Las vacaciones de Albers y Rauschenberg

No podía faltar una corrida de toros, aunque con la forma rota de un intenso fotocollage. También hay unas barcas de pescadores, apelotonadas en las aguas oscuras de Algeciras, y las formas abstractas de unos carteles raídos en las paredes del viejo Madrid. Aunque quizá la fotografía más sorprendente es la que recoge la melancólica y ordenada geometría de un conjunto de sillas de mimbre de una terraza barcelonesa. La exposición que propone la galería Cayón de Madrid ofrece una curiosa degustación vacacional: las fotografías que los artistas Josef Albers y Robert Rauschenberg hicieron en sendos viajes como turistas a España en 1930 y en 1952 y 1953, respectivamente. El interés por dónde se posa el ojo del artista se mezcla aquí con el interés por la estampa pintoresca de entonces.

Doble mirada a España, las fotografías españolas de Josef Albers y Robert Rauschenberg pone el microscopio en cómo dos artistas de corrientes y generaciones diferentes paran en un país, para ellos, exótico. “Los dos coinciden en aspectos muy de detalle del país”, explica el galerista Alberto Cayón. “Yo supe hace tiempo del viaje de Albers a España y también sabía que existía alguna fotografía de Rauschenberg. El resto fue curiosidad. Investigamos el viaje por España de los dos artistas sin saber que lo habían documentado. Ha sido una labor casi detectivesca, muy lenta. Cuando supimos del material les propusimos a las fundaciones hacer una exposición conjunta y les pareció muy bien. Es algo tan pequeño y tan particular que no podían negarse”.

De las nueve fotografías, hay un inédito de Albers: las sillas de mimbre. El creador de Homenaje al cuadrado la realizó durante su visita a Barcelona con su mujer, atraídos por el pabellón de Mies van der Rohe de la Exposición Universal. “La imagen revela el interés de Albers por las formas abstractas de los objetos utilitarios. El mismo año, en Alemania, hizo otra de numerosos sillones de exterior con un efecto similar”, escribe la especialista Mimi Thompson en el artículo Ver por ver. “La silla vacía, una imagen utilizada tanto en las obras de Albers como en las de Rauschenberg, sugiere también la ausencia humana, así como su melancolía”.

Brenda Danilowitz, conservadora jefe de la Albers Foundation, destaca el montaje que el artista hizo con sus fotografías de los toros: “El fotocollage de San Sebastián es uno de los más complejos de Albers en aquella época. La fuerza de la escena, de las multitudes en las corridas de toros, le proporcionó un conjunto extremadamente sugerente y atractivo”, explica.

Albers y Rauschenberg se conocieron en 1948, cuando el alemán, forjado en la Bauhaus, dejó su país natal para morir en Estados Unidos. Allí fue profesor de Rauschenberg en el Black Mountain College. La disciplina les hizo chocar y la química profesor-alumno no funcionó. Pese a todo, años después, cuando se inauguró el museo de Albers en la ciudad alemana de Bottrop, Rauschenberg le envió un regalo y unas palabras. La nota, que envolvía un espinoso cactus, decía: “Para Josef Albers al Josef Albers Museum. De su artista de Texas más cabezota. Con respeto al profesor más deslumbrante del mundo”.