campamento catequístico La Brújula, en un pueblo de Segovia. María (la sensacional Macarena García, revelada —y goyeada— por Blancanieves) y Susana (la eléctrica Andrea Ros) son dos adolescentes adeptas al fiesteo y al electro-latino que se han apuntado a los cursillos para recorrer, a espaldas de sus padres, la ruta de las discotecas de las afueras de Madrid. Hasta que una noche, en pleno resacón, a María se le aparece el mismísimo Dios. ¿Padre, Hijo, Espíritu Santo? Da lo mismo. Will Ferrell era un redentor de fábula en Superstar, de Bruce McCulloch, pero Richard Collins-Moore tumba de espaldas, por planta y por voz impresionante: un Dios vestido como Elvis en Las Vegas, que canta lo más granado de Whitney Houston (pedazo de premisa) con una vela a Johnny Cash y otra a Roy Orbison, que se ríe de las grandes palabras y cautiva a María con los sones de I will always love you. Toda una llamada, sí señor.

Pero eso es solo el principio. Macarena García, y Andrea Ros y Collins-Moore están reinando cuando llegan, para ligar repóquer (o, mejor, escaleraza de color, escalera hasta el cielo, como la de Led Zeppelin), la madre Bernarda de los Arcos y la hermana Milagros. La gran Llum Barrera estrenó a la madre Bernarda, un papel que es puro Mihura, y que ahora borda también la no menos grande Gracia Olayo. Y si Bernarda es prima de la protagonista de Melocotón en almíbar, Milagros (Belén Cuesta, aquí una versión juvenil de María Barranco cruzada con Marta Fernández-Muro) podría ser la deliciosa respuesta malagueña a la novicia de Sonrisas y lágrimas: bondad sin baba, encanto a flor de piel. Grandes escenas: la lección de rezo de Bernarda (“Inspección, inflexión, interacción”), y cuando Milagros rescata su vestido de seglar y canta con Susana Todas las flores, de Presuntos Implicados, y, también a dúo, el momentazo en que Viviremos firmes en la fe, de Toño Casado (con delirante coreografía), se convierte (puro Sister Act) en una enfebrecida versión country de Estoy alegre, otro himno católico. Hay más canciones, por supuesto: Richard Collins-Moore clava I have nothing, Macarena García se luce con la balada Si esto es fe, de Alberto Jiménez, y mano a mano con Andrea Ros proclaman su himno de guerra, Lo hacemos y ya vemos, en otra escena que no se puede desvelar (ni resumir) aquí, indumentaria incluida. La historia es sencilla y atrapa porque la fuerza y gracia de las situaciones, y los diálogos naturalísimos, y porque todos parecen creer intensamente en lo que hacen. Sí, esto va de gracia y de creyentes. Y hay un gran final con Step by step que pone al teatro entero a dar palmas con las orejas. Qué gusto, qué bien me lo he pasado con La llamada. Corran al Lara porque vuelan las entradas y hay llenazo cada noche: todo un fenómeno.

'Marry me a little' es un paseo elegante, divertido y melancólico sobre el mundo de la pareja

2.Tampoco hay que perderse Marry me a little (Espai Lliure), el musical “de bolsillo” creado en 1980 por Craig Lucas y Norman René, un paseo elegante, divertido y melancólico sobre el mundo de la pareja con algunas de las grandes canciones “perdidas en Boston” (o sea, que saltaron en preproducción) de San Stephen Sondheim. Hará veinte años se vio (Casem-nos una mica) en la Villarroel, con Nina y Pep Anton Muñoz a las órdenes de Pere Planella, y fue, si no me equivoco, lo primero de Sondheim que se hizo en Barcelona. Es buenísima cosa que un teatro público como el Lliure abra de nuevo sus puertas al musical, sobre todo si está tan bien cocinado como este. Una noche de sábado y dos extraños en pisos vecinos, aquí simultáneos en un mismo espacio firmado por Xavi Sastre: mobiliario blanco, elementos mínimos y evocadores. Ni una palabra: solo canciones que reflejan anhelos, insatisfacciones, encuentros y desencuentros posibles. Estupendos cantantes —Mone Teruel y Toni Viñals, en plenísima forma—, notables versiones catalanas de Roser Batalla, arreglos y piano del superlativo Xavier Torras, y una dirección clara, delicada y minuciosa de Toni Martín. Las dos voces, con fuerza y flexibilidad, están estupendamente conjuntadas. Me gustaron en todas y cada una de las canciones, pero si tuviera que destacar algunas serían The girls of summer, que hacía mucho tiempo que no escuchaba, y Marry me a Little, a cargo de Mone, y Bang!, en boca de Toni Viñals: no era difícil imaginarles como el conde Carl Magnus y la condesa Charlotte en una nueva puesta de A little night music. Y un momento mágico: cuando Mone canta, literalmente, envuelta en bombillas como estrellas adormecidas que bajan del techo. Me pido (y creo que muchos se sumarían) Side by side by Sondheim o Putting it together para la próxima temporada, con este mismo equipo.

La llamada. Texto y dirección: Javier Ambrossi y Javier Calvo. Intérpretes: Macarena García, Gracia Olayo, Andrea Ros, Belén Cuesta y Richard Collins-Moore. Viernes, sábados y domingos. Teatro Lara. Madrid.

Marry me a little. Dramaturgia: Graig Lucas y Norman René. Música: Stephen Sondheim. Dirección: Toni Martín. Intérpretes: Mone Teruel y Toni Viñals. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 22 de diciembre.

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