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Señor Bonnefoy, ¿se puede aprender a amar la poesía?

El poeta francés de 90 años dialoga con adolescentes mexicanos en la FIL de Guadalajara

Inés Santaeulalia
El galardonado con el Premio FIL, junto a su público más joven.
El galardonado con el Premio FIL, junto a su público más joven.SAÚL RUIZ

En el auditorio principal de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se reunieron el poeta y los estudiantes, el francés y los mexicanos, el nonagenario y los mil púberes. El premio FIL 2013 Yves Bonnefoy, de 90 años, entró en medio de una ovación similar a la que resuena en el estadio cuando los futbolistas pisan el campo. Y todo resultó más fácil de lo que se esperaba. “Señor Bonnefoy, ¿se puede aprender amar la poesía?”.

“Una vez me preguntaron unos jóvenes: ¿qué significa ese poema? ¡Cómo si yo fuera consciente! Los poemas no tienen significado. Para leer un poema hay que proyectar la propia experiencia, tiene que ser interpretado, tiene que ser su poema”, les dijo el poeta a los chicos.

Algunos de los estudiantes habían viajado más de 16 horas en autobús para asistir al acto desde San Miguel Huaixtita, en la Sierra Madre occidental, al norte de Jalisco. Otros venían de “unas cuadras más allá”. Algunos mostraban en su cuaderno el resumen que habían hecho de la vida del autor y a otros ni siquiera les sonaba el nombre del francés. “¿Habéis estudiado algo de Bonnefoy estos días?”. “¿De quién? ¿Puedes repetir?”, como si fuera la primera vez que escucharan tal nombre.

A pesar de que los chicos, que en su mayoría tenían entre 15 y 17 años, estaban encantados con los aparatos de traducción que les entregaron a la entrada, muchos se atrevieron con el francés. “Quels sont votre meilleur travail?”. “Uno no puede escoger entre sus hijos”, dijo él.

El poeta les habló de poesía. “En el diálogo ordinario las palabras permiten entenderse pero desaparecen. En la poesía las palabras reaparecen en su plena realidad. En la poesía las palabras se vuelven nombres propios de las cosas para acercarnos a ellas”. Antes de aplaudir a rabiar cada respuesta, algunos jóvenes se miraban extrañados con los cascos en las orejas como preguntándose: ¿Tú sabes qué está diciendo?

Pero tampoco optaron por la fácil y con el micrófono en una mano y un papel en la otra optaron por preguntas más bien complejas. ¿Cómo es que la poesía y las palabras pueden impactar tanto en las personas?, ¿cómo es el proceso de creación del poema?, ¿a usted qué le inspira? y ¿por qué escogió la poesía frente a otras formas literarias?

Bonnefoy (Tours, 1923), con una media de ocho décadas de diferencia con los estudiantes, les contó que le atrajo la literatura lírica desde que tenía cuatro o cinco años y aprendió a leer. “Vi que las palabras tenían una intensidad, recitábamos poemas con música y eso me separaba del mundo de los adultos y me relacionaba con las palabras. Siempre intenté escribir poemas, desde mi infancia. Ni una sola vez pensé en escribir una novela”. El autor mexicano Hugo Gutiérrez Vega, de 79 años, que acompañaba al premiado en el auditorio, advirtió entonces a los chicos: “El escogió la poesía, pero seguro que la poesía lo escogió a él”.

Una estudiante de las que llevaba un resumen de la vida de Bonnefoy en la libreta demostró al hacer su pregunta lo bien que se había preparado el encuentro al destacar todos los ámbitos del autor: ¿Qué es lo que más le gusta: la poesía, la crítica o la traducción? “En los tres casos se trata de poesía o no se trata de nada”, respondió él, “la crítica de arte bien ejercida es una forma de poesía y la traducción es una manera de acercarme a la experiencia poética”.

Los 50 minutos de charla pasaron rápido. “Viva México, vivan los mexicanos”, fueron las últimas palabras del autor antes de recibir otra gran ovación.

Ya a la salida, algunos estudiantes valoraban en encuentro. “Me ha gustado mucho, nunca había visto una conferencia así, con un aparato de estos”, decía uno sobre el traductor. Otros tenían otras dudas: “¿Vemos otra cosa aquí de literatura o nos vamos a los billares?”.

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Sobre la firma

Inés Santaeulalia
Es la jefa de la oficina de EL PAÍS para Colombia, Venezuela y la región andina. Comenzó su carrera en el periódico en el año 2011 en México, desde donde formó parte del equipo que fundó EL PAÍS América. En Madrid ha trabajado para las secciones de Nacional, Internacional y como portadista de la web.

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