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‘La Vida’ de Picasso vuelve a Barcelona un siglo después

Pintada por Pablo Picasso en 1903, está considerada como la obra cumbre del periodo azul

José Ángel Montañés
El Museo Picasso conecta la creación de 'La vida' con 'Azoteas de Barcelona'.
El Museo Picasso conecta la creación de 'La vida' con 'Azoteas de Barcelona'. GIANLUCA BATTISTA

La posibilidad de ver el cometa Halley recorriendo su órbita alrededor del Sol solo existe una vez en la vida, ya que se repite como máximo una vez cada siglo. Lo mismo ocurre con muchas de las grandes obras del arte, que solo se mueven de forma excepcional de su emplazamiento habitual. La Vida, pintada por Pablo Picasso en la primavera de 1903, considerada la obra cumbre del periodo azul y una de las más complejas y simbólicas de este momento, vuelve a Barcelona un siglo después de emprender un largo viaje que la ha llevado por medio mundo.

Aprovechando la visita excepcional, el Museo Picasso de Barcelona explica en la exposición Viaje a través del azul: la Vida (hasta enero de 2014), la historia, hasta ahora oculta, de Azoteas de Barcelona, otra de las obras pintadas por Picasso a comienzos del siglo XX —de la que nunca se separó, pese a sus continuos traslados de vivienda— y que ha ocultado en su interior una sorpresa: una pintura similar a La Vida que al final Picasso decidió ocultar tapándola con la vista de los terrados de la ciudad que veía desde su taller de la calle Riera de San Juan.

El gran número de obras de Picasso podría llevarnos a pensar que su estudio era una fábrica de hacer cuadros. Pinturas como La Vida o Azoteas de Barcelona deja claro que no, y demuestran que los procesos de creación de Picasso están llenos de cambios y de continuos retoques, algunos de ellos muy radicales que acabaron ocultando obras bajo nuevas capas de pintura.

'Azoteas de Barcelona', obra pintada por Picasso en 1903.
'Azoteas de Barcelona', obra pintada por Picasso en 1903.

Cuando el museo de Cleveland, en Estados Unidos, accedió, por medio de aparatos de rayo X y escáner al interior de La Vida pudieron comprobar que ésta era mucho más rica de lo que la superficie dejaba ver. Debajo de la capa superficial que todos vemos se esconde otra obra con título e historia propia: Últimos momentos, una pintura anterior terminada tres años antes y que durante décadas se pensó desaparecida y de la que solo se conocía un dibujo preparatorio. La obra había figurado en la primera exposición individual de Picasso en Quatre Gats en febrero de 1900 e incluso viajó a París para participar en la Exposición Universal de ese año. Pero no estaba desaparecida, había sido reciclada.

Con la radiografía también quedó claro que el artista no tenía una idea precisa de cómo sería la obra. Cambió la composición varias veces, e incluso la cara del protagonista masculino de la pareja pasó de ser el propio Picasso a ser uno de sus mejores, Carles Casagemas, que se había suicidado dos años antes en 1901, causando un gran impacto en el artista.

Algo parecido ha ocurrido con el cuadro de las azoteas barcelonesas. En 2003, una radiografía puso al descubierto una imagen subyacente de una pareja desnuda similar a la de La Vida creada, sin duda, poco antes de la gran obra azul que estaba terminada en junio de 1906.

Dibujos y óleos preparatorios donde se repiten las escenas y los personajes, las radiografías con las imágenes ocultas bajo la superficie, imágenes en infrarrojos y estratigrafías con hasta ocho capas de pintura, permiten al museo obtener las claves, hasta ahora desconocidas, de un proceso de creación que culminó con el enorme cuadro que es La Vida.

Radiografía de 'Azoteas de Barcelona' que muestra una imagen anterior de una pareja similar a la que aparece en 'La Vida'.
Radiografía de 'Azoteas de Barcelona' que muestra una imagen anterior de una pareja similar a la que aparece en 'La Vida'.

El porqué de estos cambios no se debe, según la Reyes Jiménez y Malén Gual, del departamento de conservación preventiva del museo, a cuestiones de índole económicas, sino más bien a un cambio en los gustos y a “una superación de la etapa anterior”. Jiménez y Gual también han comprobado que la rica paleta azul de Picasso esconde colores cálidos. Son los de las pinturas que afloran de las capas inferiores de la obras anteriores, que Picasso, conscientemente, no eliminó del todo.

La fama de raro de Picasso es extendida. Sabido es que no titulaba sus obras. En el caso de La Vida la denominación es respetada por todos porque así fue llamada en las publicaciones del momento en el que se daba a conocer su compraventa a un coleccionista francés. Fue el inicio de un largo viaje que llevaron a la pintura a París, Múnich, Nueva York y Cleveland, donde permanece desde hace años.

Picasso tampoco le gustaba que sus obras fueran objeto de grandes intervenciones de restauración. La Vida fue sometida a un proceso de retirada de los barnices para la exposición que protagonizó en Estados Unidos en 2012. Los trabajos le permitieron recuperan la intensidad de los azules originales. En el caso de Azoteas de Barcelona, perteneciente a los fondos del museo barcelonés desde 1991, permanece sin grandes intervenciones, por lo que conserva la gama de azules y grises originales, predominando el azul de Prusia.

De lejos, en la enorme sala del museo en la que se han enfrentado las dos obras picassianas, las azoteas de Barcelona parecen las precursoras de otro momento de la obra del genial pintor: el cubismo. Pero esa es otra historia.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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