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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pornito

Miley Cyrus, la protagonista de 'Hannah Montana' ha adoptado el uniforme de cantante televisiva hoy, que es la braga y el sujetador

David Trueba
MIley Cyrus, durante su actuación en los MTV Video Music Awards.
MIley Cyrus, durante su actuación en los MTV Video Music Awards.Jeff Kravitz

El porno tiene muy mala prensa. No acaba de llegar a la mesa de conversación de las familias ni a las redacciones de los medios. Pese a que en esa intimidad transparente que llamamos Internet es la estrella más rentable y rutilante. Tanto que bukake y fist fucking se han convertido en expresiones tan cotidianas como lentejas y tazón. Pero el porno destila aún esa ofensa violenta y perversa, que lo separó del erotismo como a dos hermanos que optaron por el bueno o por el mal camino. Pero los medios necesitan un simulacro de ese masivo consumo de pornografía, así que acogen el pornito, una variedad indolora e incolora, y lo festejan cada vez que sucede como una fiesta de los sentidos.

La última ocasión ha sido el baile de Miley Cyrus en los Premios MTV. La actriz, protagonista de Hannah Montana, serial favorito de todos los preadolescentes con esa facilidad que tiene la industria norteamericana de imponerse globalmente sin dejar de aparentar ser una elección libre, está ahora enfrascada en interpretar a una vocalista preadulta. Para ello ha abrazado el uniforme de cantante televisiva hoy, que es la braga y el sujetador. De vez en cuando hace muecas desafiantes, de esas que molestan a los padres de hijos adolescentes. La erotización de su personaje, por más que proteste la autoridad, es el paso lógico tras su serial. La siguiente parada será la clínica de desintoxicación y ya a partir de ahí se le abren las dos posibilidades clásicas del mercado, la resurrección o el despojo.

Lo grave de Miley no es que se contorsione en un escenario, junto a otro cantante que simula arreones pélvicos contra ella. Como Marisol en su desnudo de Interviú, todas las estrellas infantiles tienen el derecho a mandar al carajo a quienes las fabricaron. Lo grave es que la prensa mundial se convulsiona de gusto ante la foto, le da noticia de portada y viene a decir que la crisis siria, Snowden y la debacle financiera nos interesarían un poco más si sus protagonistas fueran en triquini o bragas. Es la dosis de pornito con la que se aliña ese simulacro llamado información, para no soltarse de esa locomotora comercial que es el verdadero porno.

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