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Robi Draco Rosa y la vida

Después de sobrevivir a un linfoma no-Hodgkin, el cantautor puertorriqueño Robi Draco Rosa regresó al ruedo este año con Vida, álbum en el que convocó a varias estrellas iberoamericanas de la música para recrear los temas más importantes de su trayectoria

“Si se me escapa el espanglish es porque a veces se me olvida dónde estoy”, se disculpa Robi Draco Rosa en la última jornada de promoción en la capital argentina de Vida, álbum que, pese a que su título denota energía, podría haber sido el último legado discográfico del cantautor de origen puertorriqueño, pues lo grabó mientras luchaba contra el linfoma no-Hodgkin que le fue detectado cerca del hígado en 2011. “Es increíble. Me siento tan fuerte que a veces creo que puedo volver a vivir como antes, pero no debo”, confiesa el autor de Vagabundo, uno de los mejores trabajos del rock en español (de 1998, fue producido por el guitarrista de Roxy Music, Phil Manzanera), luego de que en diciembre pasado oficializara su sanación. “Estoy contento por todo lo nuevo que me está pasando, por los proyectos musicales que han ido apareciendo. En mi campamento hay muy buena vibra, aunque todo es diferente. Siempre tengo que pensar lo que voy comer, cuándo voy a dormir o cuántas horas. Estoy en otra vida, son mil cosas”.

Desde los salseros Richie Ray y Bobby Cruz hasta el reguetonero Héctor “El Father”, en la música popular boricua sobran las historias de artistas que, tras superar situaciones límites, como un mano a mano con la muerte o la adicción a las drogas, decidieron servir a Cristo. Durante tu padecimiento, ¿tuviste ese tipo de dudas existencialistas?

Inglés no soy, definitivamente. Me crié católico porque mis padres lo son. Además de que fui monaguillo, tengo un tatuaje del Sagrado Corazón. Dios ha estado presente en mi vida, lo que pasa es que en el camino nunca fui muy fiel a la palabra. Y en este proceso me acerqué a él. No sé si es una cuestión puertorriqueña, pero para cualquier hombre este tema del existencialismo está latiente. Cuando estás postrado en una cama, mirando a la muerte, piensas en mil cosas. Uno recibe todo lo positivo en ese momento. Si te llega una persona preguntándote si puede orar por ti, tienes que ser un ser muy crudo para decirle que no. Para mí ha sido un gran misterio. Me siento muy espiritual, y no tengo problema con eso. Yo me arrodillo todas las noches.

Si bien está lejos de convertirse en su mejor producción discográfica, este reciente título, en el que revisita parte de su obra en compañía de un ecléctico top of the pop de la música de habla hispana, registra a cabalidad el momento que transitó. “Uno está enfermo, y es muy fácil decir en ese estado: ‘Vamos a hacer cosas’. Eso me ayudó”, afirma el exponente de 44 años. “Pensé que si ése era mi final, al menos quería hacer un álbum con artistas a los que admiro”. Juan Luis Guerra, Maná, Shakira, Rubén Blades, Enrique Bunbury, Calle 13 y Juanes fueron apareciendo en la lista de colaboradores del disco. Una vez que confirmó los 16 dúos, Draco pensó en los temas de su repertorio que se adaptaban a los estilos de cada uno de sus invitados. Si para Alejandro Sanz eligió la más próxima a los aires flamencos, Como me acuerdo, para Andrés Calamaro, seleccionó su canción maldita Vagabundo. “No hay otro vagabundo en el planeta tierra como él. Cuando lo llamamos, estaba en México, aburrido. Y nos dijo que si le mandábamos un pasaje, se iba al día siguiente”.

Aparte de reencontrarse con Ricky Martin, compañero en los ochenta en la boy band Menudo, y para el que compuso los éxitos La copa de la vida, Livin’ la vida loca, María o She Bangs, en Vida el cantautor boricua cumplió su sueño de colaborar con su compatriota José Feliciano. “Desde su versión de Light My Fire, ha sido un link de mi infancia muy serio”, justifica. “Hace unos años me invitó a cantar Light My Fire en un especial, y yo, como un idiota, le dije que no. Después me lo encontré en un evento en Miami, le di un abrazo, y le dije que quería que formara parte de este proyecto. Lo elegí para Cruzando puertas porque fue mi primera composición, y me pareció muy significativo que la recreáramos juntos”. No obstante, para Draco la sorpresa de esta producción, cuyas voces fueron tomadas en su estudio de Los Ángeles, mientras que otras fueron enviadas por los colaboradores, recayó en Romeo Santos. “Aunque sabía quién era y que tocaba bachata, no lo conocía mucho. Me lo recomendaron, y me encantó. Suena a los Bee Gees o a Michael Jackson”.

Una vez que este disco te reposicionó en la música, ¿qué sigue?

Para mí es un cierre. Ahora, lo nuevo, que comenzamos a grabar pronto, es muy interesante. Se trata de una colección de canciones inéditas que saldrá en marzo. Y por estos días aparecerá un trabajo dedicado a la música electrónica, el primer título de mi proyecto Mr. Blake. Vale la pena mencionarlo porque me encanta. La idea surgió a partir de la quimioterapia, pues se te adormecen los pies. Comencé a tocar piano, pero cuando me puse más débil empecé a invertir equipos en el estudio. Lo armé con un amigo, y el disco saldrá sólo en vinilo. Si bien un montón de gente se me acercó para educarme acerca del dubstep, esta vez mandé a la mierda los géneros. La idea era pasarla chévere, y hacer algo interesante.

El año próximo se cumplen 20 de Frío, tu debut como solista. En Argentina, particularmente, fue un álbum subestimado porque el público y la prensa lo consideraron el capricho rockero de un ex Menudo. ¿Recuerdas esa época con amargura?

No, todo lo contrario. Fue interesante. Con Buenos Aires, a donde no vengo desde 2005, tengo una relación particular. Seis años antes de presentar Frío aquí, grabé una novela con Menudo. En esos nueve meses en los que estuve, conocí el ambiente del rock argentino, al igual que a un montón de gente. Al momento de regresar, armé un grupo con músicos muy importantes, y me los llevé de gira. Imagínate: volví para presentar mi debut en solitario, y hacía nada era parte de Menudo. Eso fue muy surrealista para la gente.

¿Qué tomaste del rock argentino?

Mientras estuve aquí con Menudo, me hice amigo de un chico llamado Pepe, con el que enloquecimos. Escuchábamos a Luis Alberto Spinetta, y a Sumo. Si escuchas Frío, el primero, al que tuve la suerte de conocer años más tarde en Los Ángeles, fue una de las grandes inspiraciones de ese disco. Al tiempo que en Vagabundo hay mucho de Luca Prodan (líder de Sumo) en el tema Brujería. Era muy joven, tenía 15 años de edad, y me crié con eso. Mi estadía en Brasil también fue influyente, especialmente por los compositores, que escribían al instante. Me pasó con Ricky (Martin). Cada vez que me ha llamado para decirme: “Necesito una canción con este título”, pienso en eso.

Con este regreso a Buenos Aires, ¿crees que cambió la perspectiva de la gente acerca de tu obra?

Parece que han estado escuchando mis discos. Lo lindo de este viaje fue conectar con gente a la que conocí en la época de Menudo. A lo mejor fui un idiota, pero ahora se acercan. No es que la rechace, pero en ese momento no quería saber ni de fans, ni de nada. Estaba con el arte, la música, y el proceso de grabar y componer, y vivir esa vida como se debe.

Tu álbum anterior, Amor Vincint Omnia (2009), te devuelve al acervo sonoro de Puerto Rico. Al tiempo que aparece en una de las etapas más críticas, social y políticamente, de la isla. ¿Cuál es tu opinión sobre lo que está aconteciendo en tu país?

No tengo ninguna opinión. ¿Sabes por qué? Porque sigo conociendo a un Puerto Rico muy especial. Hay hambre, falta trabajo y sobra la violencia. Tengo mis quejas, pero, para sentarme aquí a hacer ese balance, te sugiero que llames a Calle 13. Si te interesa ser revolucionario, vale la pena que defiendas tu ideal. Sin embargo, ahora estoy tratando de limpiarme, de hacer música. No me interesa esta plataforma para hablar de política.

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