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OBITUARIO

Iain Banks, maestro de la ficción y el humor gótico

El autor escocés era considerado uno de los grandes novelistas contemporáneos en lengua inglesa

El novelista escocés Iain Banks, en 2001.
El novelista escocés Iain Banks, en 2001.SOPHIE BASSOUS (CORBIS)

El escritor escocés Iain Banks (Dunfermline, 1954), incluido por The Times en 2008 entre los 50 mejores novelistas británicos de posguerra, falleció el 9 de junio, tras finalizar contrarreloj su última y póstuma novela, The quarry [La cantera]. A comienzos de abril, Banks había informado en su página web de la metástasis imparable del cáncer de vesícula que ha acabado con su vida. Cuando supo de la gravedad de su enfermedad, el autor pidió a su compañera, la escritora Adele Hartley, que le hiciera el “honor de convertirse en su futura viuda”. Se casaron en una ceremonia humanista el pasado Viernes Santo.

Banks escribió su primera novela con 16 años pero no consiguió llegar a la imprenta hasta cumplir los 30, con La fábrica de avispas (múltiples ediciones en español, la última de ellas en La Factoría de Ideas, 2008). Macmillan se anotó un gran tanto al aceptarla: la obra, que ya había sido rechazada por seis casas editoriales, tuvo un éxito fulgurante. Frank Cauldhame, el narrador adolescente de La fábrica de avispas, es a los diez años un asesino múltiple que vive con su padre en una casucha de la costa escocesa, inmerso en un mundo de insondables y crueles rituales que ambos reiteran obsesivamente.

El debut literario de Banks fue un escándalo. Aunque un sector de la crítica sucumbió a su lisérgica imaginación gótica y quedó deslumbrado por la brillantez con que se servía del lenguaje, otros vieron en él un sádico de la literatura y calificaron su obra primeriza de “repulsiva”, viendo en ella “una depravación sin precedentes”. La editorial de Banks demostró que no solo era sagaz descubriendo nuevos talentos. En las sucesivas ediciones del libro imprimió clarividentemente en su contraportada los comentarios más iracundos. El resultado fue un bombazo de ventas del que también gozarían las posteriores criaturas de Banks, cuyas tiradas llevan muchos años por encima de los 200.000 ejemplares.

Pasos sobre cristal (Mondadori, 2000), su siguiente novela, manifiesta por primera vez dos rasgos característicos del escocés: su interés por el género de la ciencia ficción y el uso de líneas argumentales aparentemente inconexas que, tras un giro sorpresivo del relato, terminan entretejiéndose para componer una única historia.

Su siguiente trabajo, que el autor consideraba el mejor de los suyos, fue El puente (La Factoría de Ideas, 2007). Construido con su peculiar arquitectura narrativa, es una sorprendente combinación de realismo y alegoría fantástica. En una línea similar, otra de sus obras más logradas, Cómplice, propone un truculento juego de espejos entre un narrador supuestamente inocente y un justiciero asesino en serie.

La tercera obra de Banks, Pensad en Flebas (La Factoría de Ideas, 2012), es la primera incursión a fondo del escocés en la ciencia fícción, que firmaba las obras del género como Iain M. Banks. Con ella inaugura la saga (a él le gustaba hablar de “óperas espaciales”) de la Cultura, una utópica sociedad ácrata que viaja a través del universo, controlada, a la vez que servida, por máquinas benevolentes. Banks, se entregaba a sus obras de fantasía científica como a una especie de “vacaciones”: tras acabar uno de sus libros “literarios”, tarea a la que dedicaba un año, empleaba otro en elaborar una novela de ficción científica, género en el que deja títulos tan notables como El jugador (2012), El uso de las armas (2011), Materia (2010) o A barlovento (2008), publicadas todas ellas en castellano por La Factoría de Ideas.

Hijo de un oficial naval y una patinadora profesional, Banks cstudió Inglés, Filosofía y Psicología en la universidad escocesa de Stirling, que años más tarde le distinguiría con un doctorado honoris causa. Al concluir sus estudios viajó en autostop por toda Europa y se empleó en variopintos oficios (técnico en una plataforma de construcción, portero en un hospital, trabajador de un centro de IBM, oficial en un bufete de abogados) mientras escribía incansablemente en sus ratos libres.

Expansivo y franco hasta el exhibicionismo, el autor escocés desplegó sus opiniones en cualquier instrumento de comunicación que tuviera a mano, fuera este un concurso televisivo —memorable aquel en el que apabulló a la audiencia de la BBC con sus enciclopédicos conocimientos sobre su droga predilecta, el whisky de malta—, sus novelas o su página web. Se definía como un “ateo evangélico” que había escapado a la “infección del calvinismo” y su abundante provisión de vitriolo siempre estuvo a disposición de las causas de izquierda. Banks pidió que Blair fuera juzgado en La Haya como criminal de guerra por la invasión de Irak, fustigó incansable la política exterior de EE UU y prohibió la difusión de sus novelas en Israel tras el violento asalto a la Flotilla de la Libertad que transportaba ayuda internacional a la franja de Gaza.

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