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La Biblia y los ahijados literarios de Caín y Abel

La importancia de la Biblia como texto literario ha sido recordada por Israel, país invitado en la FIL

'La muerte de la virgen', de Caravaggio.
'La muerte de la virgen', de Caravaggio.

Cuando el paraíso empezó a formarse, nadie sospechaba que iba a ser el paraíso. Ese Edén y tierra prometida que es la Biblia para la literatura. Tierra donde todo pasa y puede pasar y alebresta la imaginación desde la infancia más allá de creencias religiosas. Muchos son los grandes y no tan grandes creadores que han expresado su admiración o reconocido su hechizo o influencia. Sea para analizar las diversas voces corales que la conforman o para tirar de alguna historia de las mil que la habitan. El último que ha entrado allí y salido con una novela ha sido Colm Tóibín, con El testamento de María (finalista del Booker Prize 2013), donde da voz a la madre de Jesús 30 años después de la crucifixión. La Biblia, dice el autor irlandés, muestra un arco esencial de la condición humana y de la literatura porque muchas de sus historias son los arquetipos de los temas que se han desarrollado después. Así lo ha recordado estos días Israel como invitado de honor en la 27ª Feria del Libro de Guadalajara que termina mañana.

“En el principio fue la palabra”, recita Tóibín, “y un escritor con la palabra puede crearlo todo, cambiarlo todo, puede ser como un sacerdote o un Dios, e incluso crear algo que no existe”. Una especie de mundo de las ideas de Platón formado, no en siete días, sino durante unos mil años, entre el 900 antes de Cristo y un siglo después de Cristo que cuenta desde… el soplo divino que pone a andar a dos seres salidos del barro, la vida de un hombre que pierde la fuerza cuando le cortan la cabellera, la de un mago que abre los mares para poder salvar por esa ruta a un pueblo, la de otro hombre que hace milagros a los demás pero se niega a obrar el de su salvación, el de un ser que tras media eternidad en las tinieblas decide vengarse y acabar con el mundo a través de un niño en cuya clave hay un número seis… Y seis son los escritores emergentes que cuentan con sus voces su paso por ese paraíso literario creando una sola historia como en la misma Biblia…

“Accedí a la Biblia a través de un relato. Es decir, la versión de la Biblia que recibí es oral y parcial, como en su origen. Tuve un tío bastante mayor que mi padre, un abuelo postizo que sabía de memoria los versículos del Antiguo Testamento, y que los domingos por la mañana citaba fragmentos del Génesis” (Oliverio Coelho).

Jeremías Gamboa: “Escritor es quien intenta suplantar a Dios; un deicida”

“La leí de niño, y un día pregunté a mi padre por qué me llamo Jeremías, y quién era él. ‘Un hombre que se comunica con Dios’, fue su respuesta. Y además es el profeta que se lamenta, un poeta y escritor elegíaco. Hoy me doy cuenta que un escritor es alguien que intenta suplantar a Dios, es un deicida. Estamos marcados por esa épica bíblica. Estamos hechos a su medida, ya sea contestándola o reproduciéndola” (Jeremías Gamboa).

“A través de Erich Auerbach, en Mímesis, fue mi primer contacto con el Génesis (después, Robert Crumb me enseñó todo lo que faltaba). En el libro, Auerbach se relata el sacrificio de Isaac, uno de los capítulos más alucinantes de esta gran narrativa de aventuras” (Emilio Fraia).

“Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar’ es de las mejores premisas en toda la historia de los relatos de crimen. Más frío y calculador que Jim Thompson —y lo dice Cristo—, el tono de la cena es tan perverso como aguante el estómago: se come y se bebe mientras se espera serenamente lo peor. Y para complicarlo, Judas derrama el salero sin intención. La cosa del mal presagio es genial” (Lucrecia Zappi).

“Traje para leer El cantar de los cantares: la mano mojada de mirra que gotea por el cerrojo, la miel y la leche debajo de la lengua, el paladar dulcísimo. Vuelvo al Antiguo Testamento para aprender narrativa, los más hábiles saltos de tiempo, la síntesis, la épica perfecta, vertiginosa y llena de poesía. Y cada vez que la locura del mundo me arrastra, me digo que ‘todo es vanidad y correr tras el viento’ (Eclesiastés)”. (Inés Garland).

“Ha sido una influencia estética principal. Muchas veces he recurrido a citarla. El pasaje del sueño de Jacob, con su escala llena de ángeles, está en el corazón de mi novela Recursos humanos; el Libro de Job, con su crueldad extrema, en el de La filia india. Por otro lado, la Biblia es también Milton, Blake, Whitman, Borges, Neruda, Raúl Zurita; la poesía, pues. La veo como una suerte de bodega de vino antiguo y potentísimo. Inagotable” (Antonio Ortuño).

En el principio no fue la palabra. Fue y es la voz que buscan los escritores para ser verdaderos dioses de sus mundos.

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