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PURO TEATRO

Sueños de la sinrazón

El gran Toni Servillo y el Teatri Uniti, su compañía, han presentado 'Le voci di dentro' La obra, de Eduardo di Filippo, se verá en mayo en los Teatros del Canal

Marcos Ordóñez
Una escena de 'Le voci di dentro'.
Una escena de 'Le voci di dentro'.Fabio Esposito

El Teatri Uniti de Toni Servillo, que hará cuatro años nos deslumbró con la Trilogia della villeggiatura, ha vuelto a Temporada Alta (de nuevo en coproducción con el Piccolo) para ofrecernos, en sesión única, Le voci di dentro, quizás la pieza más amarga y desesperanzada de Eduardo de Filippo, nunca representada (que yo sepa) en nuestro país. En 1948, De Filippo acababa de estrenar La grande magia en el Teatro Nuovo de Milán cuando cayó enferma su hermana Titina. Como no quería reemplazarla, no le quedó otra opción que encerrarse en el hotel Continental, junto a La Scala, y escribir a la carrera una nueva comedia. Unos dicen que compuso Le voci di dentro en una semana, y otros afirman que lo hizo nada menos que en 17 horas. Ambas piezas, pues, son del mismo año, y plantean dos visiones complementarias del mismo asunto: el onirismo como fuga o revelación. En La grande magia, Calogero di Spelta decide creer que su esposa, que le ha abandonado, está encerrada en una cajita y desaparecerá si la abre; en Le voci di dentro, Alberto Saporito confunde un sueño extraordinariamente vívido con la realidad, lo que le lleva a acusar de asesinato a sus vecinos, la familia Cimmaruta, para acabar descubriendo que lo que sale a la luz es mucho peor que su pesadilla. Las reacciones de quienes le rodean (incluido su propio hermano, Carlo) harán emerger una telaraña de obsesiones, rencores, vilezas y silencios: haya o no haya delito, todos se comportan como si hubiera sucedido.

Los personajes están exhaustos, llenos de miedos y sospechas, con los nervios destrozados, los afectos rotos y los sueños (en el original hay tres: el de Alberto, el de la criada y el de la señora Rosa) como espejo oscuro de lo que no se dice. De Filippo parte de una premisa muy pirandelliana, pero no cae en la frialdad intelectual que a veces atenazó a su maestro. Radiografía la devastada vida moral de la posguerra italiana sin perder nunca de vista la toma de tierra: pese a la extrema negritud del dibujo, Le voci di dentro es, por encima de todo, teatro popular, que emociona, intriga y divierte. Viéndola pensé también en Llama un inspector, estrenada dos años antes, y con la que podría compartir algunas semejanzas, aunque me seduce mucho más la comedia de De Filippo porque es menos catequística. Alberto no es un impoluto quijote de la conciencia, como el inspector de Priestley: está tan pringado por la paranoia como los Cimmaruta, y al término del primer acto se comporta como un inquisidor fanático clamando “¡a la hoguera!”, sin importarle que sean unos vecinos a los que conoce desde hace mucho tiempo y que le han acogido con frecuencia.

Aunque su fuerza es grande, no me parece una obra tan redonda como La grande magia. Tiene desajustes y agujeros, quizás por la velocidad de su escritura. El espectador ha de tragarse pies forzados que rozan lo inverosímil, como el motivo que lleva a los Saporito a permanecer en la casa de los Cimmaruta durante todo el primer acto, o el desfile de personajes que acuden, uno tras otro y con escasísimo margen, al almacén de los hermanos en el segundo, aunque todas esas posibles incongruencias acaban jugando a favor del texto, y crean una estructura muy cercana a la de los sueños, con sus agolpamientos urgentes y su lógica alucinada. Nápoles también pesa lo suyo. En otro contexto, un personaje como el del tío Nicola, que ha decidido callar para siempre (“si la humanidad es sorda, él puede ser mudo”, dice Alberto) y se comunica por medio de una especie de morse demente de petardos y escupitajos, hubiera sido excesivamente simbólico o estrambótico a secas, pero cuando De Filippo nos dice que se basó en un pariente suyo no nos cuesta creerle.

Es quizás la pieza más desesperanzada y amarga de De Filippo, nunca representada (que yo sepa) en nuestro país

Toni Servillo ha presentado una versión aligerada (media hora más corta que el original) y con algunas variaciones en la modulación: es más farsesca en la primera parte y más desolada en la segunda, y pasa de un tono a otro un tanto abruptamente. Como actor es un fuera de serie, pero para mi gusto aloca demasiado a Alberto en esa primera parte, lo acelera, lo marionetiza, casi lo instala en un permanente ataque de nervios: De Filippo (en YouTube se puede ver su montaje televisivo de los setenta) creaba un delirio más pausado, con más humanidad. Servillo está extraordinario, en cambio, cuando su frenesí da paso a la constatación de su error, y a la aflicción por toda la basura emergente. Como bien señaló en una entrevista, Alberto se va “nicolizando”, va enmudeciendo a medida que avanza la obra, y tras su filípica final, en la que acusa a todos de asesinos, incluyéndose (asesinos de la confianza mutua, asesinos del respeto, asesinos de la verdad), cae de nuevo en un silencio que podría ser tan absoluto como el de su tío.

La compañía de Teatri Uniti es igualmente sensacional, cosa que ya sabíamos. Ha sido un placer reencontrarse con algunos intérpretes de la Trilogia della villeggiatura, como Betti Pedrazzi, tan cercana a Luisa Sala, que encarna a doña Rosa Cimmaruta, o Chiara Baffi, la hermana napolitana de Lola Dueñas, en el rol de la criada María, que sueña, lorquianísimamente, con un gusano que habla y va a la iglesia, y una gota que le quiere quemar el corazón, y una fuente de sangre. O descubrir, en su debut actoral, a Peppe Servillo, hermano de Toni, que interpreta a Carlo, el hermano de Alberto, con una temible y taciturna malignidad. El decorado es mínimo y quizás demasiado limpio: un panel blanco, y blancas también la alacena, la mesa, las cuatro sillas en la casa de los Cimmaruta. Aunque estos cómicos pueden interpretar en un espacio desnudo, hubiera deseado ver de modo más realista el laberíntico almacén de los Saporito: imagino que Lino Florito lo ha concebido así para facilitar la gira. Gira que, por cierto, recalará en mayo del año próximo en los Teatros del Canal: vayan reservando entradas, porque serán pocas funciones.

Otro estreno absoluto ha sido Terra de ningú (No man’s land), de Pinter, en el TNC, dirigida por Xavier Albertí, una obra en la que hay que adentrarse como en las aguas de un poema, un gran poema dramático, misterioso y repleto de ecos y reverberaciones subterráneas. Grandes trabajos de Lluís Homar y José María Pou, estupendamente secundados por David Selvas y Ramon Pujol. También se verá en Madrid, en el Matadero, del 15 de enero al 2 de febrero. No se la pierdan.

Terra de ningú (Tierra de nadie) (No man’s land). De Harold Pinter. Dirección: Xavier Albertí. Intérpretes: Lluís Homar, José María Pou, Ramon Pujol, David Selvas. Teatre Nacional de Catalunya. Hasta el 24 de noviembre. Naves del Matadero de Madrid. Del 15 de enero al 2 de febrero de 2014.

Le voici di dentro. De Eduardo de Filippo. Dirección: Toni Servillo. Intérpretes: Toni Servillo, Peppe Servillo, Chiara Baffi, Betti Pedrazzi. Teatros del Canal. Madrid. Del 14 al 18 de mayo de 2014.

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